miércoles, 30 de octubre de 2019

"SENTIDOS COMUNES"

Imagen de "Objetivismo.org"
Por Roberto Marra
Existe una expresión que marca y define un determinado estado de cosas, que manifiesta un derrotero a seguir que pareciera ser el único posible, que cierra las puertas al debate de lo que se debe y se puede en cada momento. Es el famoso “sentido común”, esa especie de sentencia definitiva que se pone como límite a cualquier intento de alterar “lo establecido”, aquello que estaría dictaminado por los prudentes “sabios” de la sociedad, erigidos como tales con la inestimable colaboración de los interesados en seguir sosteniendo todo lo que resguarde sus intereses, siempre muy lejos de la solidaridad y la búsqueda de la equidad.
Esos “sentidos comunes” (porque no hay uno solo, sino tantos como convengan a los guardianes del status quo) se construyen para determinar orientaciones ideológicas permanentes, que hagan imposible el triunfo de las lógicas rebeldías que naturalmente puedan surgir de la sociedad “atornillada” a esos designios supuestamente obligatorios. Se trata, en realidad, de una cultura del conservadurismo aletargante del desarrollo social que solo permite cambios que no cambien nada más que lo superficial, dejando por debajo la permanente estructura anquilosada que inmoviliza y obstruye variación alguna de lo que importa de verdad.
El “sentido común” termina siendo no otra cosa que un prejuicio, una definición tan rígida como los cerebros de quienes lo sostienen. Con ellos (paradójicamente) se avanza, pero en dirección opuesta a lo natural, ya que la humanidad es la más clara manifestación de la necesidad del cambio permanente, de la imprescindible adecuación a circunstancias y situaciones que obligan a repensar permanentemente cada acción.
Ningún ámbito más atrapado en esos prejuiciosos “sentidos comunes”, que el de la política. Allí se ponen sobre la mesa, todo el tiempo, definiciones que se pretenden inamovibles, sentencias ideológicas que marcan a fuego los límites entre los cuales se debiera transitar por un presunto “compromiso con la historia”, falacia que bloquea los objetivos reales que, seguramente, se plantearon los creadores de esa doctrina que se dice defender con tamaña rigidez conceptual.
Uno de los “sentidos comunes” más escuchados, cuando pasa un determinado período de tiempo de un gobierno, es el del “desgaste”. Se trata del primer paso, de la expresión primigenia que comienza la “guerra” por la expulsión del poder político a los gobernantes que molestan al Poder Real. De eso se encargan los medios de comunicación, siempre afines a esa omnímoda capacidad decisoria sobre la sociedad que ejercen los dueños de la economía y las finanzas.
Le seguirá otra expresión trascendente del “común sentido” que se pretende unificador del pensamiento mayoritario por la fuerza del bombardeo mediático. Es la “alternancia”, la tramposa forma de tratar de impedir la continuidad de los procesos de desarrollos virtuosos para la sociedad, poniendo en duda la capacidad de evolucionar del gobernante en cuestión, para lo cual no tendrán ningún prurito en destruir su imagen pública, en someterlo al escarnio y la burla, en degradar sus condiciones de liderazgo y, si pueden y les resulta necesario, judicializar cualquiera de sus actos hasta encarcelarlo, castigo dirigido no tanto al líder, como al Pueblo que lo erigió como tal, como lección que impida la reincidencia y, como lógica consecuencia, la evolución hacia estadíos superiores en la conciencia ciudadana que disminuya el ya inmenso poderío de los poderosos.
La obviedad de los pensamientos de estos defensores de la “alternancia” necesaria por el supuesto “desgaste”, se pone de manifiesto frente a sus opiniones favorables para la continuidad de aquellos gobernantes que defienden sus intereses en los países “centrales”, ese otro ridículo “sentido común” que demuestra sus engreimientos culturales, tan falsos como sus capacidades superiores frente a las de nuestras naciones sometidas, que no son más que el fruto del freno a la libertad de decisión de los pueblos y su avasallamiento por la fuerza de las finanzas o las armas.
Con esos “sentidos comunes” se han perseguido y se persiguen a los líderes populares en cada una de nuestras naciones. Con esas herramientas culturales se empujan a los pueblos a sus derrotas ideológicas, desatando el nudo que los pueda ceñir a la pujanza de los adalides que les propongan terminar con la histórica miseria cotidiana. Y es a esos denigrantes “sentidos comunes” que se deberá combatir con la fiereza de las razones acumuladas en tantas décadas de escarnios, para derrotarlos con la reconstrucción de los nuevos-viejos sentidos de independencia, soberanía y justicia social, esos simples y contundentes instrumentos populares que acaben con las sucias patrañas del “desgaste” y la “alternancia”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario