sábado, 17 de noviembre de 2012

DESAHUCIADOS

Por Alfredo Zaiat*

La recesión es un virus que debilita la solvencia del sistema financiero en un círculo vicioso de aumento de la morosidad de empresas y particulares, requerimiento de mayores previsiones por incobrabilidad, deterioro patrimonial, exigencia de capitalización y fuga de depósitos por temor a la situación de los bancos. El ajuste de las cuentas públicas reduciendo el gasto profundiza la caída del nivel de actividad económica y, pese a ese resultado impactando en forma negativa en sus negocios, banqueros con su elenco de analistas y economistas ortodoxos aplauden esa política.
Este sinsentido tiene origen en la ideología neoliberal de sus protagonistas, en el desprecio a las penurias de las mayorías y en cómo funciona el mundo de las finanzas. Mientras reciben auxilios monetarios del Estado para cubrir los inmensos baches de los balances, cada uno de los dueños de las entidades especula con ser el sobreviviente del naufragio para terminar absorbiendo a los hundidos. Ciclo de concentración del capital que termina configurando el principal instrumento de presión de la banca al poder político: “Demasiado grande (el banco) para dejarlo caer”. El temor a un descalabro económico de mayores proporciones por la quiebra de alguna de las grandes entidades financieras y el fantasma del efecto dominó deriva en la subordinación de gobiernos que se endeudan para salvarlos y aplican impopulares recortes del gasto público para liberar recursos para pagar a los acreedores. Esta situación se está desplegando con prolija violencia en Europa, siendo España la máxima expresión con tasas record de morosidad y ejecuciones hipotecarias.
El boom inmobiliario financiado por la banca española alimentó una de las burbujas especulativas modernas más impresionantes. Las entidades obtenían los fondos principalmente de bancos alemanes que compraban bonos con garantía de los préstamos emitidos. El frenesí de ladrillos ha permitido la extravagancia española de alcanzar una cifra total de viviendas cercana a los 27 millones con un poco más de 17 millones de familias españolas registradas. Es impactante la existencia de unas 10 millones de viviendas excedentes de las necesidades de la población, construidas sólo por la especulación alimentada por el sistema financiero. La explosión de esa burbuja provoca un efecto pobreza demoledor por la caída del precio de las propiedades: el 76 por ciento del patrimonio familiar español corresponde a inmuebles y el restante 24 está distribuido en otros activos (efectivo y depósitos, acciones, participaciones de sociedades y seguros), según un informe del banco central de España.
Además de la caída del valor de las propiedades, el rostro más cruel del estallido de la burbuja de ladrillos es el desalojo de miles de familias porque al perder el empleo o contabilizar una reducción de ingresos no pudieron cumplir con el pago del crédito hipotecario. La situación es más desesperante debido a que no sólo tuvieron que entregar la vivienda, sino que luego del remate, a un precio por debajo del tasado inicialmente para pactar el crédito, la familia sigue contabilizando una deuda con el banco. Un sistema de esquilma cuyos detalles resultan impactantes. En base a un ejemplo publicado por el diario El País se comprende en toda dimensión:
n El 10 de mayo de 2004 una familia suscribe una hipoteca por 120 mil euros para comprar una vivienda tasada en 150 mil euros. El plazo de pago del crédito es 20 años con una tasa de interés fija del 5 por ciento anual. La cuota mensual del préstamo es de 790 euros.
n El 10 de mayo de 2011 deja de pagar y empiezan a correr los intereses por mora, que no tienen tope, por ejemplo del 20 por ciento. Hasta ese momento, la cuenta era: intereses pagados 37 mil euros, capital pagado 30 mil euros y un saldo del crédito de 90 mil euros (el monto original era 120 mil).
n En julio de 2011, la familia debe dos cuotas (1580 euros) y el banco exige el pago. Por las condiciones del crédito, los bancos pueden reclamar toda la deuda ya al primer mes de mora e iniciar el trámite judicial de ejecución del crédito hipotecario.
