lunes, 4 de marzo de 2019

VIOLENCIA ES LA FALTA DE UNIDAD

Imagen de "ritmo-parana"
Por Roberto Marra
A diario observamos en las pantallas la destrucción y la muerte de decenas o centenares de personas en aquellos países que sufren la presencia del imperio y sus aliados guerreristas. Siempre en persecusión de maximizar sus beneficios en forma infinita a costa de la expoliación de las materias primas ajenas, ostentando el poderío armamentístico que, a su vez, es parte del aparato productivo esencial para el mantenimiento de su economía, transitan los territorios invadidos por decisión propia, ignorando convenios y leyes internacionales, dejando a su paso las ruinas que reconstruirán las mismas empresas que las demuelen.
Sin embargo, adormecidas con un imaginario de bienestares de “cajita feliz”, las sociedades terminan mirando para un costado, dejando hacer a su antojo al imperio, creídos de la lejanía de aquellas bestialidades masacrantes, sintiéndose parte de los “ganadores” del Mundo, ignorando incluso a quienes les rodean con sus miserias a cuestas, burlándose del más débil, replicando en ellos las maldades imperiales con sus pequeños poderes de medio pelo ensoberbecido.
Pero no están lejos los asesinos planetarios. Decididos a insistir en la vieja doctrina “monroeriana”, han ido retomando el control de Nuestra América, mediante otro tipo de guerra, de múltiples aristas, donde juega su papel fundamental el aparato mediático previamente establecido y los estudios de las subjetividades a quienes dirigirán sus alienantes mensajes. El virus del odio se inocula en los sectores más proclives al desprecio de clase, disolviendo las posibilidades de pensamientos autónomos, matando los sueños libertarios, enajenando las conciencias solidarias.
La perfidia de los gobiernos electos en base a mentiras programadas por estos perversos manipuladores de la realidad, han atravesado las sociedades de tal manera, que se naturaliza la pobreza, se aceptan las desigualdades y se exaltan las “virtudes” de la meritocracia, todo envuelto para regalo entre estrellitas de colores y fuegos artificiales que alumbran el camino al infierno al que hemos sido predestinados.
Por allí transitamos también en nuestra “Patria chica”, la provincia de Santa Fe. Como réplica implacable de las maldades mundiales, nuestro territorio y nuestra sociedad está atravesada por esos estigmas de horrores, aun en su versión de poco vuelo, donde la muerte se regodea cada día entre los jóvenes atrapados en la telaraña del narcotráfico, en las familias revolviendo la basura de una sociedad con anteojeras, en la miseria urbanizada en las villas alienantes, en el hambre consumado en los que vienen al mundo a sufrir por imposición o ineptitud de gobiernos impúdicos.
Vestidos con sus mejores trajes, adornados con sus sonrisas obscenas, salen al ruedo de la repetición infinita de sus mandatos con la conocida andanada de falsos compromisos, inútiles manifestaciones de sus incapacidades que, sin embargo, alcanzan para reiterar sus preferencias en su electorado, siempre dispuesto a hundirse un poco más en el lodo de la injusticia, con tal de no ver asomar las cabezas de los que nada tienen.
Ni una línea de un programa de gobierno. Ni una palabra que permita conocer sus próximas acciones. Solo parafernalia verbal de frases hechas para la ocasión, verborragia elaborada por los especialistas en comunicación que los asesoran, todo dispuesto en un armado mediático cooptado a base de pautas millonarias, a costa de los mismos votantes que sufrirán sus miserables gobernanzas.
Enfrente, un Pueblo abandonado mira sin comprender demasiado, más que su propia desgracia. Completa su desdicha la visión de un camino retorcido para lograr aunar esfuerzos y luchas coherentes con tamaña agresión social. Se asombra al notar la impericia y el egoismo de quienes se pretenden representantes de sus dolores, pero no concuerdan en el mínimo respeto a los sufrimientos que demandan criterios de estadistas, no de simples contendores de internas empobrecedoras de la fuerza popular.
Sabido es que solo hay una salida en los laberintos, y es por arriba. La superación de estas miserias politiqueras está en las manos de los propios perjudicados, con los más esclarecidos líderes que surjan de sus luchas y que terminen por imponerse, a fuerza de empujar la realidad hacia otro destino, conformando esa unidad conceptual que haga imposible el retroceso a hacia este presente que nos castiga con sus promesas vanas y sus envoltorios de papel glacé. Y aunque solo sea un sueño, cabe recordar que de los soñadores nacieron, siempre, las revoluciones.

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