martes, 9 de julio de 2019

LA VERDADERA INDEPENDENCIA

Imagen de "LIT - CI"

Por Roberto Marra
Cuando todavía éramos demasiado chicos para comprender las trágicas realidades que atravesaban a nuestro País, quien más, quien menos, habremos jugado con soldaditos, imaginando batallas épicas contra enemigos fantasmas a los que, invariablemente, vencíamos. Eran soldados con uniformes de otros tiempos, rememorando a Granaderos o Patricios dispuestos a morir por la Patria, sin que todavía comprendiésemos con claridad que era exactamente eso.
Después, cuando el tiempo hizo trizas aquellos sueños pueriles de contiendas patrióticas, cuando los soldados de carne y hueso se convirtieron en martirio para inocentes que se atrevían a pensar en libertades prohibidas, aprendimos a las apuradas que todo había sido una ilusión, un aprendizaje inútil de admiraciones vanas hacia quienes no existían más que en los discursos incoherentes de los bravucones con charreteras, que se apoderaban del Estado para destruir las esperanzas populares y vender al mejor postor los sentimientos nacionales que se suponían parte indisoluble de los uniformes que la Patria les otorgaba.
Convertidos todos en sus enemigos, salvo quienes sostenían financieramente sus engendros represivos para asegurar y profundizar sus ganancias casi infinitas, ocuparon el territorio como si se tratara de una fuerza extranjera, arrasando con cada atisbo de rebelión, cada movimiento que intentara algo parecido a la justicia, hasta lograr su peor objetivo, el de la desaparición de los mejores hijos de esta tierra, los más esclarecidos defensores del sentimiento nacional, convirtiendo a la Nación en un manojo de miedos nunca culminados.
Cuatro décadas después, arribó al mismo sitio otro contumaz representante de las mismas pasiones destructivas, un heredero de aquellos que sostuvieron con pasión demoledora a los asesinos de entonces, sus socios armados para la defensa de sus intereses. Con las mismas recetas y los mismos acompañamientos internacionales, logró el sinsentido de ser elegido por las urnas, atravesando las conciencias con las modernizadas armas mediáticas que entonces también supieron ser utilizadas para la mentira cotidiana y la fabricación de obsecuentes sin pensamientos propios.
Aquí estamos ahora, ante un nuevo aniversario de una independencia que nunca se terminó de concretar, frente a la desgraciada evidencia de una nueva traición a la Patria que intentaron crear nuestros San Martín, nuestros Belgrano, nuestros Artigas. Por el mismo camino de los ejecutores de aquellas persecusiones a los mejores hombres y mujeres que generó esta tierra, el empoderado gerente del imperio que ahora mismo nos gobierna, renueva sus improperios antipopulares, aplasta cualquier signo de dignidad nacional y resigna hasta el más mínimo atisbo de patriotismo, encabezando desfiles berretas de soldaditos de plomo, sin otro sustento que el sentido represivo de esas fuerzas nacidas para la defensa de lo que el pusilánime presidente nunca podría entender.
Sus bajezas económicas y su actitud de vendepatria sin remedio, han logrado poner a nuestra Nación en terapia intensiva, casi sin energía ni respirador artificial que la pueda recuperar. Como un Atila del subdesarrollo, ha convertido en tierra arrasada al vergel recibido, ha hundido al Pueblo en un marasmo de denigraciones y miserias nunca vistas, ha logrado lo que ni siquiera aquellos armados desaparecedores pudieron realizar, haciendo añicos la construcción de lo que tanto sudor y sangre necesitó.
Falsa su sonrisa de cartón, falsos sus saludos a los soldados que no saben por qué desfilan, falsos sus mensajes de falsos patriotismos, falsos sus acompañantes de aventuras de traiciones sin límites. Todos estamos atravesados por la mentira y la desidia, aplastados por el abandono y el odio de clase, heridos por las bayonetas de sus desprecios, corridos por las balas del esperpento que oficia de ministra de seguridad.
No es momento este para jugar a los soldaditos, sino de rememorar los sentimientos que nos inducían las inocencias de entonces. Es tiempo de retomar los sueños sanmartinianos, de re-encontrarnos con Belgrano y sus pasiones incumplidas, de asegurarnos de no extraviar las razones del Artigas olvidado, para recuperar nuestras firmezas ideológicas y solidaridades sin límites, sosteniendo las banderas abandonadas por correr detrás de falsos oropeles sin sentido, dispuestos a reconstruir la Patria nuevamente, a conquistar su verdadera independencia, convertidos todos en un pacífico ejército que libere para siempre esta tierra de los fantasmas de las traiciones, con las mejores armas que un Pueblo puede cargar: memoria, verdad y justicia.

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