viernes, 19 de abril de 2019

EL FIN DEL CALVARIO

Por Roberto Marra
Somos condenados a la muerte social. Nos obligan a cargar con la cruz de la pobreza. Caemos en el engaño electoral. Una mujer nos advierte del peligro, pero no la escuchamos. Alguien nos quiere ayudar, pero seguimos por el mismo rumbo. Algunas almas bondadosas nos dan un mendrugo, solo para sobrevivir. Caemos por segunda vez en el engaño electoral. Nos cruzamos con quienes luchan por salvarnos, pero están muy solos. Caemos por enésima vez en las triquiñuelas mediáticas de los poderosos. Nos roban hasta las conciencias. Nos clavan con estigmas que llaman “populismo”. Nos persiguen hasta que perdamos las esperanzas de ser humanos. Nos abrazan, solas, las nobles y sabias madres de la Plaza. Y terminamos en la más denigrante de las miserias.
Esas son las catorce estaciones del calvario popular. Ahí están representadas todas nuestras desgracias resumidas, los padecimientos de la sobrevivencia oprobiosa, las injusticias más profundas, las espinas de la denigración humana, cargando sobre nuestras espaldas las mentiras que nos confunden el camino, para terminar tirados al costado de alguna senda hacia el infierno de abandono.
Ese es el recorrido maléfico que se transita desde hace más de tres años, con un grupo de perversos a la cabeza, guiándonos hacia la desaparición como Nación, sofocando los vestigios morales que nos quedan, apagando la rebeldías con palos y gases, traficando el alma de un Pueblo confundido, deshonrando la historia y sometiendo la Patria ante el imperio.
Es una ruta conocida, pasamos muchas veces por los mismos carteles que nos advertían lo que nos esperaba a la vuelta de cada curva del destino. Pero insistimos con los mismos odios, con idénticos desprecios, con iguales olvidos. Tiramos las experiencias reales a la basura de la brutalidad, para asirnos del sucio placer de la ignorancia. Nos cobijamos en los aleros del Poder, creyendo en la fantasía del fin de la pobreza y la inflación.
Ahora, después del abandono, de la inmensa deuda generada para robarnos el futuro, luego de pasar a degüello con los derechos más elementales, de arrasar los salarios y denigrar a los jubilados, de olvidarnos del profundo significado de la palabra soberanía, ahora esperamos el milagro de la resurrección, el prodigio del regreso a los tiempos justos, el portento de alguien que nos limpie el camino de regreso hacia lo perdido.
Pero todavía nos damos el lujo de sospechar de la honestidad de quien llamamos para que nos auxilie. Todavía escuchamos los cantos de sirena de los sucios personajes mediáticos que nos empujaron la mano en la urna. Aún nos atrevemos a suponer indecencias de quienes nos abrieron la puerta a un mundo donde el trabajo era la digna vara para medir el desarrollo.
A pesar de tanto dislate social, de tantas persecusiones amañadas, de las oscuras inmoralidades judiciales, de los clavos de repulsas con la que pretendieron atravesarla, a pesar de todo eso y mucho más, ahí está esa mujer, todavía pensando por y con nosotros, soñando los mismos sueños que antes, pero mejores; ayudando a unir los pedazos de esta Argentina desvastada, abriendo senderos de unidades que parecían imposibles, renovando el aire de la politica envilecida por los asesinos de la Patria.
Pero, como aquel crucificado de los tiempos de Pilatos, esta Patria resucitará. No falta demasiado para verlo. Nos va la vida en esa tarea, estamos obligados a empujar la puerta de la historia, atravesar el duro trayecto de una lucha desigual y derrotar con la furia provocada por tantas frustraciones e injusticias, a estos miserables títeres de un imperio decadente y cínico, aplastando sus mentiras con la verdad acumulada en los recuerdos que, paradójicamente, viven en el futuro.

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