lunes, 27 de octubre de 2025

ENREDADOS

Por Roberto Marra

Redes “sociales” se denominan los “medios de comunicación” mediante los cuales una enorme mayoría de habitantes de este mundo se comunican entre sí. La particularidad de este fenómeno de masas es que, en realidad, no se comunican en el sentido de relacionarse mediante el profundo conocimiento entre ellos. Lo hacen como ejercicio de una especie de “individualismo socializado”, a través de un repertorio de gestos y lenguajes impuestos con astucia por los propietarios de estas redes, con una intencionalidad de dominio cultural tan evidente como aceptado por las mayorías que permanecen pegadas a sus pantallas.

Casi recién nacidos, ya los futuros consumidores de bienes innecesarios y culturas ajenas a sus lugares de origen, serán atrapados en la telaraña del omnímodo poder de los amos de nuestras costumbres veleidosas por imposición. Como zombis seguirán sus caminos al abismo espiritual los futuros ciudadanos, con mentalidades de desarrollos limitadas a lo que requiere el sistema de dominación y barbarie consumista. Moralmente transformados en carne de cañón de los perversos de turno, crecerán asumiéndose como parte de un ejército idiotizado, pero feliz de serlo.

Los algoritmos harán el trabajo pertinaz de segmentar los sentimientos (y los consumos), abarrotarlos de estigmas y paradigmas favorables a los intereses del Poder Real, desculturizando los resabios de pertenencias nacionales que pudieran habérseles escapado en sus largas prédicas de pantallas deslumbrantes y sonidos apabullantes. Profundizarán hasta las neuronas el calado de sus naves del olvido, establecerán modelos a seguir, señalarán culpables de lo que nunca sucedió, entrenarán los cerebros para admitir las derrotas permanentes y terminarán gestionando la esclavitud virtual hasta hacerla física.

Un Mundo nuevo, dirán. La búsqueda de la felicidad individual, ceñida al pequeño reducto del propio cuerpo. Un trapecio donde balancearse el resto de la vida, sin red, a través de estas redes donde mueren las razones y sólo triunfan las sucias pretensiones de sus dueños. Milmillonarios engreídos de superioridades que morirán como cualquiera otro mortal, asumen el control de las vidas de miles de millones de personas absortas frente a sus propias decadencias, enfermas de codicias por lo que no necesitan, deslumbradas por pasiones por lo que jamás alcanzarán.

Todo está preparado para no ser. Todo sostenido por los alfileres de un “sastre” ingenioso que no sabe coser, pero sí enredar. Todo dirigido a convertir a cada ser humano en un angurriento de placeres tan efímeros como la duración de un mensaje o un video que envuelva la sinrazón, para venderla en incómodas cuotas de vidas perdidas.

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