jueves, 2 de mayo de 2019

DESCUBRIENDO LA PATRIA

Imagen de "Alba Ciudad"
Por Roberto Marra
Prácticamente desde el comienzo de nuestra existencia como Nación “independiente”, la identidad nacional estuvo atravesada por una concepción europeizante de los valores que definen las características de eso que se da en llamar “argentinidad”. No extraña, entonces, que cuando se requieren descripciones de la realidad nacional o internacional, éstas estén cruzadas por esos conceptos que no responden a la realidad vivida, sino a la “soñada” como ideal, basada en nociones emanadas desde los pensadores europeos y, como sus adláteres sociológicos, en algunos norteamericanos que los complementan.
Por eso que no puede llamar la atención la adhesión inmediata de la población a los criterios que se emiten desde el viejo continente sobre los temas mas importantes que hacen a la vida de nuestra región, al desarrollo de las políticas en cada uno de nuestros países y sus relaciones con el resto del Mundo, sobre todo con el imperio guerrerista del norte del continente.
Preconceptos amañados y sostenidos a rajatabla por energúmenos varios con aires de “intelectuales”, resumen forzadamente la realidad hacia el costado que les conviene a los poderosos conglomerados de corporaciones que dominan la economía y las finanzas del Planeta. Convencen, gracias a sus inmensas fuerzas mediáticas, a millones de expectantes ciudadanos que aguardan respuestas para con sus dudas, que buscan con denuedo una vida mejor, que rasguñan las piedras para encontrar el sentido mismo de sus existencias, sin otro destino que trabajar para sostener a las pocas decenas de dueños del Mundo.
Cuando surgen movimientos populares que cuestionan sus sistemas y reglas, que pegan un salto sobre sus decadencias manifiestas, que pretenden poner fin a los inútiles sufrimientos padecidos en nombre de una “libertad” que solo la es para sus dominadores, entonces la reacción no se hace esperar y el desprecio se pone sobre la mesa de la inequidad mundial, haciéndonos saber que nunca podremos salir de sus jaulas ideológicas, como no sea en ataúdes.
El dedo acusatorio de las peores maldades se hará omnipresente en cada reportaje de sus estereotipados periodistas, vulgares voceros de las patrañas maliciosas de sus amos. Con definiciones tajantes intentarán hacer trizas las razones de los sublevados a sus designios, ensayarán mil maniobras destructivas de la imagen de los líderes populares que pretenden conducir a su Pueblo a destinos superadores de la miseria que lo atraviesa desde siglos, inventando pretensiones demoníacas para con esos adalides libertarios, que no admiten en los que consideran “sus” territorios.
Los llamarán “dictadores”. “Dictadores” repetirán los obsecuentes locales. “Tiranos”, les llamarán los aprendices de Goebbels del subdesarrollo. Los pintarán con trazos gruesos y deformes, les impondrán ignorancias que no tienen y sembrarán dudas sobre sus conductas honestas. Hablarán de miles de ridiculas acciones nunca sucedidas, convertidas en certezas para los consumidores imbecilizados con sus tropelías televisadas. Y culminarán cada día con amenazas del final de sus mandatos por la fuerza de la “razón” imperial, que es la suya y “deberá” ser la nuestra.
Creidos descendientes de “razas” superiores, millones de herederos de sangres europeas preferirán ser parte de la miseria programada para sus vidas, antes que pensarse como lo que son, habitantes y ciudadanos de otro Mundo, de este Continente maltrecho por los abusos imperiales y sus acólitos, esos pequeños gobernantes locales dedicados a cobrar algunas comisiones por manejar los intereses del amo norteño.
Pero la historia suele porfiarle el camino al destino preparado por los ideólogos de nuestras desgracias. Porque nacen seres excepcionales, que se elevan por sobre las inmundas soberbias de los genocidas planetarios, que asumen sus roles al comando de los pueblos desatados de sus ligaduras, buscando porvenires que construyen con devoción, adquiriendo una nueva práctica solidaria, desarrollando ideologías propias, resumiendo sus devenires históricos en utopías que casi pueden tocar, que les dan la fuerza necesaria para defender sus objetivos ante quien sea, incluso el imperio más poderoso de la historia.
No lo comprenden demasiado los soberbios europeos. No entienden un ápice los enceguecidos norteamericanos. Ni siquiera lo perciben los idiotizados locales, embrutecidos a fuerza de imágenes falsas de las cadenas de mentiras. Pero los pueblos rebelados existen, están caminando delante de sus ojos. Son millones, son alegres y valientes, capaces de derrotar la maledicencia y la brutalidad de los enemigos, de enfrentar las balas y los misiles. Porque han comprendido ya, el concepto que ahora pueden gritar al Mundo, han sentido que los atravesó la luz de la gloria resumida en una sola palabra, que los aúna y que los elevará por sobre los miserables destructores de sus esperanzas. Han descubierto la Patria.

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