martes, 11 de junio de 2013

EL LIMBO, CERRADO POR REFACCIONES

De una carta a su santidad Francisco I con copia a Tiempo Argentino:    



Imagen nuestromundomisterioso.blogspot.com
Por Rodolfo Livingston*

–¿Sabés adónde van los chicos que se portan bien, hacen las tareas y no les contestan mal a sus papás?
–A McDonald's.
–¡No! Van al cielo. Jesús, que se fue al cielo...
–¿Y donde está el cielo?
–Está arriba de las nubes
–Pero allí hay planetas que giran. ¿Cómo se fue? ¿Volando?
–Bueno… no sé... subió nomás.
–¿Y hay tablet en el cielo, hay hamburguesas, hay juegos?
–No.
–¿Y hay que morirse? Yo prefiero ir a McDonald's.

Esta conversación entre dos niños de siete años me hace revivir mi infancia, siendo alumno del colegio jesuita El Salvador, en Buenos Aires. Las opciones posmortem que nos presentaban los curas eran cuatro:
1) El infierno, fuego eterno, una desmesurada violación de los Derechos Humanos.
2) El purgatorio: fuego también pero de duración limitada a algunos cientos o miles de años, antes de ir al cielo. Un castigo cuya duración podría reducirse parcialmente con rezos, llamados indulgencias, impresos en estampitas. El máximo era la "indulgencia plenaria".
3) El cielo, un lugar donde no ocurría nada, excepto "la contemplación de Dios", algo que al cabo de algunos millones de años podría perder interés, pensaba yo.
4) El limbo, adonde iban a parar los bebés que mueren sin haber sido bautizados, es decir, con el pecado original, cometido por Adán y Eva, asunto del cual, obviamente, no podrían ser responsables desde ningún punto de vista. El limbo consistía en el aburrimiento eterno, ya que no hay allí premios ni castigos
La situación actual con respecto a estos "lugares" establecidos por la Iglesia Católica es la siguiente:
El limbo. El actual Catecismo de la Iglesia Católica, publicado en 1992 durante el pontificado de Juan Pablo II, nunca mencionó al limbo. Este concepto había tenido el visto bueno del entonces cardenal Joseph Ratzinger, custodio de la ortodoxia católica como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que a partir de 2004 presidió la Comisión Teológica Internacional, que ahora determinó el adiós al limbo (21/4/2007). No obstante, la decisión es relativizada por la jerarquía católica cuando afirma que "la gran misericordia de Dios nos permite esperar que haya salvación para los niños muertos sin bautismo". El asunto es delicado porque la declaración lisa y llana de la muerte del limbo pondría en crisis nada menos que el dogma de la infalibilidad de todos los Papas que lo aceptaron durante la historia.
El infierno y el purgatorio también están sujetos a revisión desde hace algunos años por sucesivas encíclicas, por lo general ambiguas, pero que tienden a morigerar estos dogmas medievales. No ocurre lo mismo con el cielo, considerado un premio posmortem, tan poco atractivo que podría ser desplazado por la cadena McDonald's, en las preferencias de un niño contemporáneo.
Siento respeto por todas las religiones y también simpatizo con la hipótesis de Borges que consideraba a la teología como una rama de la literatura fantástica.
Los lugares y las condiciones físicas, que la teología atribuye al cielo, al infierno y aun a Dios, podrían ser remplazados por la realidad virtual, que también es real, como Internet, y que está en todas partes. La conciencia podría no quedar reducida a un producto del cerebro humano, y pertenecer, en cambio, a un mundo virtual como la "nube" de las computadoras. Quizás existan inteligencias no sujetas a los cuerpos individuales –justamente por ser virtuales–, inteligencias que ordenan a una especie viviente más allá de los individuos que la componen. Inteligencias que crean las cambiantes formas geométricas de las bandadas de los pájaros, que regulan el ecosistema, incluyendo –podría ser– al mundo microcóspico y macrocóspico. Cada uno de nosotros podría ser una neurona de esa conciencia universal. El cielo, el infierno y Dios mismo estarían en cualquier parte, en el pasado y en el futuro, en la tierra, en las piedras y en el mar. Y no estarían a cargo de culpar, premiar ni castigar a la especie humana, una entre millones que habitan nuestro planeta. Nada nuevo para las culturas antiguas que adoraban la Pachamama y veían a Dios en cada partícula de naturaleza, como en la Quebrada de Humauaca, donde el pecado fue desconocido durante 10 mil años, hasta que llegaron los europeos imponiendo sus creencias por la fuerza. La reencarnación no es una hipótesis descartable. ¿Acaso no continúan los cuerpos físicos repetidos en individuos sucesivos? Al acariciar un gato, Borges siente que acaricia a todos los gatos, que serían un único gato en la eternidad "porque el hombre vive en el tiempo, en la sucesión, y el mágico animal, en la actualidad, en la eternidad del instante".
Podría ser una buena idea impulsar un nuevo sincretismo con las culturas originarias, sería un paso más profundo todavía que el respeto creciente que sentimos por ellas. Tres perpetuas en cárcel común en lugar del dudoso fuego eterno para los canallas y en lugar del cielo, encontrar la eternidad en el amor, renaciendo siempre, en todas partes y en todos los tiempos.
Sería el colmo de la vanidad que yo intente "reciclar" el cielo pero, sin embargo… me doy cuenta de que estoy cayendo en la tentación. Al fin y al cabo soy experto en reformas. Francisco, el Papa actual, pudo haber sido mi compañero de colegio, aunque estaría en un grado inferior, por ser cinco años más chico. Me gustaría compartir con él estos pensamientos, recordando esos años, cuando los judíos eran condenados por los curas, acusados de matar a Cristo. Hoy el Papa recibe a los líderes religiosos judíos y de otras religiones. Aquel antagonismo se acabó, lo que demuestra la posibilidad de cambiar.
Las religiones, como la ciencia y como las casas, necesitan ser recicladas con inteligencia, en muchos casos sin necesidad de destruir por completo lo anterior. Hoy nadie se banca el baño al fondo de una casa chorizo y es posible encontrar soluciones más acordes con la vida actual. Comprendo que resulta un poco chocante introducir los baños en un tema místico, pero finalmente se trata de casas y la casa de Dios debe ser merecedora de una respetuosa actualización para que no pueda ser comparada con una cadena de hamburguesas.

*Publicado en Tiempo Argentino

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