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Por Ángel Guerra Cabrera*
¿Quién lo hubiera imaginado en Brasil? El gigante latinoamericano, con extraordinarios logros de los gobiernos Lula/Dilma en crecimiento económico, disminución de la pobreza y la marginación e inclusión de millones de personas en la educación y la salud, estremecido por multitudinarias protestas. Extendidas en las últimas jornadas de San Pablo a Río de Janeiro, Belo Horizonte, Brasilia y a otras grandes ciudades y capitales estaduales, el 17 de junio se calculaba una participación en ellas de más de 200 mil personas.
Nadie las esperaba cuando hace dos semanas unos centenares convocados
vía internet por el Movimiento Pase Libre(MPL) se manifestaron en San
Pablo contra el aumento de diez centavos de dólar en el precio del
transporte público. Demasiado caro, llega ya a 1.50 de dólar. Ese fue el
detonador pero en modo alguno el combustible principal de una caldera
social en la que evidentemente se acumulan indignación, aspiraciones y
demandas, muy añejas y también recientes. Nacido en las universidades,
el MPL aboga por la gratuidad del trasporte público.
Hagamos historia. El gobierno neoliberal de Fernando Enrique Cardoso
dejó al de Lula una honda crisis económica, inflación desbocada,
astronómica deuda pública, desgarramiento del tejido social,
desarticulación del Estado y profundización de las desigualdades
abismales que padece el país hace siglos; una, la injusta distribución
de la tierra. Para el sindicalista fue muy difícil gobernar. A
diferencia de Chávez, Evo, Correa y Kirchner, que habían llegado a la
presidencia en la cresta de la ola popular, Lula lo hizo en situación de
reflujo y eso impidió que contara con mayoría parlamentaria. Para hacer
avanzar su agenda social debió aliarse y conciliar con sectores y
partidos burgueses y convenencieros y en esas condiciones enfrentar una
embestida feroz de la derecha y la gran prensa oligárquica que lo quiso
desaforar en 2005. Así y todo su gestión le ganó la reelección y
propició la clara victoria de Dilma.
De acuerdo con datos de la Cepal, Brasil, con casi doscientos
millones de habitantes redujo en la última década la pobreza de 37.5 por
ciento a 20.9. La indigencia cayó de 13.2 a 6.1. Veintisiete millones
de personas dejaron la pobreza en años recientes y es debido a que en el
último quinquenio el ingreso del 10 % más pobre subió 50 %, mientras
que el ingreso del 10 % más rico subió un 7 %. En el gobierno de Dilma
los programas contra la pobreza llegan a casi 50 millones de brasileños y
cuentan con un presupuesto de 11.5 millones de dólares, 60 por ciento
más que al final del gobierno de Lula, en 2010. Brasil tiene en este
momento la tasa de desempleo más baja de su historia. Datos que hablan
por sí solos.
Lula, junto a Dilma, es y sigue siendo una figura emblemática de la
América Latina que derrotó al Alca y creó inéditos instrumentos de
independencia, unidad e integración. Unasur, el Mercosur posneoliberal y
la Celac no habrían sido posibles sin su concurso. Con sus gobiernos la
autoestima de los brasileños ha crecido como nunca y el orgullo
evidenciado en las protestas así lo evidencia. Pero aquí la cuestión es
cuánto falta por trasformar en un panorama social tan dramático como el
heredado por el PT y qué errores propios debe rectificar.
Las calles del país más amante del fútbol rechazan el descomunal
gasto público en las obras para la Copa Confederaciones y el Mundial de
fútbol y sugieren que esos fondos se dediquen a la educación y la salud,
donde sigue habiendo grandes carencias. También censuran la corrupción,
un mal endémico, que precisamente ahora genera la mayor indignación.
Dilma ha echado a ocho ministros por sospechas de corrupción, lo que no
hizo ningún presidente anterior. En realidad es muy pronto y los hechos
han trascurrido muy veloces como para poder hacerse una idea de la
envergadura y de todas las demandas del movimiento.
El capitalismo vive su crisis más profunda y no tiene soluciones para
los pueblos. Golpea sin piedad a los jóvenes, que hoy acceden a un
veloz flujo de información(y desinformación) antes impensable. Brasil
padece una mafia mediáticas monopolizada y muy reaccionaria, que ya
intenta manipular las protestas pero apenas cuenta con medios
alternativos que den voz al pueblo y encausen el indispensable debate.
El peligro es que un movimiento social con razones pero sin rumbo abra
el paso al regreso de la derecha en 2014, una verdadera catástrofe. Es
el momento de la unidad, y la humildad, de la izquierda.
*Publicado en Cubadebate
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