lunes, 19 de marzo de 2012

LA FASE DE UN ACUERDO EVOLUTIVO


Por Gustavo Daniel Barrios*
  
             Es sabido de la cantidad de hermanos de Entre Ríos que echaron raíces en la ribera Oeste del Paraná, desde Santa Fe ciudad hasta el sur provincial. Esto en el siglo 20. Los colonos de Hirsch a ambos lados, mucho habrán contribuido en estimular el intercambio o pasaje, en tiempos en que sólo con botes se conectaban ambas provincias. Estas colonias de igual origen paisano debieron atraerse y reverdecer el intercambio, luego extendido claro, hasta el grueso de la gentilidad.
               Entre Ríos tiene un andar despacioso; trancos sin premura. Algo de esa innegociable decisión de vivir de acuerdo al clima interno del gorrión, perdura incluso entre los hijos de entrerrianos aquí. Mucha gente ha migrado desde Diamante, Paraná, Concepción del Uruguay y otros puntos, que dieron sus hijos al centro-Este del país. Y son los entrerrianos los que mucho de la maduración prolongada de las ideas en el coloquio, dejan como aporte de mucho valor, en un ambiente que se inclina más por la resolución instantánea de los problemas dialécticos. Eso se sabe. Así que Entre Ríos es como una escuela de vida en Santa Fe, y sus cadencias se combinan en el alma de aquí. Supongo que en Buenos Aires, entendiéndolo menos, se debe experimentar la adecuación a multiplicidad de argentinos de muchas provincias, que influirán para modificar el decurso veloz propio de la metrópoli, pero deduzco que en ese equilibrio se debe mantener más el ritmo autóctono que modificarse.
               El país es una relojería, admirable por ende, en el cual los ínfimos elementos, ocultados dentro del cofre de la maquinaria, deberían conocerse para perfeccionar el ensamblado. Oír las voces de los componentes para mejorar el ensamble.
               Siendo útil mantener el empleo de imágenes para tocar un tema, imaginemos que estamos muchos en un paraje frecuentado por el turismo veraniego o post, pero con más precisión un pequeño e intimista lugar, y nos podríamos reconocer como amigos con un nutrido grupo de personas de muchas regiones del país, desde el norte, hasta el sur, y en esos gratísimos días y noches dedicados al ecumenismo, si hay espacio para hondos ensayos de integración, pocos ruidos, y el provecho de un enclave crecido en medio de hierofanías, lo que es decir, del poder natural, se podría esculpir allí una nueva categoría de hermanos en lengua, cultura y proyecto ecuménico, rehaciendo el marco conceptual. En ese trance se concluiría de la irrevocable pretensión de unificar el plexo identitario en un lienzo grande, o escultura grande. Sería una credencial que refleje un justo medio de la nacionalidad que acepta e integra la sabiduría de todas sus partes.
            Fortuna tuvimos en que hayan dejado de existir los diferendos de riesgo, que se tenían con una clase hoy ya desprovista de capacidad de daño, aunque hay diferendos y está esa clase. Es la misma que había propuesto o deslizado, en los albores del presente siglo, que se estudie el hecho de declarar inviables a ciertas provincias, y como tales pasibles de ser abandonadas a su suerte por el Estado. Con eso se hubiese dejado libre tránsito a la apropiación de tales provincias por parte de consorcios privados amparados por potencias extranjeras. Es doloroso reconocer que esos argentinos querían hacer eso. La idea era primero dejarlos librados a la muerte, a aquellos que “jodían” por hambre, porque tenían hambre.
            En el presente nos proyectamos a buenos desafíos, y son muchos saberes y gente los que, al ser invitados a la discusión de pensar el país, estarían autorizados a exponer, más de una vez incluso, en un hipotético solar de la citada gente libre, sus visiones inéditas. Sería este un Consejo que por cierto carece de antecedentes, al menos visibles. Debe uno figurarse que tal ceremonia admitiría a quienes un autor llamó portadores de la lepra simbólica, en referencia a lo que significaban estos para los “Factótum en ronda de concilio y poder hegemónico de un país”: “el orden de los herejes, cuando la herejía es santa.” Sólo así. De modo que la lepra simbólica les anunciaba su propia extinción institucional.
            Este converger, más allá de ese paraje de fortuito encuentro, converger en un umbral de época, pudiera de seguro pergeñar las bases de un Código de Charcas mejorado a la luz del tercer milenio. Este producto legal imaginado, haría imposible a aquellos que jamás poseyeron dominio en los canales del hombre y la mujer de filial relación con la tierra, haría imposible a aquellos atentar contra el país, como lo han venido haciendo en procura de la derrota estructural por ejemplo de Sudamérica.
