jueves, 17 de mayo de 2018

CABALLOS DE TROYA

Imagen de "Tu Diario Digital"
Por Roberto Marra

Cualquiera puede entender que, por estos tiempos, cuando se atraviesan momentos dramáticos en la vida de los pueblos, donde la debacle económica genere la profundización de la pobreza y la miseria, donde la producción pasa a ser solo una palabra de adorno en los discursos malintencionados de los ¿dirigentes? que gobiernan, donde el futuro se torna nublado y oscuro (y hasta imposible), resulta lógico hablar de unidad por parte de quienes conservan todavía la razón y el espíritu necesarios para comprender la realidad y lo imprescindible de su urgente modificación.
Pero en esas comprensiones aparecen también algunas incomprensiones o, si se profundiza, en algunos casos serán especulaciones, esas que llevan a tratar de imponer sobre los convocados a la unidad sus propios pensamientos como exclusivos e inconmovibles. “Unámonos para hacer lo que yo digo”, sería la frase que los resume.
Peor todavía, en nombre de esas necesarias unidades, se insiste en convocar a personajes con pasados nefastos, apostadores permanentes a la “banca” del Poder Real, viejos amañadores de circunstancias para beneficios propios o de su grupo reducido de influencia.
Al mismo tiempo, con pertinaz contradicción, se habla muy mal de personas u organizaciones de objetivos confluentes, objetando su no pertenencia al exacto ideario de los convocantes, alejando la suma de grupos con verdadera vocación unitaria y líderes de gran capacidad intelectual y moral, capaces de contribuir, desde sus diferencias menores, a la construcción de un movimiento capaz de derrotar al enemigo gobernante.
Subyace siempre, detrás de esas raras dialécticas entre unidad y rechazo a quienes desean unirse, un desprecio, una negación clara y contundente hacia la conductora de un espacio político que, a pesar de los años de estigmatización y odio inyectado en la sociedad, conserva un liderazgo ganado a fuerza de hechos concretos y firmeza ideológica. Es su presencia la única que estos porfiados “unidores” no quieren. Es su capacidad intelectual la que no soportan y es su género el que les molesta en extremo.
Así son los pretendidos “verdaderos intérpretes” de la ideología desde la que convocan, histriónicos representantes de una doctrina que han convertido en dogma, quieta, rígida, congelada en un pasado que pretenden repetir sin adaptarlo al paso del tiempo y los escenarios sociales del presente. No lo hacen por ignorantes o brutos, sino para demostrar, a través del “envase” acartonado de aquel pensamiento primigenio, una pertenencia mayor que la de los señalados como desviados del rumbo original.
Los “unidores” andan mostrando sus blasones “peronistas”, convocando a quienes no actuaron nunca “combatiendo al capital”, ni tuvieron en cuenta “los principios sociales”, ni trabajaron jamas para que “reine en el Pueblo el amor y la igualdad”. En sus encendidas proclamas gritan desaforados para no escuchar y ocultar las “prosapias” de los horribles figurones invitados, que pretenden todavía ser líderes de un ideario al que siempre despreciaron con sus actos.
Tanta enjundia discursiva contra otros miembros de ese Movimiento que dio vuelta la historia argentina, solo parece tener el objetivo de señalar y mancillar a quienes, con honestidad, sostienen las banderas sumando conocimientos que acrecientan la calidad doctrinaria que les dieron origen.
Y aunque pueda admitirse que se trata solo de arrogantes personalidades que no admiten las superioridades de otros (¡un psicólogo ahí!), como corolario, terminan siendo utilizados como “caballos de Troya” para la implosión del concepto mismo de Justicia Social, que el Poder tanto ansía destruir para perpetuar su mezquino y perverso dominio.

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