viernes, 25 de octubre de 2019

CUARTO PODER

Imagen de "Centediario"
Por Roberto Marra
Hace mucho tiempo, se acostumbró a decir que el periodismo es el “cuarto poder” dentro de la estructura republicana y representativa de una nación. Con esa sola expresión, se fue elaborando un sentido de valoración de lo que la prensa publica, casi incontrastable, supuestamente impoluta y hasta sacrosanta. Las letras de molde, las palabras y las imágenes que los medios difunden, pareciera que deben ser tomados como pruebas irrefutables de una verdad que solo podrían tener ellos, en virtud de esa pátina de superioridad ética que les daría su supuesta imparcialidad.
Pero no existe, lo sabemos, ninguna verdad absoluta, salvo la de los hechos concretos, que solo pueden ser vistos a través del cristal ideológico con que cada persona mira los acontecimientos. Siempre serán interpretaciones de la realidad las expresiones mediáticas, basadas en intereses derivados de las decisiones editoriales de los dueños de los medios. Éstos, por estos tiempos de globalizaciones y neoliberalismos extremos, donde todo se vende y se compra, aún la moral de quienes debieran estar estrictamente al servicio de transmitir hechos para que los lectores, oyentes o televidentes elaboren sus propias consideraciones al respecto, se han convertido en voceros del Poder, han vendido sus almas a los “diablos” de las comunicaciones planetarias y transformado esa noble profesión en una más de las herramientas para el sometimiento de las mayorías.
Asegurando lo que no conocen, sentenciando para lo que no poseen pruebas, señalando a quienes se convierten en sus manos y sus voces en juguetes de una mentira elaborada por los auténticos fabricantes de los pensamientos que ellos nunca podrían imaginar por sí mismos, se posicionan como “estrellas” del “espectáculo” comunicacional, aplastan la realidad con acumulaciones de latrocinios verbales y retuercen el destino popular hasta conducirlo hacia odios inventados para evitar la modificación más mínima del status quo que les permite sobresalir de sus profundas ignorancias y brutalidades.
Se pretenden inteligentes por utilizar el sarcasmo y la burla permanente hacia los destinatarios de todas sus maquinaciones pseudo-periodísticas, intentando ridiculizar a sus interlocutores en las entrevistas o estableciendo dudas sobre cada palabra que emitan aquellos que son objetos de sus odiosos mensajes, los “caballitos de batalla” de sus grotescas editoriales, para solaz y beneficio de sus “generosos” patrones.
Llenan los bolsillos con dineros sucios provenientes del excremento doctrinario con el que construyen sus ascendentes “carreras”, acusan y sancionan a través de sus juicios sumarios televisados, para placer de sus obnubilados seguidores, quienes viven atrapados en la maraña de falsedades entrelazadas para que nadie escape de esa cárcel de rejas invisibles en que han convertido a la sociedad.
Pero son sí capaces de voltearse en el aire, de dar su “vuelta carnero” y cambiar de opiniones con la rapidez que les exijan las circunstancias políticas. Se arrastrarán al lado de los ganadores electorales, se acercarán a los nuevos funcionarios y les ofrecerán sus prebendarios servicios mediáticos, para poder continuar, como sea, con su rutina ganadora del “estrellato” comunicacional. Ahí habrán de mentir más de lo habitual, hasta envolver a algún desprevenido que fuera, hasta no hace demasiado, objeto de sus más duras persecuciones. Y se reproducirán, envueltos en esa manta protectora del falso “cuarto poder”, para seguir destruyendo la verdad, esa eterna enemiga del Poder.

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