lunes, 13 de mayo de 2019

EL MÁS POPULAR DE LOS DEPORTES

Imagen de "Compartir Palabra maestra"
Por Roberto Marra
Se dice hasta el cansancio que el deporte más popular en Argentina es el fútbol. Pero esto no es verdad. El preferido por las multitudes es el de... opinar. Así lo demuestran en todo ámbito donde se mencione un hecho cualquiera, lo que generará una andanada de opiniones, la mayoría de ellas sin respaldo en conocimiento alguno, ni del hecho, ni del tema involucrado. Y los asuntos judiciales son los que mayor predicamento tienen, los que desatan las más apasionadas consideraciones, manifestando sentires transformados en sentencias, pareceres convertidos en dictámenes, tan falaces como los supuestos conocimientos con los que tratan de avalar sus dichos.
Las muertes violentas, sobre todo las sucedidas a manos de las fuerzas de seguridad, son motivo corriente de las peroratas de los opinadores, que vuelcan en las redes o en los sitios informáticos de los diarios todas sus supuestas sesudas valoraciones sobre los sucesos y sus implicancias jurídicas, adelantando sentencias y sosteniendo la cuerda de la guillotina que con gusto bajarían sobre los propios muertos, para ratificar sus odios de clase incontenibles.
Tratándose de pobres baleados por la policía, todo resulta muy fácil para el opinador. Seguro que robó, seguro que mató, seguro que vende droga, seguro que violó, seguro que asaltó. La seguridad absoluta de quien no fue testigo ni cercano al hecho debatido, es proverbial. Trabajo facilitado para los miembros corruptos de las policías y también para los fiscales y jueces que antes de tomar conocimiento real con la causa, ya son entrevistados por la pata fundamental de la mentira social organizada, la “prensa libre”.
Es esta activa vocera de las inequidades puestas como virtudes ante los ojos de las mayorías que las sufren, la que mejor introduce el don de la aparente ubicuidad permanente de los opinadores y asegura la culpabilidad de los más débiles eslabones de una sociedad sectorizada por rangos de odios y desprecios.
No faltan jamás los opinadores “profesionales”, supuestos expertos cuyas sabidurías provienen vaya uno a saber de donde, pero que los medios venden como de niveles de prodigio. Tomados de semejantes expositores, el resto de los justicieros de papel y páginas web obtienen su sucio respaldo para manifestar toda su “enjundiosa” perorata sobre culpabilidades y responsabilidades que no conocen ni les importa, salvo para ensuciar la honra de quien no conocen.
Tampoco puede faltar la política entre los temas preferidos por estos energúmenos parlanchines. Allí también elaborarán sus sentencias sobre los actores de esa actividad, denostando sin saber o, lo que es peor, sabiendo las falsedades que los respaldan. Vomitarán las peores diatribas, gritarán sus más insultantes improperios y destruirán a quienes los propios medios les afirman como culpables de sus padecimientos, que también incluirán a los mismos partícipes de sus odios clasistas, los “baleados por la dudas” por esa parte de la policía que sirve de soporte fáctico para respaldar al poder y sus atributos pemanentes.
Lejos de reconocer sus errores al saberse la verdad de los hechos, redoblan sus bestialidades con insultos a los jueces que se atreven a sentenciar las inocencias de sus odiados. Multiplican sus vociferaciones, ignoran pruebas y análisis de los verdaderos expertos, desprecian tales conocimientos y sobrevaloran sus propias aptitudes para intuir culpas y darnos sus veredictos abyectos, pero inapelables. Al menos, para ellos y sus iguales.
Partícipes eventuales de muchas trapisondas legales, promueven los peores delitos si de terminar con sus enemigos ideológicos se trata. Nada les parecerá mucho para acabar con la parte de la sociedad que desprecian. Y seguros de estar “haciendo Patria”, publicarán su siguiente opinión, avalando las balas que matan pobres y votando las políticas que los generan.

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