domingo, 26 de diciembre de 2021

¡TODOS A LAS ARMAS! (CULTURALES)

Imagen de "Hormiga cósmica"
Por Roberto Marra

Es bastante común escuchar a las personas hablar sobre cuan bajo hemos caído, en que sociedad envilecida estamos viviendo, sobre cuanta desidia se nota en quienes deben decidir y actuar para modificar tales cosas. Pero mientras lo hacen, escuchan uno de esos temas musicales donde lo gutural le gana a las palabras, el ritmo parece calcado uno de otro y los moínes de los y las cantantes se repiten al infinito. Mientras reflexionan tan sesudamente sobre la “maldad insolente” que nos domina, devoran con placer incomprensible una hamburguesa con cajita de aparentes “felicidades” incluídas. Después, para pasar semejante acumulación grasosa por el esófago, beben con fruición de la oscura “cola” que les anima a repetir la experiencia una y otra y otra vez. Seguro que estarán vestidos con ropa de marcas extranjeras (auténticas o nó), perfumado con aromas de supuestas procedencias europeas, hablarán con interjecciones y modismos de otras lenguas, hasta terminar llamando “barbacoa” al asado...

Ese es el triunfo imperial contra el cual casi no hay rebeldía. Y es el principal logro en la compleja pero eficaz tarea de dominación de las corporaciones mundiales sobre todos los pueblos del Planeta. Millones de obnubilados por la parafernalia propagandística, se han convertido a esta religión laica establecida como “cultura universal”, impuesta con mucho conocimiento de las subjetividades de cada nación y una gran inversión en investigaciones científicas sobre los procesos culturales en cada una de ellas.

El orgullo de sentirse parte de una Patria, ha pasado a mejor vida. O a peor, en realidad. Ser parte de una industria auténticamente nacional, ya no parece halagar a nadie. La herencia cultural es desvalijada para repartirla entre engendros sin raíces ni contenidos propios. Las comidas y bebidas, los diseños y las artes, las arquitecturas y las urbes, todas han sido intrusadas por el dios mercado y sus necesidades impuestas desde algún “focus group” con sede californiana, neoyorquina o europea. Las actitudes y los manejos comunicacionales de los y las dirigentes políticos, están profundamente influenciados por los modos y actitudes de la politiquería yanqui, incluyendo esas ridículas parodias pseudo-democráticas llamadas “debates” y la adopción de “couch” para entrenarlos.

No es ninguna novedad, ni para los estudiosos de la historia ni para los simples observadores de la realidad, que es mediante la cultura que comienzan los procesos de dominación de los pueblos. Es mediante la lenta y progresiva imposición de modismos y gustos sin raíces locales, que logran invadirnos sin disparar un sólo tiro. Es a través de las zonceras adoptadas como pretendido método de pertenecer a un estadío superior en la escala social, que pueden convertir a gran parte de la sociedad en ciegos, sordos y mudos testigos de su propia decadencia, hasta gozando semejante despropósito como si fuera un atributo enaltecedor.

No hay arma más poderosa que la cultural. Pero también, no hay una de más fácil obtención para combatir de igual a igual con semejantes enemigos. Es que sólo hay que rebuscar en las raíces, escuchar a los antiguos habitantes de estas tierras, reproducir una y otra vez los relatos, los discursos, las canciones, las imágenes de un pasado que no nos pretende encorcetar en un tiempo eterno, sino convertirse en la base de sustentación de un desarrollo real y profundamente nacional.

Combatir la estupidez requiere de la voluntad, claro, pero también de la inteligencia puesta al servicio de la construcción del nuevo tiempo. Con un sistema mediático como el actual, avasallador por los criterios y las dimensiones, será imposible lograrlo. Sólo construyendo más y mejores métodos de llegada a las conciencias atrapadas en las redes de la mentira, el odio y la tergiversación histórica, se podrá comenzar a desandar el camino de la desculturización y la dominación.

Esto requiere de dirigentes lúcidos y, sobre todo, valientes. De conductores alejados del “copie y pegue” de los giros idiomáticos, de las modismos comunicacionales y de los relatos descafeinados con pretendidas ilusiones de abarcar a toda la sociedad con discursos vacíos de valores auténticamente nacionales. Se trata, nada menos, que de reconstruir una Nación abandonada a las decisiones corporativas, arrancada a los sentimientos que supimos defender con la alegria de ser, simplemente, una Patria. Chica y Grande, pero justa, libre y soberana.

 

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