miércoles, 11 de septiembre de 2019

PANQUEQUE INTERNACIONAL

Imagen de "Prensa Opal"
Por Roberto Marra
En el mundillo político, o más apropiadamente, politiquero, se suelen dar muy frecuentemente los cambios bruscos de definiciones ideológicas por parte de algunos encumbrados “dirigentes”, más bien simples representantes de un sector acomodaticio que suele abonar el camino a cualquiera que se erija circunstancialmente como líder en cada momento histórico. Una simple manera de demostrar sus pocas convicciones y sus muchas ambiciones personales, esta forma de actuar les asegura siempre un lugar cercano al Poder, aún cuando éste ni los considere más que como “perritos falderos” que obedecen las órdenes de quien los alimenta.
Eternos “buscavidas”, pero de la buena, sabrán acoyararse a otros que no cambian nunca, porque ya han alcanzado el lugar donde ejercer su poderío sin demasiada oposición de la sociedad, por la particular y retrógrada manera de mirar al Poder que tienen la ciudadanía, con esa colonizada mentalidad servilista que durante décadas se ha inculcado desde las aulas y los medios de comunicación.

Es así que estos “buenos para nada”, pero sí para impedir la consolidación de cualquier proyecto popular, se hacen de un “nombre”, adquieren cierta “fama”, para después derivar hacia donde la corriente los lleve en su permanente devaneo entre una y otra posición política. Sin vergüenza alguna, sabrán pararse ante las cámaras para emitir sus sentencias negativas hacia quienes, hasta hace un rato, venían adulando. Sin solución de continuidad, se ubicarán del lado de donde sople el viento, dejándose arrastrar por la suciedad de las mentiras necesarias para barrer con sus anteriores definiciones, que disponen bajo la alfombra de la indignidad que los sustenta.
En Argentina tenemos muchos ejemplos, lejanos y recientes. Cada uno supo ganarse el sarcástico rótulo de “panqueque” que les colocó esa justicia popular que no suele equivocarse en las definiciones de sus traidores. Pero también existen a nivel internacional figuras de renombre que mudaron de opiniones rápidamente una vez asumido el cargo que les otorgaran sus pueblos, para terminar diciendo y haciendo lo contrario de las declamaciones pre-electorales.
Llama la atención el particular caso de Michelle Bachelet, la ex-presidenta de Chile por dos períodos, devenida ahora en “Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos”. Ya desde su cargo presidencial comenzó su transformación, ejerciendo su mandato con apabullante parecido a sus antecesores conservadores, siendo ella perteneciente a un partido denominado “socialista”, aunque ya sabemos como se ha tergiversado tal denominación por parte de cada uno de los dirigentes de partidos similares en el Mundo.
Esta señora, hija de un un militar que fuera torturado y asesinado por la dictadura feroz de Pinochet, terminó siendo un maladado reflejo oscuro de la digna figura paterna, aplicando brutales medidas represivas contra estudiantes y trabajadores cada vez que salían a la calle para ejercer un derecho humano básico en toda democracia que se precie, como es el de peticionar ante las autoridades. Palos, gases y agua, fueron las respuestas contundentes de aquella presidenta, hoy convertida en supuesta defensora de esos derechos en otros países, los mismos que ella conculcaba en el suyo.
Fue partícipe y continuidad de esa “prosperidad” chilena con la que se regodean los economistas de pocos estudios y demasiada cámara televisiva, en realidad, la construcción de una sociedad tajantemente dividida entre ricos y miserables, profundamente injusta en la distribución de las ingentes riquezas que sí generan. Nadie notó el cambio en el Mundo cada vez que dejó el mando a su sucesor, el multimillonario Piñera, porque, como dijera Il Gatopardo, en Chile todo cambia para que nada cambie.
Ahí anda ahora, convertida en la vara que pretende medir la calidad de los derechos humanos en nuestros países, la espada “leguleya” de una organización de la ONU dedicada a perseguir a los gobiernos populares, especialmente al de Venezuela, estigma máximo que por estos días tiene el imperio. Falsa y engreída, se paseó por esa Nación sin escuchar las voces populares, solo las de los enemigos del gobierno, esos patéticos personajes que se creen líderes y gobierno alternativo.
Denuncias sin sustento real y denostaciones irrespetuosas de la voluntad popular, son las armas inútiles para impulsar las patrañas imperiales para las que ella ejerce su labor de zapa. Pero sabe, como la camaleónica figura que es, emitir alguna pequeña queja por el bloqueo imperialista, lista para voltearse en el aire nuevamente cuando las circunstancias se lo demanden. “Panqueque” político internacional, si los hay, sabrá cumplir siempre con su tarea promiscua, para volver a empezar en cualquier otro rol que le encargue el Poder, solo por mantener su desvencijada “honorabilidad” en la buena consideración de quienes no la conocen de verdad.

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