n El juzgado otorga 10 días a la familia para regularizar su situación y, si no lo hace porque no tiene el dinero debido a que sus integrantes perdieron el empleo, comienza el proceso de ejecución hasta la subasta de la vivienda.
n En el ejemplo, la subasta se realiza en noviembre de 2012, con la obligación de anunciarla con 20 días de antelación. En esa instancia, la cuenta es: el deudor pagó 67 mil euros (capital más intereses) y el saldo de la deuda era 90 mil euros, pero el banco demanda 137 mil euros (deuda hipotecaria, intereses por mora y costas del proceso judicial).
n La vivienda se subasta al 70 por ciento del valor de tasación (105 mil euros). El valor original era 150 mil euros. Si hay un comprador, ese dinero es para el banco, pero el monto no cubre la totalidad del reclamo de 137 mil euros. El faltante de 32 mil euros es la deuda que mantiene la familia con el banco.
n Por la crisis no hay compradores particulares de viviendas. Entonces el banco se queda con la unidad, pero al 60 por ciento del valor de tasación (90 mil euros). De ese modo, la deuda de la familia con el banco es mayor: 47 mil euros.
n Comienza el proceso de desalojo (“de-sahucio”) que se ejecuta en un mes, con posibilidad de otro mes de prórroga.
n La deuda no prescribe y el deudor tiene que responder con todos sus bienes presentes y futuros.
n La familia no pudo pagar la cuota de la hipoteca porque sus miembros perdieron el trabajo y están desocupados. Se quedaron sin vivienda propia y con una deuda de 32 mil o 47 mil euros con el banco.
Después de este recorrido, se encuentra la respuesta de por qué aumentaron los suicidios en España entre quienes pierden la vivienda.
Entre 2007 y 2011 se han producido cerca de 350.000 ejecuciones hipotecarias en España. Centenares de miles de familias están siendo desahuciadas de sus casas por las mismas entidades financieras que han provocado la crisis y que han sido rescatadas con dinero público. Los bancos se defienden diciendo que muchos de los “desa-hucios” son de segundas o terceras viviendas, locales comerciales o garajes. El endeudamiento privado español alcanzó un monto equivalente al 235 por ciento del PBI. En total, la cartera crediticia del sistema financiero español suma 1,74 billones de euros, con una mora de 164.361 millones, equivalente al 9,42 por ciento en junio pasado según datos publicados por el Banco de España. El panorama es más inquietante en el rubro créditos hipotecarios, que reúne problemas en más de la mitad de la cartera. Ante este panorama, con políticas públicas que acentúan la recesión, las perspectivas de los bancos españoles son perturbadoras. La prevista recapitalización del sistema por 60 mil millones de euros aportados por la Unión Europea resulta insignificante en ese sendero hacia la insolvencia.
La situación española es la más dramática de Europa por las condiciones abusivas de los créditos hipotecarios y leyes que desamparan al deudor. El PP en el gobierno y el Partido Socialista en la oposición están negociando flexibilizar la legislación sobre hipotecas. Si bien sin la furia española, en otros países europeos también aumentaron los desalojos. Una investigación de El País detalla que en Portugal las ejecuciones aumentaron 17 por ciento en 2011 respecto del año anterior; en Francia, el año pasado hubo 113.669 sentencias de desalojos, 4 por ciento más que en 2010 y 40 por ciento más que hace diez años; en Italia, durante el año pasado 39.474 familias italianas fueron desalojadas de sus viviendas por no pagar la hipoteca, un 75 por ciento más que hace cuatro años; y en Gran Bretaña, el Consejo de Prestamistas de Hipotecas estima que los desalojos sumarán 35 mil en este año.
La política de austeridad está hundiendo a Europa, arrimando a los bancos a la insolvencia y provocando un desastre sociolaboral. Es la receta de la ortodoxia. ¿Qué piensan los economistas del establishment argentino sobre la crisis europea, en especial sobre la economía de España, ofrecida como modelo hasta hace poco? Retumba el silencio.

*Publicado en Página12

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