viernes, 6 de marzo de 2020

LA MILITANCIA NECESARIA

Imagen de "Diario Z"
Por Roberto Marra
Si hay algo que caracteriza a la historia política argentina, es la presencia masiva de sus habitantes en las calles para reclamar derechos, para exigir justicia, para manifestar adhesiones u oposiciones, para celebrar triunfos o llorar derrotas. La aparición en la escena callejera de los trabajadores, le dio esa característica especial que brindan las luchas reivindicativas, visualizó lo que estaba escondido detrás de los relatos oligárquicos de nuestra historia y elevó la actitud militante de los ciudadanos que comprendían la importancia de sus presencias para asegurar el cumplimiento de los objetivos por los cuales se movilizaban.
Es necesario recordar los hechos fundacionales de la militancia popular, que formaron parte de la génesis de la llegada al poder político del partido de masas de mayores dimensiones de nuestro País. Es bueno conocer las razones que produjeron esos acontecimientos específicos, pero más aún la importancia que tuvieron para empujar la parición de una nueva época, marcada por la presencia del Pueblo sosteniendo los avances sociales que se les ofrecían, justamente, por la permanente acción militante en defensa de sus sueños. Y después, de sus logros.
Los procesos retrógrados que sucedieron a aquella experiencia popular, fueron específicamente al “hueso” de esa sociedad concientizada de sus derechos, a través del miedo y la aleccionadora maquinaria mediática, que se convirtió en aliada permanente de los sectores conservadores para acabar (siempre decían para siempre) con cualquier esperanza derivada de las luchas colectivas, empujando a vastos sectores sociales a la marginación y, a la mayoría, al individualismo más paralizador.
Las idas y vueltas de nuestra particular historia, nunca lograron disolver del todo ese espíritu militante, pero si apocarlo, disminuir la masividad de otros tiempos, salvo en ocasiones muy especiales, derivadas de la especial convocatoria de líderes provistos de un magnetismo especial, único y paradigmático.
Pasaron cosas”, decía el energúmeno que ocupara la Rosada por cuatro años fatídicos, donde “arrasar” es la palabra que mejor define su nefasta experiencia. Mucho antes de su llegada, el aparato mediático fue haciendo de las suyas, aplicando un plan orquestado para el debilitamiento de las fuerzas populares, estigmatizando a la militancia hasta convertir a sus participantes en “delincuentes”, vulgares pendencieros que intentaban terminar con “la república”.
Todo ese proceder mafioso, extorsionador y programado para acabar con la confianza en las manifestaciones callejeras como método de participación ciudadana, ha ido penetrando, por la que se ve en los últimos tiempos, en las mentes obnubiladas de los individuos, que solo parecen ser eso y nunca parte de un colectivo que los defina ideológicamente. Eso, las ideologías, son el blanco permanente de los ataques de los papanatas con patente de eruditos que nos enseñan por TV la verdad revelada por el “dios mercado”, simple manera de convertirnos en esclavos de sus perversiones sociales.
Ahora, cuando se ha tocado un fondo blando y oscuro, ese indefinido piso de las maldades que avasallaron los derechos y aplastaron las conciencias, la necesidad de la presencia militante se hace más imperiosa que nunca. La llegada de un nuevo Gobierno popular, merece y necesita de la presencia en las calles de quienes mantienen todavía la esperanza en transformar tanta miseria en justicia social, tanta disgregación en soberanía, tanta entrega en independencia económica.
No será solo como resguardo a las personas que lo conforman, sino al destino que colectivamente se pretenda generar para la Patria, esa olvidada palabra que resume nuestra pertenencia y marca la historia que nos parió, cuando ella se sublevara desde el barro donde la habían hundido los antepasados de los actuales sociópatas con ínfulas de demócratas.
Porque siempre habrá errores y deficiencias, que deberán ser marcados; o se cometerán injusticias que tendrán que ser reparadas; o retrocesos que habrán de ser corregidos; o ataques de los enemigos que nunca se dan por vencidos; la presencia popular en las calles, el protagonismo militante de los auténticos interesados en que los cambios sean reales y permanentes, es la condición para el verdadero triunfo. No el de los votos, sino el de la vida misma, que signifique que el despertar del Pueblo no es una simple y banal alegría temporaria, sino la definitiva batalla ganada para construir la Nación que nos merecemos.

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