Cuando
se anunció la revisión de la estructura de subsidios, los ministros
Amado Boudou y Julio De Vido informaron la creación de una comisión para
el estudio de costos de las empresas. Es una variable clave para un
análisis riguroso sobre el esquema de distribución de fondos públicos
para aliviar la carga presupuestaria en hogares o para mejorar la
competitividad de sectores económicos.
El análisis fue bastante rápido
para algunas actividades que ya fueron excluidas del régimen de
subsidios. Otras más sensibles requerirían mayor prudencia y
transparencia en la información sobre sus costos para que el recorte de
recursos tenga un sentido de política económica y no se transforme en
una rústica medida fiscal. El transporte de pasajeros demanda esas
exigencias teniendo en cuenta que los subsidios a ese rubro son
cuestionados. La controversia no es por su finalidad, sino por la escasa
claridad a la hora de distribuirlos. Ese dinero que subvenciona el
servicio de trenes y colectivos actúa como un salario indirecto para la
población que utiliza esos medios de transporte. Mantener esas tarifas
baratas implica no afectar el ingreso de los pasajeros, en la mayoría
trabajadores, estudiantes y jubilados.
El profesor titular de costos de la Facultad de Ciencias Económicas y
Estadísticas de la Universidad Nacional de Rosario, Rubén A. Visconti(1),
estudioso de ese tema, ha compartido sus conocimientos acumulados en su
larga trayectoria académica. Enfatiza el concepto básico de que el
transporte urbano facilita el desarrollo de la población puesto que
permite a las personas llegar al trabajo, al lugar de estudio, facilita
el paseo a centros comerciales y el gasto en diversos espectáculos,
entre otros fines. Otra cuestión es la calidad de ese transporte porque
involucra el nivel de vida de las personas, pero en esta instancia
resulta relevante destacar que el transporte beneficia a las empresas
porque les garantiza que sus trabajadores puedan trasladarse hacia el
ámbito laboral, como también a los centros de recreación receptores de
entusiastas consumidores. Visconti sentencia que “el transporte crea
valor” y, por lo tanto, “todos los que se benefician deben hacerse cargo
del costo del transporte”, señalando algunas excepciones, como
jubilados y estudiantes. “El primer interrogante es por qué otros
beneficiarios del subsidio al transporte, como empresas, comercios,
shoppings, casinos, no contribuyen”, provoca.
Desde esa concepción primaria, marco conceptual fundamental para
abordar el debate, Visconti avanza sobre los subsidios al autotransporte
de pasajeros, destacando que éstos “deben ser otorgados sobre la base
de costos correctos, caso contrario son un beneficio oculto para las
empresas”. Explica que los costos del transporte urbano están
conformados por insumos de comportamiento fijo y solo son variables
proporcionales el combustible y los impuestos, como Ingresos Brutos, en
tanto hay otros dos que tienen un comportamiento mixto, lubricantes y
neumáticos. Entre los rubros de costos fijos se encuentran las
retribuciones de conductores, personal administrativo, mecánicos y
otros. También son fijos el seguro sobre cada unidad y los costos de la
inversión en buses e inmuebles, así como las patentes, las
amortizaciones y el mantenimiento. Variable proporcional sólo es el
combustible, y mixtos, los lubricantes en escalas de cambio cada 6000
kilómetros y los neumáticos, que se renuevan cada 80.000 kilómetros
(“antes se aceptaban cada 100.000 agregando un recauchutaje, pero eso se
cambió”, aclara con un conocimiento detallado de la actividad). La
tarifa debe surgir entonces de una relación conformada por el costo
km/pasajeros transportados por km, que demanda precisión en ambos
indicadores.
