lunes, 23 de diciembre de 2019

CONTRAMEDIOS

Imagen de "twitter.com"
Por Roberto Marra
En política, casi siempre, o definitivamente siempre, los deseos prevalecen en la construcción de conjeturas sobre el futuro. Los datos de la realidad, atravesados por las subjetividades de quienes elaboran planes y plazos para concretarlos, terminan enfarragados en decenas de dificultades de previsibles consecuencias si se los pudiera considerar con una objetividad en estado puro, que solo resulta ser uno más de los deseos que se puedan pretender alcanzar. Las circunstancias entre las que se transitan mientras se trata de construir lo planificado, los desdibujan, los relativizan, los regeneran y, con suerte, les permite mantener el corazón de sus buenas intenciones.
Es así que comienzan a manifestarse los primeros pasos del nuevo gobierno nacional, con tropiezos no previstos o previsiones no advertidas a tiempo. Los datos de la realidad sí que están presentes en cada uno de los análisis concretados por cada uno de los integrantes de los órganos del Estado, pero chocan con la mayor de las dificultades que sobrevive del período anterior, derivadas del sistema de medios de comunicación poderoso y de unívocos objetivos que continúa actuando de modo hegemónico, haciendo difícil la comprensión popular de cada una de las disposiciones que se tomen.
La construcción de sentidos es la base desde la cual se movieron durante estos ultimos años, lo cual tuvo pocas manifestaciones en contrario, aún cuando fueran de excelencia. La masividad de los mensajes, los métodos de alienación de sus receptores, la capacidad financiera de quienes manejan esos medios y sus alianzas indudables con el imperio y sus delegados territoriales, hacen de este sistema el mayor de los peligros para las intenciones reconstructivas de la economía y la sociedad planteada por el recientemente asumido Gobierno nacional.
No se puede parar ese río de tinta e imágenes trasvestidas, con una mano, ni siquiera con muchas. Se necesita un dique enorme, de tamaño similar o mayor al que conforman estos trogloditas comunicacionales. Lo imperioso y urgente es comenzar a posibilitar su construcción, elevando la apuesta del Estado en lo mediático, dejando de lado los esquemas temerosos del “qué dirán” los co-productores de todas nuestras desgracias si se ponen en marcha planes de expansión de medios de comunicación propios o asociados, donde se defiendan con pasión y calidad los valores más auténticamente nacionales y populares, alejados de las fantasías y perversiones discursivas de los reproductores de los mensajes casi “diabólicos” del Poder.
No hay dificultades presupuestarias que puedan ponerse como disculpas, porque no hay otra alternativa que perder, en manos de este enemigo voraz y parlanchín que nos atosiga con sus mensajes de odios y rencores entre los integrantes de un mismo sector social, al que dividen con sus elaboraciones maquiavélicas y sus noticias retorcidas, hasta convertir a todos en una masa sin conciencia, en vulgares repetidores de sus informes sin sustento en hecho alguno.
La movilización no se debe restringir solo a momentos de específicas dificultades. La expansión del conocimiento de la realidad no permite tregua ni amilanamiento alguno. El enemigo no espera, ataca todo el tiempo, valora cada acto que se le opone y se reproduce como amebas, expandiendo sus influencias más allá de los límites ideológicos, inyectando desvaríos en propios y extraños, mellando respaldos que parecieran firmes, implosionando estructuras que pudieran parecer incólumes, pero que ceden ante tamaña intrusión “mentimediática”.
Es hora de pensar más allá de las “chicanas” de los energúmenos que fungen de “opositores”, de alejarse de las miserables trampas en las que siempre se ha caído, por no pararse ante semejante monstruo con la clara intención de combatirlo y derrotarlo. Es tiempo de elevar la voz, de reproducirla hasta el infinito, de ponerle el cuerpo al trabajo comunicacional que demanda la circunstancia dramática heredada.
Hay que poner de pié la Nación, se dice con certeza desde el nuevo Gobierno. Para lograrlo, no bastará con las buenas intenciones, las leyes o las movilizaciones esporádicas. No hay alternativa alguna a la construcción de un sistema multimediático poderoso, creativo, basado en la ética de nuestra historia popular, en los valores de los grandes hombres y mujeres que intentaron construir tantas veces las mismas esperanzas, y tantas fueron derrotadas. Ahora es la oportunidad de ganar, no ya una batalla, sino la vieja y conocida “guerra” de los dueños del Poder, levantando ante ese enemigo impiadoso el mayor muro de conocimiento y verdad que podamos fundar, para concretar el “nunca más” que nos falta, el de la irrefutable verdad del Pueblo empoderado.

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