viernes, 26 de julio de 2019

OTRA VEZ LOS BOMBEROS


Por Roberto Marra
En estos tiempos de dominios conservadores, de tránsito por el viejo y maladado camino de la intolerancia, de refugio en consignas baratas con criterios basados en el odio y el resquemor hacia los más desgraciados de la sociedad, se atisban algunas esperanzas de restauración del humanismo que debiera regir cada uno de nuestros actos, si fuera verdad que se pretende transformar la realidad y darla vuelta, para mostrar su revés, su otra cara, esa que alimentó nuestras esperanzas de dignidad que vinieron a apabullar los modernos “atilas” que nos están atravesando sin dejar más que dolor y desamparo, miseria y hambre, dependencia y falta de justicia.
Sucede, sin embargo, que en una sociedad fracturada a propósito, desvalijada de bienes y valores morales, la recepción de los mensajes de quienes pretenden llegar a las conciencias de los invadidos por los slogans que convirtieron la inteligencia en una pasta informe sin más capacidad reflexiva ni sentimientos solidarios, resulta demasiado compleja.
No es sencillo lograr la atención, siquiera, de quienes se han convertido en soldados de un ejército de “maniquíes” que repite sin cesar lo que le dicta el “gran hermano” mediático. Hay que reconocer que semejante actitud parte de una dura base de engreimientos clasistas, siempre propensa al desprecio fácil hacia los paradigmas de sus desvaríos: la “negrada”, los “villeros”, los que nada merecen, esos que suponen que les roban sus merecimientos de superioridades económicas, perdidas por correr detrás de sus amados ricachones.
En ese magma social se desenvuelve la actual campaña hacia las elecciones. En medio de tales concepciones tienen que hacer llegar sus mensajes los que dicen proponer algo distinto, opuesto al delirio oligárquico que logró instalar el Poder en el gobierno, mellando los cerebros de los desprevenidos y también de muchos prevenidos que intentaron convertirse en lo que jamás podrán ser, con tal de acomodarse a las pautas que imponen con despidos y hambre.
Compleja tarea de los candidatos populares, teniendo que mostrarse diferentes sin “asustar” a los eternos “sospechantes” de sus concepciones de arraigo en una historia que no quieren aceptar, negando hasta la redondez del Planeta, si es necesario, con tal de que no vuelvan los que prometen alimentar a los pobres, los que otorgan derechos a los abandonados, los que intentan reconstruir una Nación soberana.
El miedo es el mejor arma que poseen los poderosos. El miedo que alimentan con inventos de historias pasadas que nunca pasaron y con relatos de futuros imposibles, atrapando a la sociedad en un eterno presente de vulnerabilidad asegurada, propensa a aceptar cualquier sacrificio que venden como el elixir de felicidades para dentro de... cien años. El miedo que apela a los peores instintos cavernícolas, que pretende congelar las reacciones lógicas ante tanto frenesí desvastador de los derechos más elementales.
Pero ahí vienen los “bomberos populistas”, por enésima vez, listos para apagar los fuegos encendidos por esta oligarquía sin moral, por estos delirantes ladrones que ya se han sacado los guantes blancos, ensoberbecidos de tanto triunfo financiero, de tanta aceptación del “mediopelo” al que también les clavaron sus colmillos de vampiros insaciables, convirtiéndolos en lo que antes eran los motivos de sus desprecios, arrojándolos al mismo lodo, “todos manoseaos”.
El temor deberá transformarse en sacrificio, el engreimiento en solidaridad, la necesidad en propuestas y los derechos en votos. El camino hacia la dignidad recuperada será arduo y acompañado de mil zancadillas, donde solo el protagonismo popular será la garantía del triunfo. La senda hacia la justicia estará plagada de piedras leguleyas, de jueces y fiscales que serán el virus con el que intentarán destruir desde adentro el proceso de recuperación nacional. Pero, esta vez, nada ni nadie deberá ceder. Porque no se está ante un simple partido de truco, donde ronda la mentira y la “viveza” criolla. Aquí se disputa la Patria. Y con eso, no se juega.

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