Mejorar la transparencia de la asignación de subsidios y la eficacia
para evitar el despilfarro y su captura por sectores sociales y grupos
económicos que no lo necesitan es una estrategia lógica. En Transporte,
el profesor Visconti señala que entre otros rubros poco prolijos en los
costos se encuentra el de mantenimiento. “No se controla y se fija con
una relación del 90 al 100 por ciento del valor amortizable, lo que
asegura que al finalizar el período de vida útil de la unidad, la
empresa recupera dos buses, el que puso y el agregado por mantenimiento:
un regalo autorizado por los costos.”
Este indispensable reordenamiento y control sobre el destino de
recursos públicos requiere contextualizar aspectos relacionados con el
impacto global de las tarifas y los subsidios en la economía. El punto
clave desde 2003 fue que los subsidios en servicios públicos han
contribuido a mejorar el poder adquisitivo de la población y promover la
reindustrialización. Existe un concepto básico en ese debate: cualquier
nivel de tarifas, con o sin subsidios, es político. Es una definición
básica para comprender la dinámica de los precios de servicios públicos.
Son decisiones políticas fijar tarifas altas, para financiar la
expansión del sistema energético o la red de transporte, o bajas
subsidiadas, con el objetivo social de cuidar los ingresos de la
población, financiando las inversiones necesarias con recursos públicos.
En esta cuestión ha sido bastante absurdo, una contradicción en los
términos, pretender que existan tarifas no políticas cuando son
definidas por la acción del Estado.
En esa línea contradictoria se inscribe el reclamo de tarifas
“justas y razonables”. Especialistas de la ortodoxia afirman que éstas
deberían asegurar la prestación del servicio al mínimo costo compatible
con una tasa de rentabilidad acorde con el riesgo del negocio. Existen
antecedentes de tarifas más altas que no implican necesariamente mayores
inversiones: por caso, en Santa Fe y en Córdoba las tarifas eléctricas
son bastante más elevadas que las de Capital y eso no se traduce en
expansión y estabilidad de la red. Tampoco se verificó ese
comportamiento virtuoso en la década del ’90, cuando tarifas altísimas
en dólares sólo sirvieron para recuperar rápido el capital destinado a
la compra de las empresas públicas por parte de conglomerados privados
nacionales e internacionales, como así también para acelerar el giro de
utilidades a sus casas matrices.
La definición del nivel tarifario tiene una complejidad estructural,
coyuntural y política que excede las consignas fáciles o la campaña de
solidaridad de ricos, famosos y funcionarios conocidos para la renuncia
voluntaria de subsidios. Suponer que el precio internacional de la
energía es el que debe marcar necesariamente el doméstico o realizar
comparaciones con el costo del transporte con países vecinos es no
reconocer el carácter político de las tarifas, como tampoco las
particularidades de cada país. Es una obviedad que en la cuestión
energética no es lo mismo un país importador neto de combustible, que no
tiene otra opción que aceptar el precio externo, aunque puede no
trasladarlo en su totalidad a su población mediante subsidios aportados
de fondos públicos, que un país productor, que tiene margen para definir
qué tipo de estructura de tarifas pretende según objetivos de
desarrollo económico y social.
La insistente prédica fiscalista sobre el destino de los subsidios
ha corrido ese eje de análisis. El momento elegido por el Gobierno para
modificar ese sistema puede que no sea oportuno. Se ha empezado a
aplicar cuando se vislumbra desaceleración en el ciclo económico de
crecimiento debido a la crisis internacional y a limitaciones de los
motores locales que impulsan el aumento del Producto. La experiencia
reciente enseña que es conveniente preservar el dinero disponible en los
hogares para sostener la demanda vía consumo en lugar de reducirlo vía
eliminación de subsidios. Además de analizar el costo de las empresas
proveedoras de servicios, los ministerios de Economía y Planificación
tendrán la tarea de estudiar también la aparición de otros costos
vinculados con la reducción o supresión de subsidios, que hoy son
aplaudidos por los mismos que mañana los amplificarán cuando comiencen a
llegar las facturas a los hogares.
*Publicado en Página 12
(1)(El Dr. Rubén Visconti es miembro del Centro de Estudios Populares)
No hay comentarios:
Publicar un comentario