Imagen de "Heroismo Agonizante 101" |
Por
Roberto Marra
En
decenas de películas de acción se han repetido esas escenas donde
un audaz y valiente protagonista logra desarmar una bomba en los
últimos segundos previos a la inminente explosión. Nunca deja de
estar presente allí la indecisión final sobre cual cable cortar,
poniendo el suspenso al límite, con el temblor de las manos del
actor y la pequeña pinza que se acerca, dudosa y lentamente, al
desenlace presuntamente fatal.
En
sus intentos de desviar los objetivos socio-económicos que se
plantee el nuevo gobierno en ciernes, antes de la retirada final
sembrarán de dudas a la ciudadanía a través de sus mentimedios,
esa herramienta que han sabido como nadie manejar a su antojo,
provocando la generación de “sentidos comunes” tan opuestos a
los intereses mayoritarios como útiles para empujar a los nuevos
gobernantes hacia el costado del camino emprendido, justo donde están
esas “bombas” que desean hacerles explotar durante su recorrido
de reconstrucción de los desastres dejados por los tirabombas del
Poder.
Los
“actores” de esa dramatización falsificada de la realidad, son
siempre los mismos. A lo largo de las décadas se han sucedido sus
apariciones regulares al frente de cuanto levantamiento
antidemocrático haya existido, uniendo los “cables” de la
mentira y el odio para que esas “bombas” estallen lastimando lo
más posible, degraden las instituciones hasta provocar el desprecio
masivo de la población y auspicie el final anticipado de los
procesos de justicia social que se hayan intentado aplicar.
Al
frente del “elenco” maniqueo de tales dramas sin suspenso, pero
con mucho olor a bosta, se encuentran los latifundistas y sus
acólitos prebendarios. Acostumbrados desde sus espúrios nacimientos
a avasallar derechos y humanidades a sus antojos, estos personajes no
dudarán en corromper, con la fuerza de sus monumentales fortunas,
las voluntades de los sectores medios de la sociedad, convirtiéndolos
en batallones de odiadores al servicio de los intereses de sus
admirados estancieros, cavando sus propias tumbas en tierras que
nunca será suyas.
Las
amenazas son solo el primer acto de estos dramas carroñeros, con
dedos índices de oligarcas disfrazados de gauchos señalando lo que
les espera a quienes se atrevan a tocar algún pequeño rincón de
sus inmensidades territoriales. Alzarán sus voces de pretenciosos
dueños de la única e irrefutable verdad, para extorsionar a los
“atrevidos” representantes del “populacho” que intenten
modificar la relación material oprobiosa que mantienen con el resto
de la sociedad.
Durísima
tarea para quien pretenda cambiar la vida de una sociedad maniatada
por estos energúmenos de cuatro por cuatro. Compleja manera de
comenzar y transcurrir los necesarios períodos de reconstrucción
que demandan sus desmanes oligárquicos cada vez que se apoderan del
Estado. Laberíntico camino trazado por el enemigo de los pueblos,
siempre sembrados de minas a punto de estallar, ocultas con los mapas
de la sinrazón mediática elaborada por el pensamiento concentrado
del imperio que subsume a estos “tirabombas” campestres sin
patria.
Armarán
sus “artefactos explosivos” envueltos en la bandera que denigran.
Atravesarán en las rutas sus maquinarias degradantes de los suelos y
gritarán esas ridículas consignas de aversión al pobrerío y sus
líderes sinceros. Se asegurarán la repetición de tanto improperio
indigno por los parlantes repetidores de sus sometidos. “Aceitarán”
los puertas de los despachos ministeriales para tratar de obtener lo
que nunca podrían honestamente. Prepararán los escarmientos para el
Pueblo que se atrevió a ignorar sus designios, con la pasión de los
brutos poseedores de lo que nunca debió ser suyo.
Esta
sucia realidad nos obliga a construir un dique definitivo a tanta
voluntad maliciosa, a tanto desparpajo involutivo, a tanta venganza
permanente sobre quienes solo reclaman el derecho a la dignidad
robada por estos bastardos de una Nación que destruyeron desde el
mismo día de su creación. Queda decidir entre la frustración
eterna y la esperanza de convertirnos de una vez en una Patria sin
patrones, cortando para siempre el cable que nos une a estos asesinos
de la historia, estos oscuros “príncipes” de nuestras tierras
robadas.
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