lunes, 11 de marzo de 2019

LA BUROCRACIA DE LOS SABIONDOS

Imagen de "munozanthony.blogspot.com"
Por Roberto Marra
La simpatía forma parte casi indisoluble de la apariencia sostenida por los candidatos y las candidatas a cargos electivos, así sea por natural predisposición o elaborada en base a premisas indicadas por especialistas en márketing, de los que mucho abundan por estos tiempos de engaños con paquetes de oportunidades disfrazadas en los envoltorios del disimulo.
Entonces, en una sociedad dislocada y abatida, atravesada por la pobreza y la miseria, castigada por tarifas impagables y desempleos inminentes, vemos que esos candidatos no se cansan de sonreir desde las miles de fotos que lanzan a las redes, donde se rodean de otros sonrientes ciudadanos, felices solo por estar cerca de quien posee un pedacito de ese poder que, quien más quien menos, con un objetivo u otro, todos ambicionan.
No está mal sonreir, ni es contradictoria la alegría con la construcción política. La cuestión es con qué más se acompaña ese gesto de saludable sonrisa, con qué respaldo programático se sostienen las frases sueltas que se dejan caer en cuanta oportunidad haya un micrófono o una cámara cerca.
Resulta muy difícil conocer los detalles, aunque sea gruesos, de las metas que se propongan esos oferentes de futuros, generalmente prósperos. El miedo les hace esconder las cartas debajo de la mesa donde se juega la vida de quienes deberán elegir en manos de cuales de estos sonrientes personajes dejarán sus destinos. Solo se atreven a relatarnos el presente, a contarnos las penurias que sufrimos, a explicarnos las angustias que nos atraviesan.
El futuro, ese que está a la vuelta de la esquina electoral, se escamotea, se manifiesta a regañadientes, como para que no sea descubierta esa verdad que no se animan a decir con claridad. Una verdad que se transformará en dolorosa ponzoña que nos envenenará luego, cuando las sonrisas ya no alcancen para convencer, cuando los slógans dejen paso a la realidad punzante de “lo posible”.
Los “grandes rasgos” son los ganadores de esta compulsas pre-electorales. Trazos generales que evitarán llegar hasta el hueso de lo necesario, postergando el conocimiento y el debate imprescindible entre los propios ciudadanos, para que dejen de ser obligados a optar antes que invitados a elegir.
Decenas de militantes honestos, de estudiosos de la realidad, de analistas profundos del devenir histórico y social, son convocados solo a participar de esos clásicos “encuentros de profesionales” previos a cada proceso electoral, con la “zanahoria” de ser parte de la construcción de “programas” que hace rato tienen en sus carpetas los líderes en cuestión, siempre elaborados por el mismo grupo de adláteres, que ofician más de custodios de sus propios intereses, que de atentos estudiosos de las soluciones a las necesidades sociales.
Claro que se comprenden los temores y los resquemores de los líderes, encargados de la conducción general de esos grandes y amplios conglomerados de personas, donde no faltan los “topos” o los simples estafadores. Pero la construcción política, compleja por antonomasia, requiere también de la “audacia” de escuchar, sobre todo cuando la repetición de las experiencias permite descubrir los errores repetidos hasta el hartazgo por esa especie de “burocracia asesora” de los sabiondos.
Frente a tanto drama económico cotidiano, a semejante vejación de los derechos sociales más elementales, ante la profundidad de la quita de libertades por una “justicia” persecutoria y prebendaria, se hace imprescindible encarar la reconstrucción, no solo de los derrumbado, sino de la forma de hacerlo, del método de participación real de los mejores cuadros, del fin de las “becas” para los ególatras aprendices de “rasputines”.
Es tiempo de humildad y patriotismo, de abrir paso a los leales militantes del pensamiento nacional, de prestar oídos a los auténticos capaces de cambiar la vida de un Pueblo del que forman parte indisoluble, tantas veces convocado a votar por esperanzas perdidas detrás de vanaglorias sin sustento. Es hora de convocar a los que no piden casi nada, solo sentir el orgullo de entregar todo lo que saben, para retomar la construcción de la Patria liberada.

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