Por Roberto Marra
Cuando los engaños son mediáticos, cuando la verdad mentirosa triunfa cotidianamente por sobre la realidad manifiesta, cuando las pantallas muestran lo contrario de lo que sucede con la certeza de una verdad irrefutable, ahí se multiplican los sufrimientos por millones, sobre todo de los que aceptan con mansedumbre semejantes improperios. El arte de engatusar a las mayorías se ha desarrollado hasta someter a los más despiertos, dormidos por el nocaut propinado por los fabricantes de mundos para lelos. El temor a despertar de las pesadillas relatadas con fervor perverso por los enemigos de la humanidad, ata a los sometidos a la degradación moral, los arrulla con el canto de sirenas que les niega su condición pensante y acaba con la rebelión que alguna vez le intentó despertar de su letargo de pobrezas materiales y miserias espirituales. El cuchillo de la maldad sigue tajeando la sublevación de las almas, y quienes podrían hacer algo por evitarlo, duermen su siesta eterna de profetas del engaño.





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