lunes, 7 de noviembre de 2011

MEDIDA DE LA PRODUCTIVIDAD


Por Rubén Visconti*

Hoy quiero hablar de un tema que refiere a los errores que los planes de estudios de las Facultades de Ciencias Económicas mantienen vigentes, y que se inscribe en la necesidad del cambio de las asignaturas que un grupo de adelantados comenzó a plantear allá por 1973/76 en Resistencia, Chaco.
Me refiero a la forma traspapelada y ahistórica mediante la cual se mantiene la medida de la productividad basada en el rendimiento de la mano de obra, que en un artículo  de Página 12 menciona mi estimado Alfredo Zaiat.
 Una muy breve historia de este tema, comienza con el Ingeniero Taylor y su creación de la Administración Científica, allá por los fines del siglo XIX.
Para Taylor, la retribución de los trabajadores debía ser efectuada mediante la metodología del denominado Destajo, hoy prohibido por las leyes argentinas.
Basado en esa afirmación, la mano de obra comenzó a ser considerada en los costos industriales como “directa y variable”, en este caso como variable proporcional.
Como consecuencia de ello, al ser retribuida por pieza, la productividad solo podía ser medida mediante la relación “piezas x horas”.
Pero desde aquél lejano tiempo las cosas fueron cambiando mucho, a pesar de que el fordismo resultó una clara concreción de esa metodología. La línea de producción con cada operario en una sola tarea permitía medir la productividad fácilmente.
Véase la película de Charles Chaplin “Tiempos Modernos” para tener un claro ejemplo de nuestras afirmaciones.
De ahí en más y por muchos años esta metodología, un obrero una tarea, se mantuvo, y así fueron elaborados todos los convenios de trabajo.
Pero, a partir del avance del neoliberalismo todo cambió. Los japoneses inventaron el toyotismo basado en la flexibilidad laboral, es decir, un obrero para varias tareas.
Se sumó a ello, los cambios en las actitudes de los empresarios que ante el hecho concreto de que la oferta pasó a superar a la demanda, pasaron de la producción única la producción múltiple con reducción de la vida útil de los productos y, como resultado, la no identificación de la mano de obra como directa y variable, sino como un componente más de la denominada carga fabril.
Impulsados estos cambios por los avances tecnológicos, con el automatismo y la robótica, se fue agregando otros hecho básico , fundamental y comprobable;  disminución de la mano de obra en su incidencia en los costos totales.
Según datos, en Argentina el promedio de la participación de la mano de obra en los costos totales es del 8%, pero en particular ese promedio desciende  mucho más en algunas industrias como ser la aceitera en la cual no supera el 2%.
Si las cosas son así, y así son: ¿qué validez posee que la medida de la productividad se realice sobre la base del rendimiento de la mano de obra?
Cuando uno visita un empresa productiva, se hace difícil hallar a los trabajadores que solo aprietan botones perdidos en un enjambre de maquinarias.
Creemos, que la adaptación a esta realidad innegable nos obliga a encontrar otra medida para la productividad dejando de lado la tradicional que podemos calificar, sin lugar a dudas, como ineficaz, y aún más como totalmente incorrecta.
Hoy día los incrementos de la producción se basan en la tecnología y de ninguna manera en el rendimiento de los operarios.
Y también este tema se enseña como una verdad única, en las enseñanzas de  las materias de economía

*Docente de Costos en la UNR.

  Miembro del Centro de Estudios Populares

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