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Por
Roberto Marra
El
sistema capitalista es una fábrica de egoismos que genera, en la
sociedad donde se desarrolla, impulsos de los individuos a pensar y
actuar solo o prioritariamente en base a sus intereses personales o,
cuando mucho, de las personas más cercanas, las que pertenezcan a su
familia o el más íntimo circulo de sus relaciones. Y así como
piensan y actúan respecto a sus intereses particulares dentro de la
esfera cotidiana de sus actividades laborales y sociales, así
reproducen en sus opiniones, sobre los acontecimientos externos a
ellos, pensamientos de menosprecios absolutos y tajantes sobre lo que
creen que no los involucra, por lejanía de clase, física o
cultural.
El
ámbito político es clara muestra de semejantes actitudes egoistas,
donde muestran todas sus facetas negativas respecto a todo lo que
suceda a su alrededor, tomando como importantes solos los
acontecimientos que creen que son los únicos que los pueden afectar
como individuos o clase. Todo lo demás, carecerá de sentido
práctico para sus pequeños intereses, tan chiquitos como sus
círculos de acción, tan elusivos de cualquier hecho lejano,
temporal o físicamente.
Encerrados
entre la cuatro paredes de la ignorancia programada por el propio
sistema, habrán de soslayar cualquier acontecimiento que resulte, a
pesar de sus esfuerzos por permanecer alejados de ellos, de vital
importancia para el futuro de la sociedad que integran, aún a su
pesar. Es a partir de allí que estos individuos renegados de lo
externo se pronunciarán sobre lo que suceda en otros sitios del
Planeta, reduciendo todo su ámbito de comprensión al más estrecho
posible, desconociendo las evidencias que lo relacionan con sus
congéneres y los resultados de cada acción desarrollada en el
Mundo.
Esto
se manifiesta con claridad ante los sucesos de los países
históricamente más cercanos de nuestro Continente, a los que no
desean tener en cuenta, por la imperiosa necesidad impuesta como
condición de sus egoismos. Es así que vemos y oímos reacciones
absolutamente negativas sobre lo que acontece en las naciones
estigmatizadas por el imperio como pertenecientes a un supuesto eje
del mal, sobre las cuales reproducirán las imbecilidades
propagandísticas que dictan los catedráticos del conjunto de medios
afines.
Nada
les importa de lo que allí suceda, en tanto puedan mantener sus
respectivos engreimientos a salvo. No aceptarán nunca las
demostraciones palmarias de las relaciones íntimas de aquellos
hechos, de apariencias lejanas, con lo que en nuestro País ocurra.
No verán en esos espejos que nos brinda la historia, las imágenes
de sus propios naufragios cuando el tsunami social los alcance, fruto
de la reproducción sistémica de los males derivados de los
programas regresivos que se aplican por igual en cada una de nuestras
naciones.
Hartan
con sus desprecios al “populismo”, despreciativa manera de
expresarse sobre la historia de las luchas populares y sus banderas
libertarias. Odian la denominación “Patria Grande”, porque la
entienden invasiva de sus efímeros privilegios. Se solidarizan con
sus iguales ególatras de otras naciones que sostienen sus mismos
principios retrógrados y perniciosos, y se enervan cuando caen los
planes de obscenos resultados sociales, esos que les permitieron
sobresalir por sobre los pobreríos que tanto desprecian.
Al
final, no les quedará otra posibilidad que rendirse ante la
evidencia de sus inútiles esfuerzos por parecer lo que nunca serán,
cuando sean apaleados por sus alabadas fuerzas de seguridad, las
mismas que ellos creían que los protegía, hasta que la realidad los
pasó por encima y los aplastó contra la misma pared de la miseria
que supieron construir para el Poder que creían de su lado. Ese
podría ser el comienzo de un nuevo camino, donde tal vez alcancen la
comprensión sobre una realidad que negaron, hasta hacer de sí
mismos, solo un pobre remedo de lo que nunca los dejarán ser.
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