Imagen de "IZCANAL" |
Por
Roberto Marra
Uno
de los métodos más utilizado por el imperio para denostar a los
gobiernos que no le son sumisos a sus exigencias, es la de
denominarlos “dictaduras”, sin importar el normal orígen
electoral que hayan tenido, sin tener en cuenta la decisión popular
mayoritaria que haya existido. La sumisión que pretende el gendarme
planetario, es la de las economías de cada nación, puestas a
trabajar para beneficio primordial de sus intereses extractivistas de
materias primas y de freno al eventual desarrollo soberano que
pudiera haberse planteado cada país.
Imposible
hablar de esta característica tan difundida, sin involucrar el
actual caso de Venezuela, aún habiendo otros, en la historia más
lejana o más cercana, que también significaron algo parecido en el
trato del Poder hacia sus gobiernos legítimos. La Argentina de
Perón, la Cuba de Fidel y el Che, el Chile de Allende, los más
recientes de Argentina, Paraguay, Brasil, Ecuador y ahora Bolivia,
son los antecedentes de un procedimiento feroz en la búsqueda de
destruir esos procesos virtuosos que intentaron, con sus más y sus
menos, conducir esas naciones por el camino de la verdadera
independencia.
Sobre
Venezuela se abaten los peores estigmas, las maniobras más soeces,
los actos más aberrantes desde el punto de vista de las relaciones
internacionales, donde se dejan a un costado las diplomacias y se
provoca al gobierno de esa nación bolivariana con actos genocidas,
hambreadores de su población, a través de uno de los peores y más
obscenos métodos de sometimiento, como es el bloqueo económico y
financiero. El mismo aislamiento con el que intentaron derrotar a la
Revolución Cubana, fracasado conceptualmente pero “exitoso” en
las enormes desventajas y complejidades a las que se vio acarreado
ese país, es con el que ahora pretenden derrotar al gobierno que no
pudieron vencer en las urnas los cómplices locales del imperio.
Aquí,
en nuestra Nación, cuando se pretende comparar con números el
desastre dejado por el macrismo genocida por parte de políticos,
economistas y periodistas, nunca se deja de mencionar a Venezuela
como el peor ejemplo del continente en cuanto a inflación y otros
índices económicos. Pero jamás, esos mismos personajes de
aparentes conocimientos específicos, hará mención alguna a las
razones de esas cifras en aquel país caribeño, con lo cual se
termina por involucrar a la voluntad o a la brutalidad de su gobierno
para que tal cosa suceda.
Dando
por sentado que no existe la “democracia” en aquella nación (al
menos la que ellos consideran como tal), muchos personajes de la
política argentina también le hacen de coro al relato imperial,
involucrándose en pretender imponerle al gobierno venezolano
decisiones contrarias al ordenamiento constitucional de esa nación
soberana. Hablan de búsquedas de “salidas” al proceso de
destrucción provocado por el bloqueo, al que poco y nada nombran,
como si se pudiera forzar al legítimo gobierno de otro país a
aceptar imposiciones solo derivadas de las exigencias imperiales.
Intentan promover nuevas elecciones, con control internacional,
dicen, en el colmo del sometimiento al que debiera prestarse el
gobierno legalmente constituído, cuya elección fue seguida y
auditada, por pedido de ese mismo gobieno, por reconocidas entidades
y personalidades de todo el Mundo, quienes dieron fe de la
transparencia y participación libre de la ciudadanía.
La
oligarquía venezolana y los integrantes de esas clases sociales que
solo pretenden parecerse a ella, cómplices del genocidio al que
pretenden conducir al pueblo al que odian con el fervor de los
apátridas, son la base local para la destrucción de esa experiencia
libertaria. Con personajes que pudieran servir para la creación de
tiras cómicas, si no fuera por los daños irreparables que están
provocando, pretenden acceder al reconocimiento de gobiernos afines a
sus ideologías, ya maltrechas por la realidad que demuestra sus
resultados en la práctica dolorosa con la que han sometido a tantas
naciones del Continente.
En
ese cuadro de situación se involucran algunos políticos argentinos,
que resultan “más papistas que el Papa”, olvidando los orígenes
del movimiento donde actúan, pretendiéndose integrantes de esa
inexistente “posición intermedia” entre el imperio y los
gobiernos que pretenden hacer de sus independencias una realidad.
Solo lograrán la palmada en el hombro del “emperador” de turno,
el mismo que ordena torturar con bloqueos la dignidad de los pueblos
libres, para culminar convirtiéndonos en cómplices de ese
vandalismo destructivo. Y en materia prima de la obscena maquinaria
imperial que devorará nuestra propia soberanía, como ya lo hizo
tantas veces, en nombre de una “libertad” vacía de Pueblo.
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