Los
errores de diagnóstico y de pronósticos posteriores de economistas
enrolados en la corriente ortodoxa se han reiterado en los últimos años.
Existen motivaciones políticas y razones monetarias para ese
comportamiento que afectaría la autoestima de cualquier otro
profesional. Algunos expresan también el convencimiento ideológico
liberal sobre la capacidad del mercado de autorregularse para alcanzar
el equilibrio, aunque la evolución de la economía mundial en estos
tiempos los está poniendo en aprietos.
Pero los militantes del
pensamiento conservador no están solos en esa incansable batalla de
acomodar deseos a la realidad, sino que han conseguido compañía de
representantes de vertientes de la izquierda y del centroizquierda. Para
unos y otros, un análisis ajustado de la situación debería ser
relevante porque de esa forma podrían explicitar una posición
contundente para una acumulación política que les brindaría mayor
legitimidad social. Caso contrario, ésta queda dañada. Si no hay día en
que los economistas del establishment no expresen la presencia de una
economía del ajuste, cuando se está desarrollando la temporada de
turismo y consumo record, su credibilidad, no su influencia, queda
afectada. Lo mismo pasa con economistas y políticos del denominado
progresismo cuando abordan la cuestión social, no así cuando cuestionan
el manejo de los recursos naturales, como los hidrocarburos o los
minerales. No se cansan de repetir que “la inflación es una fábrica de
pobres”, que “aumentó la pobreza” y que “empeoró la distribución del
ingreso”. Los fríos datos contrarían esa alarma.
La idea de que el alza de precios deteriora el poder adquisitivo de
la población es cierta mientras no haya una recomposición de ingresos
igual o mayor que ese aumento. Esto es lo que ha habido en los últimos
años. La mejora en términos reales del salario en 2011 ha sido muy
importante. En promedio, el alza nominal fue de 29,4 por ciento,
mientras que las jubilaciones mejoraron 34,15 por ciento, y comienzan
con un piso del 17,62 para este año. Considerando cualquier indicador de
inflación, el aumento real de los ingresos ha sido sustancial. ¿Cómo se
explica que con inflación no haya retrocedido el ingreso de los
sectores más vulnerables, como postula el pensamiento convencional?
Porque la actual inflación no es por factores monetarios o fiscales,
sino que, fundamentalmente, es por la intensa puja distributiva en un
contexto de fuerte crecimiento, con precios elevados de los commodities.
Entonces, la fortaleza recuperada de los sindicatos y la caída del
desempleo por el dinamismo del mercado interno generaron las condiciones
para una suba del salario real. Esto es que la suba nominal del salario
fue mayor que el alza de los precios. A la vez, la política oficial en
materia previsional, con el fin de las AFJP y la movilidad semestral de
los haberes junto a la Asignación Universal por Hijo, lograron una
recuperación de los ingresos de jubilados y de grupos sociales
marginados del circuito productivo y de consumo.
La otra sentencia se refiere a que ha habido un aumento de la
pobreza aunque no se armoniza con la evolución de los datos, el
comportamiento de las principales variables del consumo popular y con el
resultado político-electoral. La crisis del Indec por el Indice de
Precios al Consumidor genera perturbaciones en ese análisis. En un
reciente estudio sobre evolución de la pobreza e indigencia de la
Consultora Equis, liderado por el sociólogo Artemio López, se indica que
la pobreza bajó de 21,9 a 17,6 por ciento, a junio del año pasado en
relación con el mismo mes de 2010. La indigencia retrocedió de 5,4 a 4,3
por ciento en el mismo período (ver gráfico). Artemio López no oculta
su identificación con el kirchnerismo y, por ese motivo, el progresismo
opositor rescataba sus análisis cuando en 2007-2009 advertía sobre un
alza de la pobreza o cuando difundía sus estimaciones de la evolución de
los precios de una canasta de bienes y servicios, por encima de la
relevada por el instituto estadístico oficial. El mismo Artemio López,
en un informe preparado junto a Martín Romeo, ahora señala, en base a
estimaciones propias y a datos de la Encuesta Permanente de Hogares del
segundo trimestre de 2011, que la indigencia y la pobreza han descendido
en el último año. Sus datos son bastante más altos que los que presenta
el Indec, pero igual marca una tendencia a la baja.
López y Romeo afirman que el descenso de la pobreza por ingresos es
tan significativo que constituye el registro más bajo alcanzado por un
gobierno desde la recuperación de la democracia. Para evaluar la
magnitud de dicha caída, compararon la estratificación actual de la zona
metropolitana (Ciudad de Buenos Aires y partidos del conurbano de la
provincia de Buenos Aires) con la registrada en 1985, definiendo
categorías de medio y medio alto, medio pleno, medio en riesgo, pobre no
indigente, indigente. Esa comparación se justifica por tres razones:
1) Es el aglomerado urbano más importante donde reside el 31,9 por ciento de la población total.
2) En donde se materializa aproximadamente el 57,5 por ciento del ingreso total del país.
3) Y es el de mayor memoria estadística oficial por cuanto se disponen datos desde 1974.
Después de 26 años, la región metropolitana ha reducido seis puntos
sus niveles de pobreza no indigente pasando de 18 por ciento en 1985 a
12 por ciento en 2011. La indigencia, no obstante, ha aumentado
comparativamente dos puntos (2 por ciento de 1985 vs. 4 por ciento de
2011). “Los registros de indigencia muestran en la actualidad descensos
leves en un claro síntoma de inelasticidad y estableciendo los límites
concretos de las políticas de asistencia social”, advierten López y
Romeo. En tanto, los sectores medios en riesgo, aquellos que no logran
duplicar con ingresos los valores de referencia de su línea de pobreza,
han disminuido su participación ocho puntos pasando de 35 por ciento en
1985 a 27 por ciento en 2011. En síntesis, los sectores más vulnerables
(indigentes, pobres y medios en riesgo) han descendido 12 puntos pasando
de 55 por ciento en 1985 a 43 por ciento en 2011. Para concluir, López y
Romeo afirman que “por primera vez desde la recuperación democrática,
la participación de los sectores no vulnerables supera el 50 por ciento
de la pirámide socioeconómica”.
El otro dictamen es que “empeoró la distribución del ingreso”. Otra
vez, los datos son un colaborador oportuno. El 10 por ciento de los
hogares más ricos concentra el 22,9 por ciento de los recursos, mientras
que el 10 por ciento más pobre suma el 2,9 por ciento de los ingresos
totales, según el último informe del Indec correspondiente al tercer
trimestre de 2011. La brecha del ingreso medio per cápita familiar entre
los hogares más vulnerables (353 pesos) y los más acaudalados (7310
pesos) llegó en ese trimestre a 20 veces. En el mismo período, el año
pasado esa distancia era mayor, 21,4 veces, y un lustro atrás la
diferencia trepaba hasta 28 veces. Estos datos del Indec evidencian la
continuidad de la reducción en la desigualdad. Esto se confirma con el
índice de Gini, un indicador de desigualdad de ingresos donde cero es el
nivel de igualdad absoluta, mientras que uno es la expresión de mayor
desigualdad. Descendió en el tercer trimestre de 2011 de 0,414 a 0,406
en relación con igual período del año anterior, cuando en el lapso
julio-septiembre de 2003 se ubicaba en 0,484, para los ingresos total
familiar de los hogares.
*Publicado en Página12
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