martes, 2 de julio de 2019

CONTRA-EVOLUCIONES

Imagen de "Cubadebate"
Por Roberto Marra
Como un “moderno” Darwin, un personaje al que se le ha otorgado el pretencioso título de “rey de la soja”, ha lanzado su propia teoría de la evolución (económica), utilizando entre sus expresiones una palabra demasiado significativa para la sociedad argentina, como es “desaparición”. Así lo ha determinado frente a ese meneado pre-acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea, respecto a las empresas que no puedan “re-adaptarse” a las condiciones neo-coloniales que se pretenden imponer desde el Viejo Mundo, que de tan viejo parece oler a podrido en cada uno de sus estertores de soberbias nunca curadas.
Descarnadamente, sin medias tintas ni redes de contención, manda a la muerte prematura a miles de empresas y, con ellas, a millones de trabajadores sin destino, todo por lograr sus repugnantes ventajas financieras, todo por acrecentar sus odiosas fortunas, acumuladas gracias a la liviandad eterna con la que se ha tratado a estos energúmenos a lo largo de nuestra historia, producto de la aceptación mansa de sus poderes emanados del robo primigenio de lo que nunca debió ser suyo.

Otros engreídos personajes que actúan como “economistas estrellas”, intentan darle sostén “teórico” a este paladín de la maldad, pretendiendo explicar con palabras lo que salta a la vista por la evidencia de las palabras que no se preocupan en ocultar los mandamases de la decadencia europea. “Hay que esperar la letra chica”, dicen a sabiendas que todo está ya a la vista de quien quiera ver, que todo rebalza de impudicia financiera y oscuridad semántica, lo suficiente para comprender que la muerte de nuestras economías está a la vuelta de la esquina.
Llaman a estos arreglos super-estructurales “de libre comercio”. Libre de condiciones para ellos, repletos de requisitos y limitaciones para nosotros. La vieja piratería con ropaje renovado se pasea frente a nuestros ojos haciendo ondear su bandera mortal en nombre de libertades que nunca tendremos y negando desarrollos que prometen en vano, para seducir a los imbéciles y a los traidores a sus pueblos.
Los oligarcas no llegaron al gobierno solo para hacer breves negocios, sino para diagramar y fijar una estructura que les asegure la continuidad y profundización de su poder. Sus pretensiones son las de siempre, pero en el contexto de un Planeta degradado y maltrecho, donde miles de millones de personas no alcanzan a comer un plato de comida al día, espejo de lo cual vemos morir en nuestras calles a los pobres de toda pobreza bajo las heladas impiadosas de un invierno que no es solo climático.
No se trata solo de un gobierno conservador. No son simplemente un hato de improvisados en busca de réditos fáciles (que también lo son). No pretenden sencillamente gobernar para los ricos (que lo hacen, exclusivamente). Son depredadores seriales, son dinosaurios redivivos que arrasan con todo y con todos, son bandas de forajidos amorales que sustentan su poderío en el miedo de las mayorías, inducido por sus cómplices mediáticos y alimentado por politiqueros sin escrúpulos que sobreactúan sus incapacidades hasta convertirse en los payasos de un circo al que le están robando hasta la carpa.
Como paradoja de semejante desvarío social, al mismo tiempo que aquel energúmeno sojero emitía su “veredicto” sobre el ridículo tratado de comercio esclavizante, un indigente moría de frío en una vereda de esa Buenos Aires de contrastes irritantes, donde la riqueza apabulla y la miseria se tapa con muros de vergüenzas incontenibles. Pero nada de eso le importará a ese personaje siniestro de apellido innoble, pero de poderes inmensos solo basados en el dinero acumulado.
Hay que proceder ya, para generar una nueva “especie social”, una evolución de aquella que supo algunas veces arrancarles las prerrogativas a los eternos privilegiados y convertirlas en derechos sociales que después se convirtieron en cenizas. No parece que quede otro camino que la reproducción rápida y geométrica de una “raza” de valientes que termine con la ilusión oligárquica de su eterno dominio. Entonces puede que comience, desde allí, un nuevo tiempo de justicias nunca acabadas, de independencias jamás terminadas, de soberanías siempre avasalladas. Y donde lo único que desaparezca, sea esa maldita casta de asesinos sin banderas.

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