miércoles, 23 de octubre de 2019

CHILE, DE REGRESO

Imegen de "Sputnik Mundo"
Por Roberto Marra
A veces, la historia de las sociedades suele ser paradójica, recorriendo una extraña parábola que deriva en el regreso a lo que, en un tiempo más o menos lejano, fuera motivo del orígen de desencuentros que nunca debieron suceder. Pero el “diablo” neoliberal, con el liderazgo de los peores seres humanos que se recuerden, logra transformar las conciencias de millones de personas hasta obtener que denosten a sus mejores representantes, para placer y beneficio solo de una pequeña parte de los fabricantes de todas las mentiras y todas las desgracias.
Es así que ahora, en Chile, los hijos y los nietos de aquellos que golpearon las cacerolas para expulsar de sus vidas ciudadanas a uno de los mejores hombres que haya conocido esa tierra trasandina, han llegado al mismo punto de donde salieron, regresaron al momento donde la paradoja se cumple y las necesidades explotan, fruto de un proceso donde no existió piedad con los más débiles, donde la miseria se adueño de una gran parte de esa sociedad satisfecha por haber terminado con ese sueño de liberación y justicia.

Adormilada por el efecto de la meritocracia dominante, por el engreimiento de un sector creído de pertenencias imposibles, por el aplastamiento de cualquier intento que contradijera al Poder heredado del “chacal” que le dio origen, a fuerza de balas y gases, la sociedad chilena se fue “amaestrando”, transformada en un oscuro “ejemplo” para sus vecinos, que transcurrieron por carriles similares a veces, otros no tanto y hasta totalmente opuestos en algunos períodos.
Las oligarquías de cada uno de nuestros países y el imperio lo elevaron al rango de ejemplo mundial, un ámbito donde todas las “recetas” se fueron cumpliendo a rajatabla, donde no perdieron nunca los dueños de la economía, aún cuando se fueron sucediendo gobiernos de aparentes posiciones opuestas, pero todos fieles acatadores del primigenio designio pinochetista. Hubo luchas y protestas, reclamos y quejas, pero todas y cada una se fueron diluyendo en ese contaminado mar de represiones salvajes, en la degradación de millones de habitantes al mero hecho de sobrevivir para servir a los corruptos estafadores que se arrogan el mando eterno de un Pueblo, solo para satisfacer sus privilegios obscenos.
Los repugnantes discursos del actual y repetido empresario gobernante, solo muestran el grado de putrefacción al que han llevado a esa Nación, hasta hacer saltar por los aires la calma chicha que tapaba los sentimientos de asco que atravesaba a toda la sociedad, por tanta estulticia presentada como verdad revelada por el “dios” mercado y sus aprovechados representantes. Solo muerte y desolación promete el imbécil con ínfulas de estadista, rodeando la Moneda de tanques, como en aquellos tiempos donde acababan de asesinar la libertad en nombre de la lucha contra el comunismo, el viejo caballito de batalla con el que pretenden auto-otorgarse el título de “demócratas”.
Ahora las culpas de los levantamientos populares serán de Cuba, la eterna estigmatizada, y de Venezuela, el actual paradigma del odio imperial. No importa la verdad, porque se trata solo de retrasar la historia, postergar el final que intuyen inexorable, apurar los pasos para imponerse por un tiempo más, para seguir acumulando las riquezas que les roban a sus gobernados. No habrá retrocesos ni desvíos de sus acciones, salvo los que impongan los sublevados contra tamaña injusticia, hartos de la esclavitud de las ideas programadas para sus silencios y sus postergaciones.
La violencia suele transformarse en una peligrosa y resbaladiza pendiente hacia el fracaso de los objetivos que les dan origen. La muerte como objetivo disuasorio solo enerva todavía más los ánimos caldeados de los manifestantes, que ven como además de la pobreza, se les atraviesa el fin de sus días a manos de monstruos armados para una guerra donde uno de los bandos solo empuña verdades y dolores.
El resultado de esta batalla chilena tendrá como signo vital el final de la noche pinochetista. Tal vez logren los poderosos arrebatarles un tiempo más a los insurrectos, aplastando por otro período las ansias libertarias de un Pueblo cansado de esperar el “derrame” de un sistema que no incluye más que a los provocadores de las crisis. Pero la semilla está sembrada y pronta a germinar. La primavera social se acerca y será inevitable, tanto como el invierno que les espera detrás de cada barricada a los oscuros oligarcas, donde vuelven a sonar las últimas palabras del gran Salvador, para abrir, por fin, el camino liberado de las anchas alamedas.

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