Por
Roberto Marra
Cada
año, al llegar el 25 de mayo, se realizan conmemoraciones de aquel
día en que se intentó comenzar a ser libres en estas tierras que ni
siquiera tenían todavía el nombre de Argentina. Generaciones tras
generaciones aprendimos a entender aquel momento con los conceptos
derivados de la ideología de quienes terminaron convertidos en los
“dueños” del País, producto de una disputa no decidida del todo
todavía. Con el tiempo, fueron apareciendo historiadores que
investigaron con otras miradas aquellos hechos y los que les
sucedieron, para culminar armando la otra historia, esa que nos habla
de héroes de carne y hueso, patriotas de pasiones furibundas y
traidores de las peores calañas.
Pero
“pasaron cosas”, tal como siempre lo hicieron en cada etapa de
nuestro devenir. Pasaron aquí y en cada región de Nuestra América,
fruto de los poderosos imperios de entonces y del naciente del norte
americano. Lograron enfrentar a naciones que estaban destinadas a ser
una sola, fabricando guerras inconexas con las auténticas
necesidades de los pueblos que estaban naciendo a la nueva virtud de
la libertad, sin llegar a conocerla nunca de verdad.
Fuimos
vencidos por los peores, nos embaucaron los disciplinados traficantes
de mentiras, nos agredieron con sus falsos oropeles, nos impusieron
sus culturas y nos impulsaron al odio sin sentido hacia nuestros
iguales del territorio que dividieron a sus antojos. Se repartieron
las riquezas provocando un genocidio étnico y moral, destruyendo la
fuente de sabidurías dejadas por los genuinos patriotas, oscurecidos
por sus biógrafos al simple papel de excelsos militares y nulos
pensadores de una Patria libre de verdad, convertida finalmente en
simple “patio trasero” del imperio que subsiste hasta nuestros
días.
Hoy,
a pesar de varios procesos populares sucedidos por estas tierras,
continuamos sumergidos en pobrezas y miserias incomprensibles para
cualquiera que observe la realidad de nuestra naturaleza feraz.
Seguimos atados al carro del vencedor, del que supimos sacarnos las
riendas solo por breves interregnos de felicidades populares, para
regresar al sucio camino de la vulneración de todos los derechos
cuando los poderosos lograron sus reiterados objetivos de desunión,
provocada con la peor y más efectiva de las armas: la mentira.
Y
hoy, también, el imperio continúa sometiéndonos a las peores
calamidades a cada uno de los pueblos que conformamos esta imaginaria
Patria Grande, nunca terminada de constituir. En cada Nación aplican
sus planes coercitivos, traspasan los límites del imaginario
libertario que, aún con la debilidad de nuestras derrotas, seguimos
manteniendo quienes no resignamos nuestros sueños “aunque vengan
degollando”.
Siguen
dividiendo, continúan degradando la vida de millones, no se detiene
la sangría de aguas, suelos y subsuelos, no paran con la violencia
del hambre y la indigencia naturalizadas. Son un tsunami de miserias
que revuelve las entrañas de esta, nuestra Abya Yala sometida a sus
arbitrios para el goce de ese pequeño grupo de perversos que dominan
la humanidad a base de la entronización del “Dios” mercado.
Por
estos tiempos, Venezuela se ha convertido en el principal objetivo
imperial de Nuestra América. No se van a permitir el “lujo” de
perder esta “joya de la abuela” de inmensas riquezas subterráneas
sustraídas a sus designios omnipotentes. No cejan en sus ataques
obscenos a la población con la peor de las armas, la de la coerción
por el hambre, impidiendo cada uno de los movimientos que
soberanamente quiera dar el Gobierno Bolivariano para obtener el
alimento para su Pueblo. Es Venezuela y será Bolivia, como antes
fuera Cuba y Nicaragua. No hay muros para sus extremismos
terroristas, disfrazados con la imagen de una “libertad”
empuñando una ametralladora con balas de miserias.
La
palabra del momento es “bloqueo”. Es la designación del horror
de la aplicación de sus repugnantes “doctrinas”, que contemplan
a la humanidad como territorio destinado a la satisfacción de sus
“necesidades” ultrajantes, con los métodos que fueran, con las
muertes consideradas como simples “daños colaterales”, con el
desmantelamiento de los mínimos derechos humanos, convertidos éstos
en falsos rehenes con los que atacan a los gobiernos que no actúen
como títeres de sus garras.
Al
llegar otro 25 de mayo, debiera ser el deber de cada uno de nosotros
pasar por el corazón de patriotas irredentos, esa historia mal
contada, ese cúmulo de falsías destructivas de nuestra identidad. Y
escuchando las auténticas voces de aquellos que intentaron hace más
de dos siglos hacer lo que aún no supimos culminar, buscar las
miradas de nuestros compatriotas continentales, ahondar en las
profundas reivindicaciones que nos unen, desarmar el oscuro escenario
de inútiles divisiones programadas por el enemigo de la humanidad y
conjugar nuestros destinos de Patria Grande, enorme, plena, feliz,
diversa y única. Entonces si, venceremos.
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