La
total aplicación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual
desde el 10 de diciembre genera una configuración comunicacional
diferente que dará lugar a otros espacios de producciones culturales y
periodísticas para nuevos sectores de la población. El acceso a
licencias por parte de entidades sin fines de lucro como universidades,
organizaciones sociales y sobre todo escuelas acentúa la multiplicidad
de voces y el crecimiento de un mapa de medios con una lógica de oferta
hacia la audiencia, habitual en los medios públicos. Y es la escuela un
lugar clave donde el cambio de época se debe empezar a trabajar.
Los medios masivos tradicionales forjan en la sociedad una
construcción de la realidad que influye en lo social, subjetivo e
identitario. Hoy se les endilga a los medios, en tanto productores de
industria cultural, promover ideales consumistas, discriminatorios y
banales, cuando en realidad deberían ser reflejo de la sociedad a la que
pertenecen. En esta coyuntura la escuela necesita ser un espacio de
construcción de conocimiento colectivo para poder discernir cuál es la
influencia de los medios masivos en nuestra sociedad contemporánea, a
través de la enseñanza de los derechos humanos y la comunicación.
Hoy la construcción de conocimientos de prácticas de la comunicación
en la escuela se hace relevante para la comprensión de la vida en
sociedad. El docente cumple un rol fundamental en ese sentido para
resignificar, a través de prácticas escolares, la percepción del mundo
construida por los medios. Y la comunicación en su vertiente popular
puede ser la respuesta.
La comunicación popular es naturalmente contrahegemónica y propone
que emisor y receptor mantengan una relación entre pares, algo que no
está aprehendido en nuestra sociedad. Que los alumnos se encuentren con
la oportunidad de crear sus propios diarios escolares, portales,
documentales (por medio de sus cámaras personales y no una profesional) o
programas de radios, con sus propias herramientas y lenguajes, lejos de
los formalismos impuestos hegemónicamente, será la primera experiencia
hacia la vivencia plena del derecho a la libertad de expresión y las
responsabilidades que eso conlleva.
Los chicos deben acceder a la educación en comunicación, ya sea de
medios o no, a través de nuevos modos de producción en diferentes
lenguajes y soportes, permitiéndoles cambiar su percepción del mundo y
de sí mismos. Acceder a una comunicación no profesional que puede ser
realizada por cualquier persona de una comunidad es lo que la hace
definitivamente popular. Liberarlos de la agenda y formatos imperantes
les permite ser ellos mismos frente a un micrófono, una pantalla o una
cámara, aunque sea difícil (y lleve su tiempo) entender que el tema que
aqueja a su comunidad inmediata es tanto o más importante que el
escándalo de la vedette de turno.
Pero tal vez hoy el mayor conflicto sea la realidad áulica, debido a
que los docentes encargados de trabajar estos contenidos no estarían
suficientemente concientizados de la importancia de la comunicación
popular en los tiempos que se avecinan. De hecho, en los diseños
curriculares de todas las materias del área de comunicación de la
provincia de Buenos Aires no aparece siquiera el término “comunicación
popular”, toda una cuenta pendiente para una sociedad en conflicto, ya
que la comunicación popular es una práctica sociopolítica y cultural que
es expresión del conflicto entre saberes. En este contexto, es la
escuela a través de sus docentes la que debe facilitar los caminos para
producir nuevos sentidos.
La comunicación popular es la forma de producir relatos nuevos,
enfrentados históricamente a los relatos de los discursos dominantes,
como el del miedo, el individualismo y el odio. Permite un desarrollo
endógeno de la comunidad y lleva con ella la voluntad de romper
silencios impuestos. Es en la escuela donde se debe recuperar la
palabra. A través de la producción de mensajes propios que generen
nuevos relatos, los chicos pueden cambiar la percepción de la realidad y
promover una visión más crítica del mundo. Así, la comunicación popular
se convierte en un espacio de constitución de nuevos actores y nuevas
subjetividades que descubrirán la posibilidad de poner en la agenda
pública un bagaje cultural propio, que al mismo tiempo les permita abrir
un nuevo horizonte laboral y profesional.
Tal vez sea ésta la real importancia de que los chicos se expresen
dándoles nuevas herramientas, porque escucharlos a ellos es escuchar al
futuro, y dar paso a un nuevo mundo sin olvidar las enseñanzas que nos
deja el pasado.
* Licenciado en Publicidad y
Especialista en Comunicación UNLZ.
Publicado en Página12
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