Por Roberto Marra
En nombre de la libertad, se ataca a los gobiernos que luchan por liberar sus naciones. En nombre de la libertad, se mata a miles de personas de países que molestan para la codicia inacabable de las corporaciones. En nombre de la libertad, se arrasan territorios feraces para extraerles con venenos sus riquezas agrarias hasta agotar sus capacidades productivas. En nombre de la libertad, se siembran mentiras, se cosechan odios y se promueven litigios entre habitantes de una misma nación. En nombre de la libertad, la verdad ha pasado a mejor vida, el éxito es la vanagloria de los perversos, la pobreza alcanza sus máximos históricos. En nombre de la libertad, los vendepatrias gozan del beneficio de sus pírricas victorias, elevan sus cuentas en las guaridas fiscales, atraviesan con desesperanzas las almas de las mayorías y acaban con las ilusiones populares de mínimas felicidades. La libertad nunca no es el objetivo de los poderosos, es el truco detrás de las bambalinas de sus poderes. La libertad, la auténtica, la que importa, la de los pueblos para elegir y construir sus destinos, sólo se logrará aprendiendo a desentrañar los trucos de la “magia” de ese Poder que no perdona, como el Pueblo no deberá perdonar a sus causantes, aplastándolos contra el muro definitivo de sus derrotas.





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