domingo, 7 de mayo de 2023

ENTRE SALVACIONES O SALIDAS

Por Roberto Marra

La década del noventa sacó a la luz una característica todavía más revulsiva del capitalismo: millones de excluídos por las políticas neoliberales buscando ser explotados. Fue (y es) una manera de sentirse parte de un sistema, antes que paria del mismo. Sentimientos que revelan la inconsciencia mayoritaria acerca de la realidad que los ubica en el lugar de la pobreza extrema y de sus verdaderos generadores. Deseos de “salvaciones” individualistas antes que del encuentro de salidas colectivas. Miserias despertadas a propósito en las almas despojadas de sentidos de pertenencia de clase por los provocadores de tanta injusticia, proclamada como parte de “el único sistema posible” por tantos repetidores de consignas armadas desde esos “tanques de pensamiento” de los que se sirven los miembros del Poder Real.

No parece existir nadie que se proponga como candidato a gobernar, que no intente “calmar a los mercados”, una oscura figura fantasmal que sobrevuela las conciencias adormiladas de semejantes individuos, intentando la imposible reacción favorable de los integrantes de ese enteléquico aparato económico-financiero supremacista. Discursos plagados de lugares comunes, dirigidos a los grandes dueños de las corporaciones dominantes, vulgares reproducciones de miles de discursos baratos que nada dicen de la realidad, como no sea vanas promesas de cambios imposibles, por estar atadas a las aprobaciones o no de esos ámbitos cartelizados del poder.

Reproduciendo el gatopardismo al infinito, sólo parece querer cambiarse lo superficial para continuar con la regeneración de un sistema moribundo, pero arrasador. La cobardía es el común denominador de los que intentan estos caminos que no llevan a ningún lado. O si: al abismo de la derrota social y la postergación eterna de la aplicación de los derechos enunciados inútilmente en las leyes.

La distracción mediática revuelve el cuchillo trapero de la codicia infinita en los corazones abandonados al desconocimiento. La frenética búsqueda de pertenecer al bando de los “ganadores”, vuelve más irracional a la sociedad, aplasta el sentido de rebelión propio de los sojuzgados, invierte la razón hasta someterla al escarnio de la brutalidad elevada al horrendo placer de la autoflagelación. Oscuros personajes de características patológicas despreciables, se erigen en jueces de la realidad, la revuelcan en los charcos de odio preparados para embrutecer aún más a la población, se regodean con insultos que se multiplican en las redes del deleite anónimo.

Se da por sentado, tal como se hizo en esos años noventa con el “fin de la historia”, que el capitalismo es el último sistema económico-social de la historia. Nada podrá hacerse, entonces, con este fabricante de miserias y expulsor de seres humanos al basurero de la vida. Nadie se atreverá a modificar de raiz sus elementos constitutivos, para intentar la creación de otro camino hacia la cacareada pero siempre postergada Justicia Social. Los conceptos básicos de los sueños populares de todas las épocas son tirados al baúl de los recuerdos imposibles, sin siquiera probar alternativas que, no por haber sido creadas hace muchos años, hayan dejado de ser congruentes con los intereses de las mayorías.

La verdad, mal que les pese a los grandes “ganadores” de estos tiempos de debacle ideológica, siempre termina por abrirse paso entre la intrincada madeja de horrores preparados por ellos. Los sueños, que nunca terminan por ser sólo eso, quedan arraigados en el inconsciente colectivo, se mueven desesperados entre las neuronas que todavía se rebelan ante sus asesinos, hasta lograr expresarse y manifestar las razones que pongan de pie, nuevamente, a tantos millones de ninguneados.

No son, lamentablemente, expresiones fáciles de concretar en rebeliones que sinteticen las eternas banderas libertarias (las verdaderas, no las manipuladas por payasos inventados por los medios). Pero están ahí, esperando una señal de los líderes que no se vendieron al apestoso postor del sistema de dominación que nos tienen atrapado en su telaraña de obscenidades y mentiras. Esa señal que ahora mismo, en estos tiempos de definiciones imprescindibles frente a tanta pérdida de soberanía, tanta injusticia consagrada y tanta miseria devastante, estamos esperando con pasión quienes todavía estamos vivos, buscando por arriba la salida del laberinto imposible de las desgracias populares.

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