              Todo este asunto comenzó orillando el tema de la mixtura. El carácter mixto de los nodos sociales, mixto culturalmente, se proyecta hacia el ideal de grandeza. El Brasil fue construido, a sí mismo como todo país, con la indomeñable convicción de que la mixtura conformaba el oro, majestuoso sin dudas, de la identidad brasileña. En aquel país, incluso todo lo que sugiera, la compartimentación, es atacado de raíz por la cultura brasileña declamando: “...¡esto es lo malo!...,¡esto es contrario al Brasil!...”Se reacciona en el acto, en un despliegue vegetativo cuando lo que es contrario a su esencia se manifiesta. Y esto va más allá de que catolicismo y candomblé siempre serán lo mismo en el país. Nadie que se precie de ser un buen brasileño se descarriará diciendo que no conoce los patrones folcklóricos centrales del país. Yo creo que todo buen brasileño sabe desde garotiño que ellos son aquello que trae Belem de Pará, son aquello que lleva el Madeira, son aquello que trae Minas Gerais, o lo carioca, lo paulista, lo gaúcho. Es para ellos irreverente y necio, que viva alguien su brasilerismo, y presuma ese que en su localismo se encierra toda su nación. Les dirán a tales fulanos que están locos, o son enfermos, o elementos descarriados. El ser blanco sin disfrutar de los prietos, el ser prieto sin disfrutar de los blancos; todo eso es desconocido entre los brasileños genuinos, absolutos. Ninguna de las ínfimas partes de toda esa relojería nacional, dentro del cofre de la máquina del reloj, falta en ellos, en su latir.
             Ahora después están los miserables, los asesinos, los xenófobos, etc. Pero todo eso es una cosa más mundial. La peor clase de pandemia.
              Parte de un acuerdo como el planteado mucho antes, es reconocer que ya no queda espacio para declinar ante los factores que debilitaron la corporeidad comunal desde lejanos tiempos. Este acuerdo diría: “Somos uno, en tanto la experiencia colectiva se nutrió de tanto heterogéneo hacedor, que ahora formalmente los afiliamos al documento en ciernes. Somos uno en tanto a todos nos es inequívoco ya, reconocer qué factores pesaron más en nuestra historia como mal de arrastre, y por ende decidimos corrernos de ahí.” Nos elevamos al rango de inmunidades mínimas. Nos elevamos a la decisión de afrontar un destino grande que requiere responsabilidades nuevas, y más intensas. Y todo lo intenso es grato.
              Surge solo el tema de La Patagonia, tal vez a tenor de la necesidad de desagraviar a la nación del latrocinio que benefició al Martínez de Hoz fundador con un millón de hectáreas mínimo. Pero más que nada pensando en el latrocinio a mapuches y tehuelches y otros. Y surge el anhelo, al principio sigiloso como una llamita pequeña, de madurar un plan para la construcción de colonias internas nacionales, propias, unas 20 digamos, por fuerza poblada desde el centro del país, y que se abrirían en abanico para condensarse muchísimo más adelante en su buena expansión demográfica. ¿Por qué debiera funcionar en la Patagonia un desarrollo demográfico sustentable, y de gran alcance? Es tan difícil responder a eso, poder explicarlo descifrando las causas que influyeron en una densidad poblacional aun escasa para el territorio séptimo global que Argentina posee, que es mejor darle el paso a las voces muy autorizadas en la temática. Esa explicación debe atravesar zonas oscuras, y datos complejos. Tal vez en la planificación de centros poblacionales nuevos, cabeceras, si se ordenan balanceadamente contemplando la proximidad a los cursos de agua vastísimos, y la concreción profusa de conectividad en caminos entre todas las células desde el mismo inicio, y  se radica una abundante comunidad de artesanados y Pymes bla bla bla... Son obviedades que únicamente pueden enunciar calificadamente el equipo de expertos. Hay zonas oscuras y trabajo por hacer hasta dar con las claves de un plan ciento por ciento eficaz. Hoy puede decirse que la frustración de los desarrollos inarmónicos desde La Pampa hasta el norte está en conexión al sistema doctrinario predominante en casi dos siglos. En términos generales. Prepotencia, rapiña, asociaciones ilícitas, abandono de los extramuros. Pero si el sistema doctrinario mutó, se podría colegir por tanto, que el desarrollo sustentable de la Patagonia estaría a cubierto e imposibilitado de fracasar. Si todas las bases y consignas, se vuelven tozudas y temerariamente propositivas, todo el plan se transformará en un acontecimiento de fabuloso despliegue.   
           En conclusión, queda por fuerza excluido de este consenso doctrinal todo lo que sea falsedad ideológica. La triquiñuela del acaparador, y naturalmente todo intento de ubicarse como abogado del diablo a sueldo, de los que se jactaban de inteligentes por proyectar abandonar a Formosa, Chaco, Santiago.... Se excluye hasta la más nimia y pueril posibilidad de pactar con estos clubes, simplemente porque es delito, y además porque esos grupos ocultan la enferma depravación de convertirte en jamón.
               La idea es elaborar un plan para un devenir antitético en la Patagonia y la Argentina toda, a lo que proponen desde los pactos Tory-Social Demócratas, para convertir a los griegos en jamón.
               Hoy en Sudamérica es prevalecer en esta doctrina de paz. Lo otro, evidentemente es abismo.
            El momento este intenta fortalecer al máximo el paradigma heterodoxo a seguir perfeccionando, como acuerdos evolutivos, aunque parezca increíble, ya en su acontecer.

*Escritor
  Miembro del CEP

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