viernes, 29 de noviembre de 2019

RODEADOS

Imagen de "El Anartista"
Por Roberto Marra
Estamos rodeados. Como en una historia de castillos asediados, nuestro País se ha convertido en el único de la Región cuyo nuevo gobierno no responde a las características impuestas por el imperio. Cada una con un “estilo” diferente, los pueblos sudamericanos se han convertido en carne de cañón de los poderosos hacedores de nuestras desgracias centenarias, profundizando las tropelías que ya venían realizando en algunas naciones, o deshaciendo los virtuosos avances sociales logrados en otras, a fuerza de balas y palos.
El retroceso político ha ido ganando espacio en las conciencias oprimidas de las poblaciones sometidas al escarnio diario de los mensajes reproductores de odios incomprensibles. La manipulación mediática se ha convertido en la fuente del desprecio a todo lo que huela a popular, indígena, negro o pobre, transformando sus vidas diarias en un calvario para esas poblaciones mayoritarias en número, pero aplastadas por la fuerza de la espada y la cruz tergiversada de minorías devenidas en fuerzas de choque contra sus congéneres despreciados.
La repugnante violencia desatada en Bolivia, es justificada por los golpistas con las palabras más utilizadas por esa clase de asesinos trogloditas: “fraude” y “democracia”. Las muertes de indígenas, allí o en Ecuador, son “pequeños detalles” para los constructores de tanta mentira antisocial, tanta desvergüenza malechora. La perforación de los ojos de chilenos y chilenas parecen ser unos simples “daños colaterales” de la “necesaria” represalia a los “terroristas” solo armados con pañuelos y gritos de impotencia y rabia contenida por décadas.
Un payasesco personaje de película clase B está (des)gobernando el país más grande y desarrollado económicamente del continente, deshaciendo con pasmosa tranquilidad social todo lo logrado por los gobiernos populares que terminaron expulsados con maniobras leguleyas armadas por un poder judicial que, al igual que en Argentina, es la carta que nunca ceden en el juego de aparente democracia con el que contienen a los pueblos, siempre empobrecidos y distraídos en contiendas superficiales, mientras el imperio se regodea con las riquezas robadas con mentiras, juicios amañados o balazos, que para el caso, es lo mismo.
Paraguay continúa su derrotero de miserias latifundistas y manejos espúrios de una economía atrasada a propósito, donde la vida sigue valiendo cinco centavos menos cada día, y ya no queda una ranura donde ponerlos para soñar una salida que honrase a la que fuera la “cenicienta” de Nuestra América en el siglo XIX.
Colombia se nutre de muerte de campesinos e indígenas a manos de paramilitares que ya no son tan “para”, sino solo una fuerza de choque más contra quienes no soportan ya el desfalco de décadas, la malversación de sus riquezas y el haber convertido a esa nación en un nido de ratas imperiales, dedicadas al sucio negocio del narcotráfico y a la provocación permanente al objeto de todos sus deseos: Venezuela.
Uruguay se suma ahora a esta cadena indecorosa de retrocesos, “eligiendo” a otro representante de ese concentrado de maldades “neoliberales” presentadas como novedades, herederas de las que lograron desatarse y convertir a esa nación en un sitio donde los indicadores sociales daban muestras de un desarrollo virtuoso.
Estamos solos, “espantosamente solos”, como en aquel viejo tango, en el que resuenan las penas y amarguras de una condena al corazón... de nuestra Patria Grande. Estamos a punto de iniciar la repetida aventura liberadora y audaz que tantas veces se intentara. Estamos, después de transitar al borde de una caída abismal, recuperando desde los principios sociales más arraigados, lo que se perdiera hace tan solo cuatro años en nombre de las mismas falsas razones que, ahora mismo, se replican en nuestros vecinos continentales.
Más que nunca, el “destino”nos señala su sentido único. Más allá de las diatribas, dejando de lado las miserables consignas del desprecio y la deshonestidad, nos enfrentamos a un desafío multiplicado por la necesidad impostergable de reconstruir en nuestra sociedad, los valores aplastados por tanta patraña mediatizada, tanto dolor insensato, tanto bochorno antipolítico apañado por quienes siempre nos sometieron con sus botas, o con sus votos malversados. Y estamos rodeados. Rodeados de oscuros personajes sin alma, perversos destructores de lo cotidiano, inmensos ladrones de sueños y repulsivos socios de un imperio que sigue empeñado en hacer añicos todas nuestras esperanzas.

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