miércoles, 8 de mayo de 2019

"YIRA"... LA ESPERANZA

Imagen de "Diario Registrado"
Por Roberto Marra
Cuando estés bien en la vía, sin rumbo, desesperao...”. Prodigiosa advertencia desde la historia tanguera que nos hace Discepolín, señalando el destino marcado por la realidad siempre amenazante de más miserias por venir. Y ahí estamos, “rascando los tamangos” en busca de la moneda imposible, secando la yerba vieja para sentir el amargo gusto de la pobreza otra vez recorriendo nuestros sentidos. Allí vamos, cosechando indiferencias de un “mundo sordo y mudo” a los sufrimientos ajenos, que desecha personas como residuos, abandonando sus despojos humanos al costado del camino hacia el precipicio preparado por los poderosos señores del mal, donde arrojan las sobras del sistema que persiste y persiste en el tiempo, apañado incluso por sus víctimas, que lo son doblemente, de sus consecuencias y de las mentiras que las distraen de las causas que las provocan.
Yira, yira” el Mundo en la oscuridad de un universo de dolores y padecimientos que enervan los sentidos. “...Nada es amor” en el camino recorrido en busca de lo que no nos dejan ser. “...Ni una mano, ni un favor” recibiremos de quienes fabrican nuestras desgracias. Tampoco de nuestros iguales, entretenidos en las falacias elaboradas desde los medios de incomunicación, reductos del horror mostrado con la perversa sonrisa del desprecio.
No queda timbre por tocar “buscando un pecho fraterno”. Cada cual atendiendo su juego, olvidando sus orígenes, despreciando la palabra amistad, resaltando sus falsos “méritos” para escalar en una paródica vida de imposibles opulencias. Son los mismos que “después de cinchar” toda la vida, quedarán al lado de tantos otros que creyeron, inútilmente, en la titiritesca representación del fracaso anunciado por los recuerdos de las mismas “obras” tantas veces puestas en escena, con otros actores, pero con el mismo director designado por el imperio decadente.
Siempre habrá quienes “se prueban la ropa que vas a dejar”, anticipando la continuidad del engaño, asegurando la reproducción del mal, procurando tu final anticipado para arroparse con tu misma miseria, los harapos desgastados por la fútil existencia que cobijara. Todo en nombre de porvenires inasibles, de sueños fabricados a medida del consumidor, de espantosos finales previsibles jamás nombrados, cubiertos por la horrenda pero brillante capa de imbecilidades que aseguran la ceguera mayoritaria de los “otarios”.
No es desesperanza. Es el necesario baño de realidad para enfrentar la insolencia insoportable del Poder. Es la búsqueda de los trazos gruesos de nuevas-viejas ilusiones que ayuden a batir a estos enemigos disfrazados de confianzudos amigotes que nos susurran al oído las falsas melodías de alegrías irreales.
No es abatimiento. Es la comprensión de las voces de la historia abandonada, tantas veces dejada al costado de la buena vida, para asirnos a ese tren fantasma que apabulla y mata en nombre de un futuro de felicidades que sabemos que nunca llegará, porque no es lo que buscan sus conductores ni sus mandantes.
No es desilusión. Es la prospectiva de los deseos populares, los mismos de siempre, los que fueron mil veces denostados y tantas veces aplastados con plomo y palos. Es el intento renovado de encontrarnos, para encontrar la senda abandonada, para transitarla de otra manera, pero en busca del mismo destino que nos despojaron los soberbios dueños de casi todo. Es la visión de un Pueblo continente de certezas elaboradas por él mismo, fortalecido por los liderazgos de los que nunca traicionaron, sosteniendo las banderas jamás arriadas, símbolos del triunfo popular que se prepara.

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