lunes, 6 de agosto de 2012

EL TALÓN DE AQUILES

Por Juan Manuel Padin *

Históricamente, la restricción externa operó como un verdadero talón de Aquiles en la economía argentina, imposibilitando el crecimiento continuo de la actividad económica por períodos prolongados. Esta situación se revirtió en la posconvertibilidad. Inicialmente debido a la crisis y el derrumbe de las importaciones en 2002, pero luego gracias al conjunto de políticas aplicadas a partir de 2003, que impulsaron las exportaciones con crecimiento económico y generación de empleo sin precedentes.
A diferencia de lo sucedido en la década del ’90, en la cual se registró un déficit estructural en la balanza comercial, el superávit alcanzado en los últimos años permitió sostener el saldo positivo de la cuenta corriente, sin necesidad de recurrir al endeudamiento externo. Sin embargo, la evolución reciente de esta última volvió a poner en debate la cuestión de la restricción externa y los mecanismos para sortear este inconveniente.
Tal como señalan varios especialistas, para fortalecer la economía nacional ante un shock externo y alejar la amenaza de la restricción es necesario, entre otras cosas, profundizar el proceso de sustitución de importaciones, reducir el grado de extranjerización de la economía y la dependencia tecnológica y redistribuir un mayor porcentaje de los beneficios extraordinarios obtenidos por sectores privilegiados vinculados con la explotación de los recursos naturales. Sin embargo, es preciso tener en cuenta que la modificación del perfil productivo de la Argentina y de su inserción en el mercado mundial implica una intensa puja político-económica durante la cual, aun acelerando estos procesos, también será necesario implementar una batería de medidas para obtener las divisas que nos permitan sostener el crecimiento y el empleo.
La política comercial tiene un rol fundamental en este marco, si bien es evidente que la tarea no es sencilla y que adquiere mayor complejidad en tanto estamos atravesando la crisis internacional más aguda desde la década del ’30. En este escenario, la creación de la Secretaría de Comercio Exterior y la articulación de sus acciones con la Secretaría de Comercio Interior reviste un carácter estratégico. Por un lado, debido a la importancia de seguir desarrollando el mercado interno en un contexto en el cual los países centrales intentan socializar sus costos colocando sus excedentes exportables –a precio de saldo– en los mercados de los países periféricos más dinámicos. Por el otro, por la necesidad de intensificar el crecimiento de las exportaciones como medio para acrecentar el superávit comercial y la consecuente disponibilidad de divisas.
En este sentido, es preciso tener en cuenta que muchas de las nuevas oportunidades de negocios aparecen en mercados “no convencionales”, tanto por el extraordinario crecimiento que detentan los países periféricos como por el magro crecimiento de los países desarrollados y la profundización de sus tradicionales prácticas proteccionistas, institucionalizadas en un asimétrico y desequilibrado sistema multilateral de comercio. No deja de ser llamativo que los pregoneros del establishment cataloguen de “exótica” la política de promoción comercial intensificada en los últimos meses por el gobierno nacional, a través de la organización de misiones comerciales a países emergentes con economías complementarias. Dicha caracterización niega los efectos de la crisis internacional y esconde aspectos elementales del régimen de comercio multilateral, así como los cambios en el orden económico internacional.
Ni siquiera parece convencerlos el propio FMI, cuando en su última actualización de las Perspectivas de la Economía Mundial proyecta para 2012 un crecimiento de las economías emergentes del 5,6 por ciento y un incremento de sus importaciones del 7,8 por ciento, mientras estima que los países avanzados crecerán 1,4 y aumentarán sus importaciones el 1,9 por ciento, respectivamente.
Posiblemente, su membresía como parte del “club de los devaluadores” o del “club de los endeudadores” sólo les permite proponer, junto a sus viejas recetas económicas, un tipo de inserción en la economía mundial digno de una colonia.
De todos modos, tal como sucedió en los últimos años, es posible explorar caminos alternativos que nos permitan seguir alejando la restricción externa y consolidando el crecimiento. La implementación de una enérgica política comercial es, indudablemente, uno de los elementos necesarios para conseguir este objetivo.

* Politólogo. Especialista en Economía Política (Flacso).
   Publicado en Página12

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