martes, 28 de febrero de 2012

DE UN PAIS DESTRUIDO A UN PAIS EN CONSTRUCCION


Por Dr. Rubén Visconti*

La tragedia de ONCE ha provocado una serie de comentarios, que, en principio nos afectan a todos y nos obliga a aceptar una cuota de responsabilidad, aunque la mayoría se considere ajenos totalmente, pero que sobre todo nos obligan a reflexionar muy seriamente no solo sobre las razones puntuales que provocaron este desastre, sino, y básicamente, sobre las causas originarias que desde la sombra de los años, generaron el que hoy llamamos como “accidente”.
Desde 1955 en adelante los sucesivos gobiernos que se sucedieron hasta llegar al famoso 2001, tuvieron políticas liberales, acentuadas por la dictadura militar que apuntaron a eliminar toda intervención del Estado en la economía, sobre la base de que el mismo no debía participar en algunas actividades  como ser la prestación de servicios públicos y poseer, además, empresas productoras de bienes de capital y de consumo y bancarias.
La dictadura impuso al liberalismo por la fuerza y la desaparición de conciudadanos  que se opusieron, a tal punto que apoyaban su oposición mediante el uso de las armas, justificable o no para  muchos, pero no por ello hay que dejar de reconocer que se jugaron sus vidas. Así se creó y aún sigue vigente en el pensamiento y las actitudes de muchos la teoría de los dos demonios, omitiendo que solo hubo un demonio, el Estado dictatorial que solo tenía el derecho a utilizar la ley en defensa de las instituciones supuestamente atacadas y no ponerla en un cajón, esconderla olvidándose de que solo utilizándola, basado en el meneado ESTADO DE DERECHO, podía juzgar y sancionar, siempre con la LEY y no más aún, contra la ley que era su obligación respetar.
Con el doloroso agregado que muchos conciudadanos apoyaron la dictadura y sus acciones que dejaron un saldo definitivo de 30.000 desaparecidos que aún hoy persisten como el hecho más cruel, la pena más tremenda, más aún que la misma muerte que hoy sigue pesando, ilevantable, en la conciencia de todos.
Además, esa dictadura nos dejó otra herencia constituida por ese liberalismo que acompañó todas sus acciones y de la cual sacaban ventaja los que aprovecharon de esas decisiones mediante la utilización de la famosa tablita que les permitió, nunca a los trabajadores y sectores populares, viajar al exterior para gozar de las ventajas de una paridad cambiaria que en el exterior los reconocían como los que solicitaban “el deme tres” de cada compra. Y enriquecerse.
La dictadura inició la generación de la deuda externa que comenzó a horadar a la economía nacional que cuando se fueron alcanzaba la suma aproximada de 44.000 mil millones de dólares, que el gobierno radical elevó a 64.000  mil millones, el de Menen a 140.000 y el de De la Rúa a cerca de 200.000, sumado todo ello a que gran parte de esa deuda era ilegítima, pese a lo cual el ejecutor de todo ese proceso, el famoso Cavallo la transformó en deuda pública liberando de su responsabilidad a todos los privados que en realidad la habían contraído.
Seguimos avanzando con déficit en las cuentas públicas y en el comercio exterior y con esa creciente deuda con intereses fenomenales hasta alcanzar el pico con el gobierno de Menem  que junto con Cavallo y Dromi privatizaron todas las empresas estatales comenzando por el ferrocarril que, además, fue totalmente abandonado mediante la supresión de las líneas férreas que unían a casi toda la superficie nacional dejando a centenares de pueblos  privados del mejor y más barato medio de transporte, y siguiendo por teléfonos, agua, luz, correo y todo el resto, con régimen de paridad cambiaria del 1x1, lo que permitió la venta regalada de casi todas las empresas privadas, las otras cerraron generando una creciente desocupación que llegó al 24%, con profesionales que debieron  dedicarse a manejar taxis o abrir kiosquitos de caramelos, pese a lo cual -y aquí podemos incluir la responsabilidad de todos- en el 95 renovó su cargo de presidente con más del 50%. Y luego, la hecatombe final con De la Rúa, que redujo las jubilaciones luego de llamar otra vez a Cavallo, también los sueldos y pensiones, ”coimió” senadores, cerró las bancos, aumentó escandalosamente la deuda externa, decretó el Estado de Sitio lo que como consecuencia produjo medio centenar de muertos por la represión y, finalmente nos dejó por su responsabilidad y la de la dictadura y los otros gobiernos que le siguieron un país totalmente DESTRUIDO.
En 2003 comenzó la tarea gigantesca destinada a la RECONSTRUCCION  y como estaba destruido la primera tarea era la de decidir por DONDE EMPEZAR, en conocimiento de que los recursos  eran escasos, no alcanzaban para reconstruirlo todo, menos aún en poco tiempo y por lo tanto esa decisión era crucial para las posibilidades de éxito.
Por la deuda externa, por la reducción de la desocupación, por  los aumentos de salarios, por la reincorporación de los jubilados que habían perdido sus derechos al haber perdido también y previamente su trabajo, por los servicios, por las tarifas de esos servicios, por el incremento de precios producto de la inflación, por las relaciones laborales y patronales recuperando las perdidas reuniones paritarias, por el incremento de  construcciones de rutas, viviendas y hospitales, etc., etc. ¿ POR DONDE EMPEZAR PARA SACAR AL PAIS DE LOS MISERABLES NIVELES EN LOS CUALES SE ENCONTRABA?
Tremenda y muy difícil decisión que al margen de cuáles fueron las adoptadas y pese a las discrepancias que todos podemos tener es obligación reconocer que esas decisiones sacaron al país del pozo en el que se encontraba para alcanzar en el presente un nivel altamente satisfactorio aunque con toda seguridad también insuficiente, que le ha permitido, además un elevado grado de soberanía y coadyuvar en la conformación de un Frente Sudamericano como nunca antes existiera.
Vamos ahora al tema que motivó esta nota, la tragedia de ONCE. Si las opciones elegidas para ir reconstruyendo el país hubieran incluido como prioridad la recuperación de los ferrocarriles  por parte del Estado invirtiendo en ello sumas fabulosas que no poseíamos ¿qué otra cosa deberíamos haber dejado de ejecutar? ¿rutas ,escuelas, hospitales, agua potable, energía? ¿Hubiera sido posible más beneficioso? ¿quizás no hubiera sucedido la tragedia de ONCE? Nadie puede afirmarlo con un mínimo grado de seguridad y de verdad.
¿Si las inversiones en los ferrocarriles hubieran sido mayores y además acertadas, no hubieran muerto 51 conciudadanos y más de 700 heridos? Nadie puede afirmarlo.
Y este desarrollo no está preparado para una defensa del gobierno nacional pero tampoco para un ataque, al margen de que algún funcionario no hubiera cumplido con eficiencia sus obligaciones.
Apunta, fundamentalmente al hecho de que hay causas humanas, técnicas, previsibles o no, que en la larga cadena de hechos y decisiones nos involucran a todos para que aceptemos un elevado grado de responsabilidad que a todos nos alcanzan que debamos tratar de evitar de aquí en más. Desgraciadamente, muy desgraciadamente, lo hecho hecho está.

*Doctor en Economía, Docente de la UNR
  Miembro del CEP

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