jueves, 11 de abril de 2019

LA DOCTRINA DE LA IGNORANCIA


Por Roberto Marra
Es en vano cualquier intento de hacer comprender la realidad a quienes no desean hacerlo. Resulta inútil pretender que esas personas entiendan las razones de la situación padecida por la sociedad en donde viven. No se trata de capacidad para la comprensión, sino negación absoluta y terminante a aceptar la verdad evidente, las pruebas de los desmanes que ellos mismos sufren, los desvíos obscenos e inmorales de las más básicas reglas de equidad y justicia que se desarrollan ante sus ojos y su oídos.
Todo se basa en los pre-juicios, esos alienantes intentos de manifestar superioridades que no se tienen, de acusar intencionalidades inexistentes o señalar culpables ajenos a los hechos. Se plantan en sus “convicciones” (que poco tienen de ello) para elucubrar fantasiosas teorías con menos sustento que la vida en Marte, con el único e irrevocable objetivo de destruir al enemigo que le sugirieron mil veces por las pantallas.
Se sienten triunfadores al ver tras las rejas a sus odiados del momento, saborean sus etéreos éxitos con congéneres de similares incapacidades reflexivas y sonríen capciosos ante quienes saben adherentes a las mismas ideas que los enjaulados por la justicia amañada. Son como un ejército de cobardes neuronales, incapaces de elaborar pensamientos propios, seguidores obsecuentes de los poderosos de turno, creyentes dogmáticos de los gurúes televisivos que les ofrecen la “comida” ideológica masticada.
Así van por la vida, cuidando pertenencias obtenidas en épocas “populistas”, alardeando de fortunas mal habidas, arrasando con plusvalías y merecimientos ciertos de quienes realizan esfuerzos ciclópeos para sobrevivir. Intentan copiar a sus “amados” millonarios, imitando las odiosas costumbres de esos desalmados, despotricando contra los empobrecidos, que lo son por la aplicación de planes genocidas que, tarde o temprano, les caerá también a estos imbéciles negadores de la realidad.
Retrasan la historia, asesinan el tiempo que les quitan a los que nada tienen, mortifican la esperanza de los desolados transeúntes de vidas inutilizadas. Son como perversas arañas, que atrapan en sus redes de ignorancias a otros desprevenidos, que se subyugan con sus vanidades de humo, muriendo para alimentar esa brutalidad inhumana que los conduce hacia un abismo de inconsciencia.
Terminarán como todos, convertidos en carne de cañón de sus defendidos, tirados al costado del camino hacia la nada que se pavimenta siempre desde el Poder. Ya en sus últimos suspiros, aún así continuarán con sus sinrazones a flor de piel, agarrándose de las botas tantas veces lamidas de sus amos doctrinarios, negando su propia inminente muerte en manos de sus paradigmáticos patrones.
Y exhalarán sus odios engendrados por las armas mediáticas de destrucción masiva de neuronas, gritarán sus últimos desprecios al viento de la historia de patrañas y acabarán, sin remedio, mezclado en el mismo polvo de sus abominados “populistas”, después de arar toda sus vidas en el oscuro mar de las mentiras.

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