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1. El agua no puede ser una mercancía
Cada quince segundos muere un niño en el mundo por falta de agua
potable. No hay pretexto posible. El agua no puede ser tratada como una
mercancía más, transable en los mercados y sujeta a las reglas del
lucro. El acceso al agua es un derecho humano básico. Sin agua potable y
saneamiento, no hay ciudadanía real. Sin ellas no hay salud, ni
posibilidad de ejercer la ciudadanía.
La OMS ha identificado 25 enfermedades graves generadas por su
falta. Las sufren 1100 millones de personas en el planeta. Entre otras,
la diarrea infantil, la hepatitis A, el cólera, el dengue.
El mundo tiene todas las posibilidades materiales y ahora tecnológicas para dar agua a todos. Se está violando en gran escala ese derecho.
Debería ser incluido en las constituciones.
Las personas necesitan un mínimo de 20 litros de agua diarios. Mil
cien millones tienen menos de 5 litros. En los países ricos se gastan
más de 200 litros diarios per cápita.
Anualmente mueren 1.800.000 niños por diarrea infantil, causada en
gran parte por falta de agua potable y de instalaciones sanitarias.
Hay 2600 millones de personas que no tienen un inodoro, en el siglo del IPOD y la Internet.
Desesperados, los “sin agua” toman agua contaminada. El 50 por
ciento de las camas hospitalarias está ocupado por quienes la han
ingerido.
3. La gran humillación
Los impactos de no tener agua ni inodoros son devastadores, psicológica y culturalmente.
Los niños pobres caminan seis horas diarias para traer agua. Pierden
443 millones de días escolares haciéndolo. Las madres luchan muy
duramente para conseguir agua para sus hijos.
La sociedad entera los está humillando a diario con no garantizar este derecho básico.
4. El mercado no funcionó
Se apostó en Argentina y América latina en los ’90 a que la “bala
mágica” para resolver el problema eran las privatizaciones. La ONU ha
demostrado en su informe de Desarrollo Humano dedicado al tema que
fracasaron. Los resultados fueron muy graves para la población. Hubo
mala gestión, especulación, subinversión, exclusión de los más pobres.
La ONU recomienda que el agua debe estar en manos de la gestión pública. Corresponde a ella asegurar un derecho tan básico.
5. Las enseñanzas de la experiencia argentina
En los ’90, Menem privatizó masiva y salvajemente la prestación de
agua y cloacas. Dejó sin política pública de agua al país y con
organismos reguladores muy débiles. Los déficit de prestación se
agudizaron. En el Gran Buenos Aires, buena parte de la población no
tenía acceso a agua ni cloacas. Se verificó que los niveles de nitrato
de la prestación de agua privada en algunos municipios excedían más del
40 por ciento las normas de la OMS, lo que pueda generar cianosis y
finalmente asfixia.
En 2003 se inició la reconstrucción de una política pública de agua y
saneamiento con Enosa, Aysa, otras empresas públicas y grandes
inversiones. Como lo ha informado la Secretaría de Obras Públicas, en
2003 hubo 40.000 casos de hepatitis A. El reestablecimiento del derecho
al agua, con una agresiva política de salud, fueron claves para que en
2012 fueran sólo 275. También incidieron en el descenso de la mortalidad
infantil en el período del 16,5 al 11,7 por mil. En ese lapso se dio
agua potable a 5.700.000 nuevos usuarios y cloacas a 3,2 millones.
Falta mucho, pero es en esa dirección.
El tema del agua y el saneamiento no puede seguir siendo marginal o
que “viene después”. Ya en la Biblia se garantiza el derecho al agua
para todos. Su violación abierta es uno de los mayores escándalos de
nuestro siglo. No figura en la agenda del uno por ciento más rico del
planeta, dueño de casi la mitad del producto bruto mundial. La
ciudadanía organizada lo ha puesto en el centro de la agenda pública en
todo la Unasur.
* En el marco del Congreso de Aloas, ante 500 directivos de empresas
de agua de todo el continente, Bernardo Kliksberg dictó una conferencia
magistral en la que presentó sus cinco tesis sobre el tema del agua.
Publicado en Página12
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