miércoles, 3 de julio de 2019

DESPUÉS DEL ECLIPSE

Imagen de "diariodelujan.com"
Por Roberto Marra
Por unos instantes, un eclipse tapó a otro. Por algunos minutos, la oscuridad logró tapar las vergüenzas en flor de millones de pretendientes a seres humanos, nunca favorecidos con las bolillas ganadoras. Por esos escasos momentos, todos parecieron ser más iguales, todos agrisados sobre un fondo de tenue luz mortecina, mirando el fenómeno natural como a una deidad de tiempos pasados. Hasta que la realidad brilló de nuevo, trayendo al primer plano lo que nadie quiere ver, lo que siempre está oculto, lo que se esconde bajo la alfombra de las mentiras y el desprecio.
Entre un rejunte amorfo de barro y desechos, animales y humanos retoman sus tareas de sobrevivencia en un barrio que lleva el paradójico nombre de “La esperanza”. Entre cerdos y cabritos, entre gallinas y perros, entre ratas y hormigas, decenas de “nadies” se asoman entre las montañas de basuras pestilentes, revolviéndolo todo, buscando “ese mango que te haga morfar”, llenando carritos con restos de alimentos probados antes por otras bocas, convertidos en miserables “manjares” de hambrientos subdesarrollados.
Como para demostrar que esa será la realidad que deberán soportar para siempre sin posibilidad de objeción alguna, los causantes de semejantes condiciones se aseguran de ser observados, a la distancia, en sus exclusivas canchas de golf, yendo de hoyo en hoyo para cumplir con sus repugnantes travesías a ningún lado, simples representaciones de poderíos sustentados en dineros de sospechosos orígenes, bastardos de una oligarquía recalcitrante que atraviesa la historia con sus peores muestras de desprecios.
Bajo unos pedazos de chapas y maderas que ofician de “viviendas”, chiquilines sin destino de hombres o mujeres, repiten jugando las búsquedas de sus padres. Revolver basura es su principio y será su fin. Mirar las verdes lomas del campo de golf les acostumbrará a saber sus límites sociales. Un arroyo les va colocando en sus lugares, marcando esa “grieta” que inventaron para alejarlos de la vida, para acercarlos a la muerte temprana, para olvidarlos en ese rincón del espanto y el desprecio.
Cada tanto, algún bienintencionado se acerca para otorgarles alguna dádiva, para cubrirlos con una manta de vergüenzas, para llenar sus bolsos raídos con polentas y fideos sobrados de alacenas repletas. De vez en cuando, alguna campaña política acarrea hasta el lugar a candidatos buscando la confianza de esos negados sociales. Solo será un instante, un mero recorrido televisado, un simple acting para el lavado de conciencias mal entrenadas, un soplo de esa “esperanza” que el propio nombre del barrio no alcanza a explicar.
Después, la “normalidad anormal” retornará a su camino habitual, pateando ratas muertas y pisando excrementos de cloacas a cielo abierto, pisando charcos de napas de aguas podridas, hundiéndose en lagunas y barros casi eternos, oliendo a muerte cotidiana, mientras detrás del arroyo los causantes de cada uno de esos padecimientos tapan los olores con sus “Chanel Number Five”.
Estamos en guerra y no nos hemos dado cuenta. Es un combate que se inició en el mismo momento que se intentó dar el primer grito de libertad. Es una sucesión de batallas perdidas que lleva más de doscientos años. Es una disputa que fue fabricando perdedores, naturalizando realidades incoherentes con la feracidad de nuestros suelos, inconcebibles en medio de las dimensiones de nuestras tierras, solo posibles por el triunfo de las argumentaciones de los imperios y sus lacayos locales, aceptadas incluso por las víctimas que habitan esas miserias que apabullan.
En ese mar de contrastes inaceptables es que se va a desarrollar la próxima batalla. Es para terminar con semejante oprobio que se necesita levantar de la comodidad de la mirada televisada a los millones de compatriotas que todavía conservan sus consciencias de humanos bien nacidos. Es para arrasar con la miseria y no con los miserabilizados que se precisan las acciones contundentes de los próximos gobernantes. Y es para elevar a la categoría de humanos a tantos habitantes de “barrios la esperanza” desparramados por nuestra Patria destrozada, que se requieren los votos masivos de un Pueblo descontaminado de mentiras y falsas ilusiones de “primer mundo”, para transformarnos en nuestro propio Mundo, justo, libre y solidario.

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