Imagen de "Objetivismo.org" |
Por
Roberto Marra
Existe
una expresión que marca y define un determinado estado de cosas, que
manifiesta un derrotero a seguir que pareciera ser el único posible,
que cierra las puertas al debate de lo que se debe y se puede en cada
momento. Es el famoso “sentido común”, esa especie de sentencia
definitiva que se pone como límite a cualquier intento de alterar
“lo establecido”, aquello que estaría dictaminado por los
prudentes “sabios” de la sociedad, erigidos como tales con la
inestimable colaboración de los interesados en seguir sosteniendo
todo lo que resguarde sus intereses, siempre muy lejos de la
solidaridad y la búsqueda de la equidad.
El
“sentido común” termina siendo no otra cosa que un prejuicio,
una definición tan rígida como los cerebros de quienes lo
sostienen. Con ellos (paradójicamente) se avanza, pero en dirección
opuesta a lo natural, ya que la humanidad es la más clara
manifestación de la necesidad del cambio permanente, de la
imprescindible adecuación a circunstancias y situaciones que obligan
a repensar permanentemente cada acción.
Ningún
ámbito más atrapado en esos prejuiciosos “sentidos comunes”,
que el de la política. Allí se ponen sobre la mesa, todo el tiempo,
definiciones que se pretenden inamovibles, sentencias ideológicas
que marcan a fuego los límites entre los cuales se debiera transitar
por un presunto “compromiso con la historia”, falacia que bloquea
los objetivos reales que, seguramente, se plantearon los creadores de
esa doctrina que se dice defender con tamaña rigidez conceptual.
Uno
de los “sentidos comunes” más escuchados, cuando pasa un
determinado período de tiempo de un gobierno, es el del “desgaste”.
Se trata del primer paso, de la expresión primigenia que comienza la
“guerra” por la expulsión del poder político a los gobernantes
que molestan al Poder Real. De eso se encargan los medios de
comunicación, siempre afines a esa omnímoda capacidad decisoria
sobre la sociedad que ejercen los dueños de la economía y las
finanzas.
Le
seguirá otra expresión trascendente del “común sentido” que se
pretende unificador del pensamiento mayoritario por la fuerza del
bombardeo mediático. Es la “alternancia”, la tramposa forma de
tratar de impedir la continuidad de los procesos de desarrollos
virtuosos para la sociedad, poniendo en duda la capacidad de
evolucionar del gobernante en cuestión, para lo cual no tendrán
ningún prurito en destruir su imagen pública, en someterlo al
escarnio y la burla, en degradar sus condiciones de liderazgo y, si
pueden y les resulta necesario, judicializar cualquiera de sus actos
hasta encarcelarlo, castigo dirigido no tanto al líder, como al
Pueblo que lo erigió como tal, como lección que impida la
reincidencia y, como lógica consecuencia, la evolución hacia
estadíos superiores en la conciencia ciudadana que disminuya el ya
inmenso poderío de los poderosos.
La
obviedad de los pensamientos de estos defensores de la “alternancia”
necesaria por el supuesto “desgaste”, se pone de manifiesto
frente a sus opiniones favorables para la continuidad de aquellos
gobernantes que defienden sus intereses en los países “centrales”,
ese otro ridículo “sentido común” que demuestra sus
engreimientos culturales, tan falsos como sus capacidades superiores
frente a las de nuestras naciones sometidas, que no son más que el
fruto del freno a la libertad de decisión de los pueblos y su
avasallamiento por la fuerza de las finanzas o las armas.
Con
esos “sentidos comunes” se han perseguido y se persiguen a los
líderes populares en cada una de nuestras naciones. Con esas
herramientas culturales se empujan a los pueblos a sus derrotas
ideológicas, desatando el nudo que los pueda ceñir a la pujanza de
los adalides que les propongan terminar con la histórica miseria
cotidiana. Y es a esos denigrantes “sentidos comunes” que se
deberá combatir con la fiereza de las razones acumuladas en tantas
décadas de escarnios, para derrotarlos con la reconstrucción de los
nuevos-viejos sentidos de independencia, soberanía y justicia
social, esos simples y contundentes instrumentos populares que acaben
con las sucias patrañas del “desgaste” y la “alternancia”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario