jueves, 3 de octubre de 2019

MODERADOS

Imagen de "El Cronista"
Por Roberto Marra
La cualidad de “moderado” suele generar adhesiones mayoritarias hacia quienes así se muestran. Moderados y moderadas gozan de un halo de prescindencia de los extremos, que los ubicaría en una posición intermedia, las más de las veces imposible, pero cuya valoración masiva es positiva, sobre todo por la exagerada publicidad que esas posiciones tienen a través de los medios de comunicación. Es justamente en esos medios que se ubican estos personajes de pretendidas equidistancias de los opuestos de cualquier índole y materia, como método infalible para la falta de compromiso con realidades que se muestran tan obvias como negadas.
La mesura o la templanza son virtudes que se diluyen cuando se utilizan como caretas para presentarse ante la sociedad como ecuánimes, escondiendo sus auténticos pensamientos, generalmente de extremismos ideológicos inconfesables. La tolerancia es otra forma de expresar esta virtud por parte de ese tipo de periodismo enmascarado que mayoritariamente habita radios, televisoras y periódicos, con modos de aparente modosidad y dudosa moralina.

La supuesta morigeración con la que relatan la realidad, suele generar una empatía en los observadores que les provee de audiencias condescendientes con sus dichos, las más de las veces guionados para establecer creencias en cosas que nunca sucedieron, pero muy necesarias para la dominación social de quienes alimentan a esos falsos “paladines de la prudencia verbal”. De esa manera establecen un vínculo estrecho con quienes les escuchan, transformándose en “referentes” de “verdades” que nunca son tales.
El Poder ha logrado instalar, en la inmensa mayoría de la población, la idea de que la moderación es el único camino posible. Negando lo que llaman “extremismos”, se aseguran que nadie de un paso más allá de las conveniencias para sus intereses, colocando una valla al conocimiento que impida moverse por fuera del estrecho desfiladero por donde obliga a circular a la sociedad. Y por ese mismo camino transitan los políticos a la hora de buscar adhesiones a sus propuestas, tan teñidas de esa “moderación” que resultan, a veces, demasiado parecidas entre sí unas de otras.
Categorizando a las auténticas búsquedas de nuevas propuestas como parte de esos “extremos” intocables, las estigmatizan y degradan, con la insufrible colaboración de sus empleados mediáticos, siempre dispuestos a las prebendarias formas con las que transmiten sus “templadas” opiniones. Logran así atrasar los cambios que se necesitan con urgencia, postergan el saber de los sectores populares para poder encararlos, anulan el paso hacia estadíos superiores y hunden a la sociedad en dilaciones que impiden los avances imprescindibles para superar las peores consecuencias del estancamiento político e ideológico, solo con tratarlos de “extremados”.
Claro que la supuesta “moderación” resbala en la pendiente de la obscenidad cuando estos personajes caricaturescos de la incomunicación son colocados para “moderar” esos debates políticos que son, en realidad, puestas en escena para brindarle otra oportunidad al candidato del Poder. Atrapados en esas circunstancias de tan obvios resultados negativos, los otros actores de esas pantomimas televisadas se auto-obligan a “moderarse” en sus expresiones, sabedores de que cualquier corrimiento por fuera de “lo establecido”, los hará centro de las peores degradaciones por parte de los energúmenos periodísticos que intentan pasar por “imparciales”.
El resultado será una nueva vuelta en la espiral de la negación de la verdad. Nadie más que sus “moderadores” serán los “ganadores” de esas sucias parodias de pantalla, fruto del irrespeto a la sociedad y el desprecio a sus interlocutores, que pasarán por allí solo para aumentar por unas horas el rating de esos “famosos” y dar un peligroso paso hacia el cercano abismo del fin de la ilusión de todo un Pueblo.

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