viernes, 11 de octubre de 2019

LA CULTURA DEL FALSO DEBATE

Imagen de "New York Magazine"
Por Roberto Marra
La cultura comunicacional estadounidense ha ido penetrando de tal manera a la del resto de los países, que ya no hay diferencias entre lo que se puede ver y escuchar en cada uno de ellos. Los modos y las formas son copiados con absoluta fidelidad a ese modelo atravesado por una clara ideología supremacista, despreciativa y menoscabante de otras civilizaciones, solo mostradas como curiosidades étnicas, antes que como lógicas manifestaciones de culturas alternativas a las propias.
Es así que vemos periodistas del resto de Nuestra América, que se expresan de la misma manera, adoptando las mismas cadencias en el hablar, preguntando con la misma carga prejuiciosa y dando por sentado que nadie opinará diferente a lo que el estáblishment necesita como mensaje unificado para sostener su propio poder y, fundamentalmente, el de sus mandantes.
De allí a la tergiversación de la realidad, solo media la ética que pudiera sostener el comunicador, las más de las veces dispuesto a pisotearla en nombre de ese conocido y poderoso caballero, “don dinero”. Colocada esa medida de la irresponsabilidad social como patrón de la comunicación, ya nada se podrá esperar de bueno para satisfacer las necesidades del conocimiento masivo de los sucesos reales, tan indispensables para elaborar buenas conciencias y construir mejores futuros para los pueblos.
Por esos andariveles transitan quienes deben transmitir los hechos complejos que suceden en nuestras naciones tan convulsas. Con esos paradigmas falaces se entrometen en nuestras vidas a través de las pantallas y destruyen las verdades populares, hacen añicos lo evidente y generan desprecios y odios incompatibles con los hechos, que jamás se conocerán a través de semejantes aprendices de la inmoralidad disfrazada de “seriedad”.
Uno de los más copiados métodos político-periodísticos que se han impuesto en casi todos los países, es el de los “debates” entre candidatos de una inminente contienda electoral. Allí se pone blanco sobre negro acerca de que va este método comunicacional, basado en la organización de lo falaz para obligar a pensar como el sistema político mundial lo crea conveniente para sus intereses.
La hipocresía elevada al rango de lo ético, la manipulación de los tiempos para socavar las opiniones adversas al Poder, la intencionalidad malévola de los temas permitidos y sus impuestas tajantes definiciones para imposibilitar lo que arguyen como sus objetivos democráticos; todo se conjuga para dar por tierra con esos supuestos objetivos tolerantes de las diferencias, transformando el tan promocionado “debate”, en un simple juego maniqueo, donde la verdad brilla por su ausencia y la confusión es el rasgo permanente en las breves y obtusas “discusiones” que se les permite a los participantes.
Los espectadores de esta teatralización de la realidad política, solo verán una representación de lo que en verdad piensan o sienten los personajes políticos que allí se presentan. Aun con la mejor voluntad que pongan cada uno de ellos, las limitaciones impuestas como reglas para “debatir” serán la pared donde chocarán sus posibles buenas intenciones de dar a conocer sus verdades, generando sensaciones de vacíos de propuestas y anulando lo que una real discusión podría brindar para reconocer virtudes y defectos de cada quien.
Se trata de una forma más de tergiversar la realidad, donde las “estrellas” terminan siendo los periodistas, rígidos defensores del status quo que los sostienen para idiotizar a los millones de incautos que quedan atrapados en sus redes de maleficios comunicacionales. Caminando por la cornisa de la verdad, haciendo malabares con las palabras cortadas a los actores principales de estas parodias, adoptando poses y tonos copiados a sus alter egos norteamericanos, estos maquiavélicos representantes de la mentira organizada intentarán dejarnos las dudas que los poderosos puedan utilizar para sostener sus ventajas sociales.
A pesar de sus intentos, siempre habrá una punta de donde tirar del ovillo de las falsedades, para desarmar tanta hipocresía desvergonzada, tantos dolores sociales ocultados con falacias, que se van cayendo ante el empuje de la lucha popular, el enemigo más temido por estos intrigantes lacayos del Poder, esclavos de sus palabras y cómplices de las acciones degradantes de una sociedad que sabrá, antes de lo que ellos prevean, expulsarlos del trono de las vanidades sin sustento y arrojarlos al definitivo rincón de la ignorancia.

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