Imgen de "RPP" |
Por
Roberto Marra
Ocultar,
mentir, tergiversar, distorsionar, retorcer la realidad, es parte del
formato adquirido por los medios hegemónicos para instalar ficciones
mostradas como hechos concretos. A partir de allí, cualquier cosa
puede esperarse de esos sistemas de comunicación amañados, atados
al carro del Poder o, más aún, subidos a él, formando ya parte
misma de esa fracción ínfima de la humanidad que domina al resto
por la fuerza de sus exuberantes acumulaciones financieras, frutos
todas del relegamiento de millones de personas, de su virtual
desaparición de la vida real, transformadas en simples herramientas
para elaborar opulencias ajenas, a cambio de menos de lo que se
necesita para sobrevivir.
Por
esos andariveles de extrema endeblez ideológica, llegaron a
convencer a multitudes y apoderarse de los gobiernos de los países
de Nuestra América, una serie de individuos carentes de toda moral,
seres despreciables por sus inauditas manifestaciones antisociales,
representantes directos de las oligarquías locales y obedientes
lacayos del amo imperial. Supieron penetrar sus mensajes de odios
irreconciliables y desprecios xenófobos a través de esa “gran
prensa” nutrida de serviles cipayos con apariencia de
“periodistas”, una definición que resulta demasiado generosa
para semejantes ocultadores de la verdad.
Estos
ciclos cortos donde predominan estos pobres personajes politiqueros
con ínfulas de estadistas, hacen el trabajo sucio que necesitan
desde aquel Poder que todo lo pretende para sí, destruyendo las
bases construídas con tanto esfuerzo popular en busca de una
justicia social que solo parece estar destinada a ser el sueño
intocable de las mayorías, esperanzadas en la dignidad de una vida
que honre sus derechos y se encamine a superar las taras de una
sociedad estancada en procesos profundamente regresivos.
Los
mendaces mediáticos nutren de equívocos estudiados a los distraídos
televidentes, que asumirán como ciertos, hechos que nunca sucedieron
o que resultan opuestos a lo que se muestra, relatos creados para
confundir y generar odios hacia los líderes populares que han
comprendido a cabalidad los sucesos y actúan en consecuencia.
Los
nefastos personajes elevados a la categoría de “presidentes” de
nuestras naciones, cómplices del horror de la miseria programada
desde el imperio con la inefable colaboración de los organismos
multilaterales que ofician de prestamistas usureros, completan el
cuadro de situación con los imprescindible métodos de represión
que requieren estos sistemas de dominación, matando a diestra y
siniestra en nombre de la libertad... de mercado.
Por
allí están transitando ahora estos esclavos de los financistas
planetarios, haciendo sus deberes asesinos, con las armas y con el
hambre. Eso, y no otra cosa es lo que sucede en casi todos nuestros
países y tan violentamente en Ecuador. Y es en este último que se
ha desatado la furia de un Pueblo que fue traspasado por la espada de
la traición de un pobre y miserable remedo de estadista de vuelo
corto, sucio personaje de escasa capacidad intelectual y nula moral,
que permanece atado a su silla andante para terminar la tarea
destructiva del orgullo de sus connacionales, empujado por los
oligarcas que buscan eliminar de la conciencia popular el recuerdo
palpable de lo realizado por Rafael Correa y “su” Revolución
Ciudadana.
Otra
vez la mentira agitada como bandera antipopular, se encarga de
sostener los últimos estertores de este troglodita sobre ruedas.
Otra vez las acusaciones ridículas hacia una Venezuela que ya tiene
demasiado con soportar el asedio voraz del imperio, sus bochornosos
cómplices locales y la imbecilidad de los aprendices de periodistas
que ofician de voceros del Poder que los subsume en sus procesos de
venganzas clasistas.
De
nuevo el espanto de las balas sobre un Pueblo que parece emerger de
la propia Pachamama, que salieron a gritar sus propias verdades, las
de a puño, las incontenibles, las que solo pueden ignorar los
obtusos egoistas que miran sus ombligos para no ver su mismo futuro
reflejado en los ojos de esos libertarios de la tierra que comparten,
sublevados para hacer realidad el significado del hermoso nombre de
su Nación. Porque Ecuador significa, nada mas y nada menos, que
igualar.
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