jueves, 24 de octubre de 2019

LA DECISIÓN

Por Roberto Marra
Decidir significa tomar una determinación sobre algo que demanda una definición. Es resolver una acción, es dilucidar una duda, es disponer una voluntad. Y también es atreverse a hacer aquello que no parecía convencernos demasiado, algo que nos obliga a tomar partido, a lanzarse hacia adelante con la certeza de estar haciendo lo correcto, después de evaluar las alternativas que se nos plantean.
Con ese ánimo se enfrenta el crucial domingo de elecciones, donde no se trata solo de elegir algunas que otras autoridades para que nos representen, sino de poner un mojón en la congestionada ruta de la Nación, una marca que determine un antes y un después contundente, un aviso de la curva que nos desvíe del camino de la opresión económica y financiera, y nos permita comenzar a acelerar en la recta que nos devuelva a los mejores tiempos del crecimiento con equidad.
La puerta de la esperanza nos fue cerrada delante de nuestros ojos y no les pareció a todos por igual que se les estaba negando el futuro al hacerlo. Enceguecidos por demasiadas aversiones sin asidero alguno más que en la profusión propagandística que obturó las conciencias, millones de ilusos se lanzaron a la repetida aventura neoliberal, obturando sus memorias para justificar el desfalco, que sabían irremediable, pero que aceptaban en nombre de supuestas luchas contra “la corrupción”, que pretendía encabezar justo el sector social más corrupto que haya conocida la historia económica de nuestro País.
El circuito del horror de la pobreza y la miseria se fue cerrando, hasta desembocar en la desesperación del hambre de los más débiles eslabones de los postergados de siempre. Ni una sola de las vanas promesas emitidas por el energúmeno elegido para encabezar este contubernio de cuatro años, fueron cumplidas, salvo la de perseguir a los y las mejores representantes de un Pueblo esclavizado por la canalla mediática, que repetía sin cesar la andanada de falsedades que comprometieron la vida y el honor de tantas personas, solo por pensar diferente.
Frente ya a la puerta detrás de la cual se puede vislumbrar la luz de una nueva oportunidad, ante esa esperanzadora cerradura que ya comienza a abrirse, prontos a atravesarla y comenzar la reconstrucción después del tsunami arrasador de derechos, todavía se atreven a tratar de impedirlo con los empujones de más mentiras, con apariciones fantasmagóricas de cuadernos y testigos falsos, con relatos fantasiosos de hechos que nunca existieron, con amenazas de dejarnos la nada misma como recuerdo de lo que fuera un Banco Central.
Con todo eso, no pueden ya impedir que la fuerza de los votos y la tozudez de la esperanza empuje cada vez con más ahínco esa puerta a una nueva vida. No logran impedir que se resignen de nuevo a perderlo todo, los que todavía tienen algo. No pueden quitarles más nada a aquellos que ya no pueden acceder a un plato de comida diaria. No hay promesa alguna en la que el pequeño empresario pueda creer, con sus persianas bajas y sus obreros en la calle. No hay forma que los sufrientes testigos de la opulencia obscena de los poderosos que fugan las divisas a costa de la producción en estado de coma, puedan permitirse el lujo de seguir aceptándolo para esperar el “derrame” que saben que nunca llegará.
Estamos ya frente a esa puerta entreabierta, empujándola con la voluntad expresa de millones de decididos y aún con la resignación de quienes se negaban a aceptar el infierno que padecían. Retuercen todavía las bisagras los asesinos del futuro colectivo, tratando de trabarnos la salida que ellos mismos edificaron con sus acumulaciones de fracasos.
Pero no habrá fuerza posible para impedir la decisión que cambie el rumbo de los desamparados y los sometidos, hasta desbloquear esa oscura puerta que abra, por fin, la entrada al mundo de la verdad y la justicia, donde la memoria se convierta en la llave que cierre para siempre el regreso al oprobio padecido. Y la unidad no sea solo una herramienta electoral, para convertirse en la argamasa de una sociedad decidida a cambiar la vida, con todos y para todos.

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