lunes, 30 de diciembre de 2019

EL FIN DE LA INGENUIDAD

Imagen de "www.lmneuquen.com"
Por Roberto Marra
No pareciera que la ingenuidad forme parte de la actividad política, pero la realidad del ejercicio de las funciones parece manifestar lo contrario. Lo negativo que está a la vista de quien quiera verlo, se suele soslayar en aras de lograr esos, tan buscados hoy en día, procesos de “colaboración” de los opositores a los gobiernos populares. Con esos loables objetivos de emprender el complejo camino de las soluciones a los dramas padecidos por las mayorías, se busca la aceptación de los otrora oficialistas, de las medidas que se pretenden tomar en esas direcciones.
No puede haber sorpresa alguna ante la acérrima oposición de los negadores de la realidad que ellos mismos crearon. No se debe esperar la simple admisión de sus fracasos ni el aplauso a las determinaciones que busquen dar algo de justicia distributiva entre la población. No hay posibilidad alguna que los perversos revean sus actos repletos de odios y rencores de clase, solo por actuar en nombre de la “democracia”, cosa que no les interesó nunca a la hora de ejercer sus cargos de manera absolutamente irregular, alejados decididamente de ese “consenso” que llena sus bocas en los discursos y escúpen con asco a la hora de la concreción real de semejante entelequia.
Ahora, cuando lo imperioso de la situación empuja a buscar soluciones que saquen a inmensas cantidades de ciudadanos del pantano de la miseria y el hambre al que fueron arrojados durante cuatro años, no se puede esperar con candor que esos energúmenos, a los que la vida ajena no les importa más que como una cifra que les aumente sus ganancias, muevan sus pensamientos para “colaborar” con el gobierno de sus enemigos eternos.
Tampoco se puede aducir que no se conocía de antemano lo que se venía en materia de “oposición”. Mucho antes de la asunción ya se intuía la clase de adversarios con los que deberían enfrentarse los nuevos gobiernos, surgidos por las demandas inexorables de sobrevivencia de la mayoría de la población. Pero también se conocían los contextos en los cuales deberían moverse para lograr de inmediato esos objetivos. No hubo un minuto de tregua del Poder con los nuevos funcionarios, atacados desde antes de hacerse cargo efectivamente de la administración arrasada por esa banda de mafiosos, especuladores y evasores consuetudinarios.
Los malandras mediáticos continuaron sus obscenas dramatizaciones de la irrealidad, enceguecidos de desprecio hacia los gobernantes electos, profundizando sus odios (si eso fuera posible) y denigrando al Pueblo al que solo saben agredir con sus falsedades a flor de piel. ¿Podría esperarse otra actitud? ¿Era posible pensar que se los pudiera convencer de sus “errores” y lograr un cambio positivo en sus aberrantes peroratas antipopulares y antinacionales?
De nuevo aparece la ingenuidad como referencia posible. Pero no cabría pensarlo así, teniendo en cuenta el nivel intelectual y la trayectoria política de los nuevos funcionarios. Se podría denominar “táctica”, una búsqueda lateral de tiempo que permita actuar con prontitud donde se lo necesita con desesperación.
Cualquiera sean los objetivos, no parecen dar resultados positivos para alcanzar los votos en las legislaturas, sino a traves de cesiones demasiado onerosas para la supervivencia de la población. Colocados en “defensores de la institucionalidad”, estos patanes con ínfulas de poderes que solo sostienen con billetes, frenan con pasión cualquier búsqueda de soluciones reales, mientras mediante prebendas desarman los proyectos en pedazos, método que les permite aparecer como componedores y, al mismo tiempo, evitar sanciones de leyes que les perjudiquen demasiado sus intereses.
La construcción de un imaginario social negativo ha sido concretado con particular inteligencia por el Poder. La utilización de la más que aceitada maquinaria mediatíca-publicitaria, les ha permitido mantener durante años un ejército de estupidizados a su servicio, lo cual les facilita ejercer sus oscuros procederes en las circunstancias actuales, cuando lo imprescindible les sirve para especular con el hambre y la desesperación de millones de necesitados.
No hay otro camino que llegar al alma de las personas. No hay otra manera de lograrlo que ejercitando una labor militante de quienes sí estén convencidos del camino emprendido, aún con sus pequeñas diferencias. Solo cabe divulgar la verdad desde este otro lado, con este otro sentido, utilizando las pocas “armas” mediáticas que se dispongan con mayor talento, montando un sistema comunicacional acorde a los tiempos que se viven, poniendo al aire las cadenas nacionales que sean necesarias, dejando de lado las ridiculeces que sobre eso instalara el enemigo.
Ingenuidad, también es sinónimo de sinceridad y de franqueza. Eso es lo que sí debe primar en nuestros gobiernos populares, respaldándose en sus pueblos esperanzados, oponiéndose a esos opositores maniqueos, repugnantes profetas de las desgracias a la que ellos nos envían con cada una de sus venganzas legislativas. Sencillez, naturalidad y simpleza, esos son los valores comunicacionales que harán de ariete ante el ejercicio de tanta miseria politiquera, hasta hacerlos desaparecer en los más oscuros rincones de nuestra historia.

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