viernes, 5 de julio de 2019

EL DUEÑO DE LA CIUDAD

Imagen de "Diario La Capital"
Por Roberto Marra
Cuando los “esclavos” defienden al “amo”, se está ante la más degradante pérdida de la condición humana. Nada más se puede perder, después de la libertad, como no sea la decisión de seguir siendo lo que se es, lo cual implica irremediablemente, la propia muerte social de esos individuos como tales, en manos de quienes alimentan sus miserias y los arrastran hacia la indignidad infinita de dejar de ser personas para ser simples herramientas para lograr los objetivos de su “propietario”.
Así sucede cuando las condiciones macroeconómicas transitan por períodos de absoluta pauperización de la sociedad, cuando la dignidad del trabajo es un simple recuerdo de tiempos pasados, cuando la pobreza empuja hacia los costados de la vida a las mayorías, que miran desolados pasar las horas del abandono y la desesperanza, mientras unos pocos continúan y profundizan sus ventajas de poderosos sin límites, engordando sus inmensas fortunas con la extorsión del trabajo mostrado como zanahoria a los desesperados.
Con ese método es que se ha ha logrado aprobar la construcción de unas torres en pleno centro de la ciudad de Rosario. Ese ha sido el sistema perverso mediante el cual un “emprendedor inmobiliario”, obtuvo la adhesión de las necesarias manos levantadas de los especuladores de la política que habitan el Concejo Municipal. Eso, más el acompañamiento del sindicato de los obreros de la construcción, cuyas necesidades de trabajo utilizaron como excusas los “inversores”, esos esclavizadores modernos de las ciudades, los que se llenan la boca con las generaciones de empleos que traerán sus emprendimientos.
Mostrando la incapacidad para conducir el desarrollo urbano que tiene la actual administración, como no sea a través de esas oscuras “transas” con los poderosos como el propietario de esas tierras (en la práctica, el verdadero “urbanizador” de Rosario), una vez más tiran a la basura sus “planes directores”, simples maquetas destinadas a la cooptación de voluntades y votos, inútiles representaciones de los que no son capaces de construir, porque no se animan a pensar por sí mismos, sino a través de los dueños del Poder, a los que sirven con fruición para mantenerse en las funciones que les permitan parecer lo que nunca serán: gobernantes.
El método es tan sencillo como fatal, tan práctico como pérfido. Si uno es propietario de terrenos ubicados en zonas privilegiadas de la urbe, ya tiene media “batalla” ganada. Después vendrán las propuestas inmobiliarias, las promesas de desarrollo de zonas “caídas”, los dibujos mostrando la felicidad construída, las explicaciones de un abandono de décadas por culpa de quienes no les dejan hacer lo que ellos desean. Aparecerán los concejales “serios”, tramitando supuestas exigencias a los desarrolladores, simples papeleríos intrascendentes, vacíos de urbanismo y repletos de sospechosas maniobras de elusión de responsabilidades.
Se instalará la discusión en los medios, los cuales (casualmente) siempre tendrán las publicidades de los interesados en el negocio en cuestión. Otra casualidad será la de mostrar obras de esa misma empresa donde todo parece como de ensueño, en realidad, pesadillas que cubren de edificios inhabitados los mejores lugares de la Ciudad, cáscaras vacías donde nadie entiende para qué se construye, como no sea como disculpa de inversiones de dineros de sospechosos orígenes.
Detrás de las pequeñas peleas por alturas mayores o menores, se oculta la absoluta incomprensión de la razón de ser de esta urbe, receptáculo de la vida de centenares de miles de habitantes que parecen estar pintados, convertidos en simples observadores de la realidad que les imponen cuatro “vivos” con apariencia de inteligentes, astutos personajes que se han hecho dueños del destino constructivo de semejante historia ciudadana, ámbito donde hubieron ideas que pudieron haber convertido a esta Ciudad en ejemplar, en la bella representación de un hábitat de ubicación privilegiada, ahora hecha trizas en nombre de un “progreso” que retrocede, abandona y suple la realidad con imágenes de una falsedad inherente al pensamiento vacuo de quienes la conducen.
Seguirán llenando espacios vacíos con voluminosos edificios de “categoría”. De categoría miserable, desde lo estético y desde lo razonable de su funcionalidad. Continuarán los concejales levantando las manos cada vez que el “mandamás” constructivo se le ocurra levantar alguna torre en los lugares más ventajosos para él. Y será la continuidad de la implosión permanente con la cual se ha venido haciendo urbanismo durante estos gobiernos “progresistas”, transformando la historia en escombros y el futuro en remedo de una “Barcelona” de cabotaje, lista para la foto fácil de los turistas que nunca sabrán la gloria de lo que se esconde debajo de los cimientos de la ignominia constructiva, cuyos dueños, una vez más, han logrado sus perniciosos objetivos.

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