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Por
Roberto Marra
En
la ciudad de Buenos Aires, un hombre que se había introducido en un
contenedor de residuos para buscar, como todos los días, el sustento
para su familia, fue arrojado, junto con la basura, al camión
recolector, lo que le causó la amputación de un brazo y diversas
fracturas. Esta es la más perfecta alegoría de la Argentina de hoy,
donde la mayoría de sus habitantes son considerados solo como
desperdicios de la sociedad, necesariamente descartables para el
sistema imperante, brutalmente sometidos a la vejación del hambre y
la exclusión, al tiempo que los causantes nos aseguran que “lo
peor, ya pasó”.
Los
hijos de aquel hombre desechado en la basura, pudieron observar todo
el “proceso”. Ya aprendieron cuales serán sus destinos, por
donde andarán sus pasos de niños pordioseros, donde acabarán sus
días de miserias insoportables, de eternos mendigos del simple
“placer” de comer todos los días. Son la continuidad de la
estirpe de sometidos, la carne de cañón del inmundo método de
acumulación de riquezas en las pocas manos de los asesinos de la
verdad y la justicia social. Esa es la única “escuela” a la que
podrán asistir cada día, donde aprender a bajar sus cabezas ante
los amos de sus desgracias.
Pero
la verdadera cuestión es encontrar la salida de esta infinita
“tormenta” oligárquica, de este “tsunami” social alimentado
a mentiras y zanahorias inalcanzables. El interrogante a dilucidar es
cómo llegar a acabar con esta síntesis de todas las maldades en que
se ha convertido nuestra sobrevivencia, cómo desplazar a estos
genocidas y sus poderes “supremos” hacia el costado del camino de
la construcción de una Patria nueva, cómo hacer que nunca regresen
y desaparezcan sus oscuras teorías gorilescas.
Tarea
para los hogares de los que aún estamos vivos y conservamos la
capacidad de pensar con nuestras propias neuronas. Trabajo
indispensable para las buenas personas que son mayoría y no alcanzan
a comprenderlo todavía. Labor militante de los más esclarecidos,
que deberán abandonar, por un rato, las mesas de debate teórico
para alistarse al frente del ejército de los “nadies”, liderando
la concepción de una nueva era de una Nación cansada de esperar un
destino que es imprescindible salir a buscarlo con urgencia.
Deberán
despejarse de la ruta hacia la nueva vida, a los cómplices que
siempre juegan sus cartas a la banca. Aprender a descifrar sus
disimulos y saber de sus falsas impostaciones populacheras, allanar
la búsqueda de la síntesis del necesario liderazgo en quien
represente, con algo más que palabras, los sentimientos y apremios
populares, que comprenda y sufra sus dolores, que reduzca la
distancia entre lo dicho y lo hecho, que acabe con la mendacidad del
que solo mira su ombligo y proponga, simplemente, la supremacía de
su pensamiento.
No
hay mucho para buscar. Está allí, al alcance de las manos de los
ninguneados, a la vista de los que quieren ver, sonando en los oídos
de quienes saben escuchar. Se puede percibir el perfume de las
palabras que alivian el trajín hacia el destino buscado. Solo es
necesario mirar hacia atrás, hacia la historia reciente que dejamos
pasar de largo y aplastamos con ridículas venganzas a quien nos
señalaron como responsable de lo que no nunca sucedió.
Entonces,
cuando renazca el espíritu libertario, cuando la Soberanía y la
Independencia dejen de ser simples relatos de libros escolares de
historias mal contadas, habrá de emerger la fuerza popular que
arroje a la basura de la historia a los horrendos personeros de sus
desvíos miserables, para conducirlos al entierro más profundo, al
desecho más seguro o al noveno círculo del Dante, si ello fuera
posible. Aunque más no sea, para reivindicar a aquel hombre que le
cortaron un brazo, solo por intentar alimentar a su familia.
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