martes, 1 de octubre de 2019

EL MIEDO

Imagen de "La Linea de Fuego"
Por Roberto Marra
Los miedos suelen marcar las agendas de la política. En realidad, de quienes la ejercen, sean gobierno u oposición. Es notable como se hablan de ciertos temas con temores “reverenciales” hacia los involucrados en ellos, asumiendo actitudes medrosas frente a decisiones que se tornan imprescindibles para concretar los objetivos que se plantean en los discursos, dejando de lado definiciones más que necesarias ante las necesidades evidentes que reclaman ser atendidas con medidas urgentes y terminantes.
Los temores a perder una elección si se habla de tales o cuales temas, hacen que se generen declamaciones sobre ellos, que evidencian la existencia de una semilla de conocimiento de la realidad que, sin embargo, no germina en propuestas taxativas acerca de sus resoluciones. Los militantes asumen las dificultades para emitir opiniones por parte de los candidatos, como parte de las necesidades proselitistas que se subsanarán pasadas las elecciones. Pero el resto de la ciudadanía, la que solo escucha y evalúa su voto en base a lo que dicen los discursos, termina por dudar de todo y pasar a formar parte del ejército de “desencantados” de la política como herramienta de cambios sustanciales para sus vidas, lo cual los torna impredecibles.
Donde más se nota esta actitud de miedo político, es ante quienes forman parte de eso que se suele llamar “establishment”, elegante manera de referirse a los sectores más poderosos y conservadores de la economía. Entonces, los candidatos concurren a esa conferencias organizadas por estos “super-capitalistas”, para tratar de convencerlos, no de la importancia de su plan de gobierno para el desarrollo virtuoso de la Nación, sino a esforzarse por darles la seguridad de que no serán tocados sus privilegios, o a lo sumo solo un poquito y transitoriamente.
No puede haber forma más directa de acabar con la posibilidad de auténticos cambios de orientaciones en las políticas públicas, que este medroso método de manifestar dudas sobre el ejercicio del poder ante el Poder. Con ese irrespeto a las necesidades que originaron las candidaturas, se comienza a transitar por un peligroso y angosto camino, que puede llevar a desbarrancar las ilusiones con las que se anudaron los apoyos mayoritarios.
La experiencias mundiales (y sobre todo, latinoamericanas) lo advierten y resaltan. Cada vez que, por temor a perder los apoyos de los temerosos integrantes de algunos sectores sociales, se modifican los discursos para “almibarar” los tragos amargos que resultan inevitables si de verdad se desea cambiar la realidad, los fracasos están asegurados. Es que no se trata de realidades cualquieras, sino de espantosas pobrezas y miserias provocadas por esos mismos sectores del eterno privilegio que, encima, le demandan a los representantes populares que entreguen sus idearios y posterguen, por enésima vez, las decisiones que posibiliten evolucionar hacia sociedades justas.
Tampoco se trata de pretender revoluciones instantáneas, ni dar vuelta la historia como una bolsa. Sobre todo porque esa “bolsa” viene cargada de más temores y prejuicios centenarios, que ejercen otra presión adicional a quienes deben decidir los caminos a seguir. Pero, al menos, debiera plantearse un ejercicio de autenticidad y firmeza que otorguen seguridades a los verdaderos destinatarios de la acción política, cuando de justicia social se habla.
Cambiar para que nada cambie, es un lema más que usado para evitar que se asuman decisiones que terminen con las prerrogativas de quienes nunca pierden del todo, aún perdiendo. Evolucionar hacia una sociedad justa en la distribución equitativa de las riquezas generadas por todos, requiere de acabar con las especulaciones, aún con los peores y más perversos miembros de esa élite que predomina sobre las mayorías a fuerza de amenazas y sobornos. Hacerlo, significaría dar vuelta la pagina de la mentira apabullante, soltar el contrapeso de una historia que nos retiene en el pasado y abatir al enemigo más peligroso de la esperanza: el miedo.

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