martes, 10 de marzo de 2020

TOXICULTURA

Imgen de "Globedia"
Por Roberto Marra
Los tóxicos son sustancias que, de acuerdo a las cantidades de los mismos, provocan efectos químicos en los organismos vivos, generando trastornos que pueden ser desde leves hasta mortales. Agro, por su parte, es un prefijo que equivale a “campo”. Todo indicaría, entonces, que la conjunción de ambos términos nos da una palabra (agrotóxicos) que nos habla de elementos químicos que poseen peligros para los seres vivos involucrados en la actividad relacionada con el aprovechamiento de las riquezas potenciales de la tierra.
Sin embargo, los tóxicos, sea por desconocimiento, desidia o desprecio, son utilizados con absoluto irrespeto hacia la naturaleza y los seres vivos que la habitan, entre ellos, los humanos. También puede haber premeditación alevosa de maldades, pero eso constituiría más un caso patológico que derivado de intereses pecuniarios, que son los que mueven a una inmensa mayoría desaprensiva, a la utilización de semejantes productos nocivos.
No son nuevos los métodos agropecuarios que involucran sustancias potencialmente peligrosas para elevar la productividad de cultivos o animales. Pero ha sido en los últimos cuarenta años (aproximadamente) que ha venido elevando su participación en esas metodologías productivistas que solo buscan rindes fabulosos sin considerar sus efectos “secundarios”. Y han resultado ser las tierras de los países considerados “sub-desarrollados”, los que más se han visto invadidos por esos procesos y toda la parafernalia que viene detrás, como la generación de organismos genéticamente modificados, probados en nuestras feraces sabanas y pampas, para regocijo de la industria y los laboratorios que crean y distribuyen esos inventos.
Después de un largo período de aplicación de estos sistemas, fueron haciendo su aparición los efectos que, desde el comienzo mismo de sus aplicaciones, fueron advertidos por científicos y expertos de todo el Planeta. Se han venido sembrando semillas y criando animales de forma tóxica, pero nunca ha sido capaz nadie que pertenezca al círculo vicioso de la productividad agraria letal, de prestar atención a tales avisos. Peor, por el contrario, se han rebelado furiosamente contra quienes señalan con detalles precisos los daños reales que provocan ahora y provocarán mucho más en el futuro, de continuarse con las mismas prácticas.
Poderoso caballero, Don Dinero”, ha logrado inmunidad para los asesinos escondidos en los laboratorios, los productores de mentes obnubiladas por las ganancias monumentales y los nuevos modelos de 4x4, y los funcionarios de lapiceras ágiles para firmar decretos que les aseguren la tranquila continuidad de sus perversiones agrarias. Las disculpas extorsivas fluyen raudamente de las bocas de los ineptos que pretenden dirigir los destinos de la producción, anteponiendo los bolsillos repletos de dólares frente al final obsceno de la muerte de personas relacionadas con la actividad, una especie de “ofrenda” al “dios mercado” que los conduce.
Pavoroso destino buscado de ex profeso por las corporaciones transnacionales que dominan oligopólicamente el manejo de las producciones agropecuarias del Mundo. Genocidio planetario derivado de la codicia insensata de esos poderosos dueños de casi todo, dispuestos siempre a hacer un poco más de daño, cuando de ganancias se trata. Alteración genética mediante, somos para ellos como los yuyos que matan con sus glifosatos, simples plantines que pasan por la vida para alimentar el suelo con el jugo de nuestras existencias, obligados a servir al amo que nos asesina con cada bocado contaminado que tragamos o con cada gota de agua envenenada que consumimos.
No es que no exista alternativa a semejante desajuste con la naturaleza. No es que no se pueda cultivar con semillas autóctonas antes que compradas a los monopolios extranjeros y tener rindes fabulosos. No es que no se puedan criar animales con métodos complementarios de la agricultura, sin la utilización horrorosa de anabólicos y antibióticos, para generar ejemplares fuertes y sanos. No es que estemos obligados a fabricar nuestras propias tumbas alimenticias.
Las opciones están allí, al alcance de nuestras manos y, sobre todo, de nuestras necesidades alimenticias, económicas y sociales. Dar el paso hacia la soberanía alimentaria, implica renovar los conceptos productivos, revalorizar los conocimientos ancestrales, reproducir los valores perdidos detrás de las monedas miserables de un imperio que también nos domina por este lado, obligándonos a consumir sus comidas de plástico y cartón pintado, paradigma horrendo de un destino que es imprescindible cambiar ya, para salvar la vida. La nuestra y la de todo el Planeta.

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