La alimentación es uno de los ejes críticos del milenio; por
ello —sin ser el tema oficial— se ha convertido en el centro de la
agenda del 13º Congreso de la Asociación Internacional de Sociología
Rural que tiene lugar por esta fecha en Lisboa, Portugal. No es porque la comida de pronto haya adquirido relevancia teórica,
sino porque el acceso o no acceso a ella es el centro de una de las
disputas más fuertes del siglo XXI, en el contexto del cambio climático,
el agotamiento de los recursos naturales y la lucha por ellos, y el
control por parte del sistema de negocios agroalimentario.
Por esto en buena parte de los casi 70 grupos de trabajo de este congreso se plantean toda una serie de interrogantes como:
–
¿Por qué es posible que se avance en la producción de alimentos y en
números absolutos y relativos aumente el número de personas con
desnutrición y malnutrición en el planeta?
– ¿Hasta qué punto debe
evitarse que los países más ricos o poderosos adquieran tierras en
África –continente donde hay más hambre en el mundo– para asegurar su
suministro alimentario?
– ¿Es posible que el planeta alimente
adecuadamente a toda la población con el actual paradigma alimentario de
sobreconsumo de productos animales, que, a su vez, demandan grandes
volúmenes de agua?
– ¿Ante la crisis alimentaria y la crisis energética es ético optar por los biocombustibles?
–
¿Por qué los campesinos, los productores de los alimentos, no resultan
beneficiados ni con las políticas de precios altos ni con las de precios
bajos?
Se observa también que ante el gran poder del sistema agroalimentario
hay múltiples intentos de producir de manera alternativa más alimentos,
más sanos, más accesibles. En los países del norte hay toda una
tendencia a la ruralización, a la producción urbana de alimentos, a la
autosuficiencia.
Sin embargo, ¿qué decir cuando a grandes mayorías de los países del
sur, que viven no en las ciudades sino en el campo les está vedado
producir siquiera lo mínimo para su subsistencia por la carencia de
tierras, el no acceso al agua o por las vicisitudes del cambio
climático?
Puede ser que resulte muy satisfactorio que los estudiantes de una universidad californiana produzcan sus propias hortalizas, pero eso no resuelve para nada el problema de la hambruna en zonas como la tarahumara o la mixteca mexicanas.
Puede ser que resulte muy satisfactorio que los estudiantes de una universidad californiana produzcan sus propias hortalizas, pero eso no resuelve para nada el problema de la hambruna en zonas como la tarahumara o la mixteca mexicanas.
Se presentan, asimismo, investigaciones que demuestran que hay una
recuperación desde arriba, desde el poder del sistema de los
agronegocios, de conceptos y de prácticas tales como “agricultura
verde”, “producción orgánica”, “sustentabilidad” e incluso “comercio
justo”.
El marco de referencia en que se originaron como crítica práctica a
la utilización intensiva de agroquímicos, a la sobrexplotación de
recursos naturales, a la sobrexplotación del trabajo y de las
comunidades campesinas e indígenas ha sido cooptado, se ha
“wallmartizado” o “starbuckizado”, por lo que se hace necesaria una
continua lucha de significados, una reflexión y trabajo de
concientización con productores y consumidores, por eso se van generando
conceptos y prácticas como “comida local” o “comercio local”, como
alternativas desde abajo. Sin embargo, hay ciertas tentaciones de
academicismo, de teoricismo, de predominancia de una forma de construir
conocimiento desde la universidad, desde el norte, explícita en el hecho
de que el único lenguaje del congreso es el inglés.
Por todo esto resulta sumamente aleccionadora la intervención en el
congreso, de Paul Nicholson, dirigente de Vía Campesina: ante el
problema del hambre, del desplazamiento, de la precarización, hay que
enfocarse bien: no se trata de una crisis de la alimentación, sino de
una crisis del sistema.
Dicha crisis tiene tres principales causas: primero, la imposición de
la agenda del libre comercio a nivel planetario, que establece precios
agrícolas bajo los costos de producción y delocaliza la producción de
alimentos, poniendo en peligro la viabilidad de las comunidades;
segundo, la privatización de la tierra, de los recursos naturales, de
las semillas, y tercero, la imposición de un modelo de producción con el
uso intensivo de agroquímicos que pone en las trasnacionales el control
de la cadena alimentaria.
La Vía Campesina propone globalizar la lucha, para poder globalizar
la esperanza, basándose en una triple estrategia: la soberanía
alimentaria que pone el derecho de los pueblos a alimentarse y a
producir sus alimentos en el centro; consolidar redes locales que se
conviertan en un poder internacional y la interacción dinámica entre los
diversos actores rurales y académicos, investigadores. La necesidad de
esta interacción es precisamente enfatizada por uno de los líderes
intelectuales del congreso y fundador de la sociología de la
alimentación, William Friedland.
Desde otro nivel convergen con estas propuestas las sugerentes ideas
del sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos, uno de los
expositores magistrales del congreso: la sociología rural debe luchar
contra el colonialismo cultural y por una justicia cognitiva global,
construir una epistemología desde el sur que valore, certifique y
explore la diversidad, aprovechando la gran experiencia práctica y de
conocimiento de los pueblos del sur, de las comunidades indígenas todo
esto para desarrollar la autodeterminación desde abajo hacia arriba,
concepto y práctica clave para superar la gran crisis que vivimos ahora,
crisis que no es sólo alimentaria, sino del sistema globalizado.
*Publicado en Telesurtv.net
No hay comentarios:
Publicar un comentario