miércoles, 24 de marzo de 2021

LA VICTORIA DE LOS PAÑUELOS

Por Roberto Marra

A veces, un simple adminículo de uso corriente se transforma en símbolo. A veces, una manera de actuar se hace ejemplo por su perseverancia. Otras, una sola palabra refleja todos los sentimientos. Muchas, tantas veces, advertimos que unas pocas personas son capaces de movilizar a millones de almas, para convertir el silencio en grito unísono y apabullante. Son esas cosas, esos actos, esos dichos y tanta voluntad desesperada, los elementos inmateriales que activan el motor de la búsqueda de sentidos, de las razones de los padecimientos, de las pérdidas incomprensibles, del tiempo transformado en dolor y éste en lucha inquebrantable para justificar la existencia de una humanidad que todo el tiempo es sometida a las peores pruebas de los fabricantes del odio y la mentira institucionalizada.

Todas las mendacidades terminan de rodillas ante las miradas incólumes de las Madres y las Abuelas. Todas los cobardías se esconden de sus ojos. Todos los altivos traficantes de miserias se callan ante sus palabras. Todas las crueldades se resumen en las historias de sus hijos y sus nietos. No resulta sencillo comprender tanta sana convicción, tanta persistencia, tanta fe en la verdad que transmiten con todos los dolores convertidos en sustancia elemental del futuro que le negaron a sus descendencias.

Todas juntas son un emblema. Cada una es una alegoría. Sus vidas son la encarnación de la Justicia, la de verdad, la que no se transa en la oscuridad de los tribunales, la que no se mancha con la venalidad de los jueces y los fiscales corruptos. Se han transformado ya en el orgullo de quienes sienten que la Patria es mucho más que una palabra de día festivo. Son la representación de un espíritu indomable que naciera con los héroes del primer intento de independencia de estas tierras avasalladas por los mismos que, entonces y después. terminaron con las vidas de los mejores hijos.

Se las ha sometido a las peores pruebas, se las ha estigmatizado de las más horrendas formas, se las ha perseguido por los adláteres mediáticos de un Poder que también manejaba los hilos políticos de aquellos tiempos de metrallas. Pero no han podido derrotarlas. Ni aquel ejército traidor, ni estos fariseos de las finanzas, ni los repugnantes voceros de la eternizada oligarquía judicial. Envidia de robles y quebrachos, sus pies cansados y sus espaldas dobladas siguen soportando todos los escarnios, haciendo añicos las ambiciones de los sucios oportunistas y los brutos propietarios de las riquezas manchadas con las sangres de sus hijos.

Siguen caminando por las Plazas de la esperanza, continúan gritando sus dolores imposibles, duplican cada día sus energías, que elaboran en sus corazones inconmensurables. Sus pasos nos empujan a seguirlas. Sus palabras nos aleccionan a comprender esa historia mal contada. Sus miradas nos impiden equivocarnos. Sus historias, sus vidas enmarcadas entre miles de torturas y balazos de las bestias que las quisieron matar en vida, están resumidas en ese sencillo triángulo de tela que enmarca sus ojos repletos de futuro. Por sus nietos, por sus hijos, por ellas y por todas y todos quienes sentimos que la Patria es el otro, estamos obligados a llevar esos pañuelos a la Victoria. Esa que creyeron desaparecer con las 30.000 almas perdidas en una oscuridad que solo ellas pudieron iluminar.



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