Por Rubén Visconti*
Hoy quiero hablar de un
tema que refiere a los errores que los planes de estudios de las Facultades de
Ciencias Económicas mantienen vigentes, y que se inscribe en la necesidad del
cambio de las asignaturas que un grupo de adelantados comenzó a plantear allá
por 1973/76 en Resistencia, Chaco.
Me refiero a la forma
traspapelada y ahistórica mediante la cual se mantiene la medida de la
productividad basada en el rendimiento de la mano de obra, que en un artículo de Página 12 menciona mi estimado Alfredo Zaiat.
Una muy breve historia de este tema, comienza
con el Ingeniero Taylor y su creación de la Administración Científica,
allá por los fines del siglo XIX.
Para Taylor, la
retribución de los trabajadores debía ser efectuada mediante la metodología del
denominado Destajo, hoy prohibido por las leyes argentinas.
Basado en esa afirmación,
la mano de obra comenzó a ser considerada en los costos industriales como “directa
y variable”, en este caso como variable proporcional.
Como consecuencia de
ello, al ser retribuida por pieza, la productividad solo podía ser medida
mediante la relación “piezas x horas”.
Pero desde aquél lejano
tiempo las cosas fueron cambiando mucho, a pesar de que el fordismo resultó una
clara concreción de esa metodología. La línea de producción con cada operario
en una sola tarea permitía medir la productividad fácilmente.
Véase la película de
Charles Chaplin “Tiempos Modernos” para tener un claro ejemplo de nuestras
afirmaciones.
De ahí en más y por
muchos años esta metodología, un obrero una tarea, se mantuvo, y así fueron
elaborados todos los convenios de trabajo.
Pero, a partir del avance
del neoliberalismo todo cambió. Los japoneses inventaron el toyotismo basado en
la flexibilidad laboral, es decir, un obrero para varias tareas.
Se sumó a ello, los
cambios en las actitudes de los empresarios que ante el hecho concreto de que
la oferta pasó a superar a la demanda, pasaron de la producción única la
producción múltiple con reducción de la vida útil de los productos y, como
resultado, la no identificación de la mano de obra como directa y variable,
sino como un componente más de la denominada carga fabril.
Impulsados estos cambios
por los avances tecnológicos, con el automatismo y la robótica, se fue
agregando otros hecho básico , fundamental y comprobable; disminución de la mano de obra en su
incidencia en los costos totales.
Según datos, en Argentina
el promedio de la participación de la mano de obra en los costos totales es del
8%, pero en particular ese promedio desciende
mucho más en algunas industrias como ser la aceitera en la cual no
supera el 2%.
Si las cosas son así, y
así son: ¿qué validez posee que la medida de la productividad se realice sobre
la base del rendimiento de la mano de obra?
Cuando uno visita un
empresa productiva, se hace difícil hallar a los trabajadores que solo aprietan
botones perdidos en un enjambre de maquinarias.
Creemos, que la
adaptación a esta realidad innegable nos obliga a encontrar otra medida para la
productividad dejando de lado la tradicional que podemos calificar, sin lugar a
dudas, como ineficaz, y aún más como totalmente incorrecta.
Hoy día los incrementos
de la producción se basan en la tecnología y de ninguna manera en el
rendimiento de los operarios.
Y también este tema se
enseña como una verdad única, en las enseñanzas de las materias de economía
*Docente de Costos en la UNR.
Miembro del Centro de Estudios Populares
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